De riesgos y beneficios
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Tamiz de realidad

De riesgos y beneficios

 


Imagine que tiene la oportunidad de dar fin al sufrimiento colectivo. Podremos volver a nuestras vidas si usted, como dirigente de la política de Estado, asume un determinado riesgo. No es que las decisiones de Estado hayan sido fáciles alguna vez, pero si asumimos que 6 de cada 6.8 millones de personas pueden morir con tal de inmunizarse, pronto podremos ver de nuevo la luz de nuestras actividades y la economía de nuestra patria volverá a la próspera normalidad. 

La mayor autoridad sanitaria de nuestro vecino del norte puso pausa a la aplicación de la vacuna de Janssen por el reporte de casos de trombosis al aplicar casi 7 millones de dosis. Tras realizar una evaluación exhaustiva, se optó por continuar con su aplicación pues, se dijo, los beneficios de su aplicación son mucho mayores que sus riesgos.

Hablar de riesgo es sencillo para los tecnócratas más experimentados. Sin embargo, no distinguir sus acepciones nos puede llevar a la deshumanización de la función pública cuando se dejan de observar los valores fundamentales de la teoría de los derechos humanos. Cuando tratemos de sopesar las consecuencias de las políticas de vacunación, jamás debemos perder en cuenta el valor intrínseco de las vidas que las reciben.

Un tipo de especialización en riesgo cotidiano e infravalorado es aquel que encontramos en la medicina. Si bien todos los médicos viven por la protección de la vida humana en tanto su valor inherente, el ejercicio de la ciencia implica tomar decisiones en una constante balanza de probabilidades. Comorbilidades o las predisposiciones genéticas deben tomarse primordialmente en cuenta por el doctor al momento de diagnosticar y tratar; se toman todas las precauciones necesarias para mitigar un escenario adverso, pero incluso en los escenarios más desfavorables, el operador médico da lo mejor de sí apostando por los mayores beneficios y las menores consecuencias. Si la posibilidad de aparición de efectos adversos o de consecuencias irreversibles frenara su actuación, el médico jamás podría tomar la menor de las decisiones, mucho menos en situaciones de vida o muerte. ¿Qué decidiría el juicio médico si se puede salvar la vida del paciente sacrificando la movilidad de una articulación? Con esto podríamos llegar a concluir que el utilitarismo como guía moral es connatural a la ciencia de la medicina en situaciones de impasse. Disciplina de la que hoy dependen Estados, economías, familias y futuros regionales. 

Cuando esas herramientas médicas son trasladadas a las manos detonantes del Estado como unidad política decisoria, este también hereda gran parte de sus patrones utilitaristas. Lamentablemente, los roles de los “dolores y placeres” como piezas de la utilidad se amplifican y se cambian de vestuario. La autoridad sanitaria, ejecutiva en nuestro contexto jurídico y filosófico, tiene la obligación de decidir salvar vidas a costa de un porcentaje de riesgo: otras vidas humanas. Mientras se dice que nunca existirá riesgo cero en el desarrollo y aplicación masiva de vacunas, las aprobaciones para uso de emergencia de los desarrollos disponibles deben ponernos a pensar. ¿Cómo deben el jurista y el ciudadano moderno entender la dignidad de todos los hombres y sus derechos fundamentales a la luz de una epopeya contra un virus que amenaza a todo el statu quo? ¿Debemos resignarnos y asumir que la medicina epidemiológica, aunque utilitarista, es en este momento nuestra mejor opción o congelar nuestras avanzadas sanitarias hasta hacer completo honor al respeto irrestricto de toda vida humana?

Ante los ojos del modelo de Estado actual será difícil que nuestras inquietudes sean valoradas fuera de una urna. Pero la trascendencia de nuestras preocupaciones en esta era en la que el virus nos ha orillado a modelar sociedades utilitaristas, debemos preguntarnos qué Estados y qué políticas podemos construir en el futuro. ¿Seremos cristianos enviados a los leones o amigos de la política pública -irónicamente- benéfica en la mayor medida posible?

*Estudiante de la carrera de abogado en la Escuela Libre de Derecho.

Twitter: @richievidales