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SIN PERMISO, SIN MIEDO

El doble estándar de las mujeres en el poder

Hoy, la presidenta Claudia Sheinbaum presenta un balance de sus primeros 100 días de gobierno con avances significativos en materia de derechos de las mujeres, como la reforma de siete artículos de la Constitución para garantizar la igualdad sustantiva y la elevación del Instituto Nacional de las Mujeres a rango de secretaría.

El pasado 13 de agosto, Mónica Soto Fregoso, presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, celebró la entrega de la constancia de mayoría a Sheinbaum, señalando que México comenzaba a despojarse del velo patriarcal y afirmando que nunca más se cuestionaría si una mujer está preparada para gobernar el país. Pero de la llegada de una mujer a la presidencia no debería distraernos del hecho de que el camino hacia la igualdad real está plagado de obstáculos y de violencia política.

Por siglos, se ha cuestionado la capacidad de las mujeres para ocupar puestos de poder, una narrativa que aún se mantiene. Aunque Claudia Sheinbaum ha alcanzado la presidencia, el escrutinio y la violencia a la que está sometida no son casualidad, sino una manifestación de una resistencia sistémica a aceptar la presencia femenina en espacios de decisión.

La violencia política contra las mujeres es una herramienta diseñada para deslegitimar su liderazgo y restringir sus derechos. A pesar de los discursos progresistas, el machismo sigue manifestándose en comentarios y actitudes que buscan relegar a las mujeres a roles domésticos. Ejemplo de ello es el comentario de un actor y comediante que, poco después de que Sheinbaum asumiera la presidencia, se refirió a ella como “un ama de casa”, dejando claro que, para muchos, el lugar de la mujer sigue estando en el hogar.

Olga Sánchez Cordero, ex secretaria de Gobernación, ha señalado con acierto que el escrutinio hacia las mujeres en el poder es más severo. “A Claudia no le perdonarán nada, y cualquier error será magnificado”. Esta doble vara de medir o este doble estándar no es un accidente, sino una estrategia para minar la autoridad y legitimidad de las mujeres en el poder.

La ministra presidenta del Poder Judicial Norma Piña también ha sido objeto de ataques constantes. Se le critica por falta de oficio político y mal manejo de diálogos, mientras se ignoran sus decisiones judiciales. Esto no es más que otro ejemplo de cómo las mujeres en el poder son evaluadas bajo estándares injustos, con un enfoque en desacreditar su competencia.

La presencia de mujeres en espacios públicos sigue siendo percibida como una amenaza por muchos hombres. Este temor se traduce en acciones destinadas a socavar su autoridad y reducir sus contribuciones a meras anécdotas. Los medios de comunicación, en lugar de centrarse en sus logros y propuestas, prefieren enfocarse en aspectos triviales como su vestimenta, perpetuando estereotipos de género.

Sánchez Cordero también contó que, en reuniones de alto nivel, es común que hombres en posiciones de poder ignoren deliberadamente la presencia de mujeres, optando por dirigirse únicamente a sus colegas masculinos. Esta práctica conocida como mansplaining es una forma de violencia psicológica que se manifiesta en el ámbito laboral, donde históricamente los hombres han ejercido el poder. Consiste en no escuchar, invalidar opiniones, repetir lo ya dicho o interrumpir para demostrar superioridad intelectual, perpetuando así las dinámicas de violencia de género.

Este tipo de violencia se convierte en un obstáculo adicional para las mujeres que buscan expresar y validar sus opiniones en espacios públicos.

Históricamente, lo público ha sido atribuido a los hombres, y sienten amenazada su posición cuando mujeres igualmente capacitadas o más preparadas que ellos acceden a estos espacios. Esta percepción de amenaza es una reacción a lo que consideran una invasión de “su territorio”.

Existe también la noción de que las mujeres son más emocionales, y como lo emocional es menos valorado, se nos considera menos racional, restándole peso a nuestra palabra.

Por experiencia personal, cuando una es mujer y joven, es difícil ser escuchada. Me ha sucedido en múltiples ocasiones, en exposiciones donde los hombres titulares ignoran hasta que otro hombre repite lo mismo que yo dije.

Este comportamiento no es casual, es una práctica social que busca validar solo cuando un hombre toma la palabra.

Es urgente seguir avanzando en la deconstrucción de estas dinámicas de poder que perpetúan la desigualdad de género, asegurando que las mujeres en cargos públicos sean juzgadas con la misma vara que los hombres, y que nuestros aportes sean valorados en igualdad de condiciones.

X @Natali_Cruz_

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