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¿Será está una feliz Navidad?

Es bueno tener cada año, un mes como diciembre, un mes en el que, al menos a mí, se me renueva el alma y la esperanza en la humanidad; pero conforme va pasando el año nuevo que sigue a la Navidad, voy perdiendo todo lo ganado y me va haciendo falta una Navidad a mediados de año… creo que a todos nos ha de pasar algo similar, o usted querido lector ¿no lo ha pensado así?…

Conforme llega diciembre las calles, las casas, las plazas públicas, los parques, los centros comerciales se llenan de luz y de color en la mayor parte del mundo de tradición judeo-cristiana, o sea católicos donde festejamos la Navidad.

Desafortunadamente se ha materializado y comercializado esta festividad, pero es elección de cada quien vivir o no una época del año con esa felicidad que da tener paz en el corazón y algo para compartir con el otro, aunque no haya grandes cantidades para gastar en cosas que son lindas, pero que no te dan eso que hace que amanezcas con la sonrisa de agradecimiento por la vida misma cada día.

El mundo entero se encuentra en un momento muy delicado, uno de los más delicados que ha habido dicen los que saben, desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Hambruna, desplazamientos forzados, guerras civiles, desastres por cambio climático, la guerra entre Rusia y Ucrania, la guerra entre Israel y Palestina, inestabilidad en Siria, la violencia en México, la crisis en Venezuela y Cuba, la migración centroamericana, la migración africana, la crisis política en Corea del Sur; muchos son los frentes abiertos a lo largo y ancho en el mundo, que generan una incertidumbre inédita.

En el caso de nuestro país, con la llegada de la Navidad y el Año Nuevo, nuestros bolsillos enfrentan una temporada de gastos que, en el contexto de una economía global incierta, pone en alerta a muchas familias, ya que un ícono de la Navidad es justamente la comida y para muchos aún lo son los regalos. Sin embargo, la combinación de la inflación persistente y la incertidumbre económica mundial ha alterado los hábitos de consumo en México, obligando a los consumidores a ajustar sus estrategias de compra.

Según especialistas en economía, la mitad de los mexicanos prioriza la compra de productos básicos para enfrentar los desafíos financieros actuales; es decir comprar sólo lo necesario, sin lujos no extras, o tal vez “adelantar” en la medida de lo posible, la compra de no perecederos para el inicio del año siguiente, en el que casi siempre se vive una desaceleración de la economía tras los gastos de las fiestas. Este cambio en el comportamiento refleja una creciente preocupación por optimizar el dinero en medio de un entorno económico que sigue siendo incierto, pues cada semana los productos más básicos se tornan más caros y eso los aleja de las mesas y de las manos de quienes no tienen un gran poder adquisitivo, que hoy somos la mayoría de los mexicanos.

Una de las estrategias más comunes es recurrir a canales de compra no convencionales. El 60% de los compradores mexicanos explora alternativas como los hard discounters, las tiendas especializadas y las plataformas de comercio electrónico. Además, un 66% de los consumidores ha optado por cambiar de tienda en busca de precios más accesibles, lo que muestra una adaptación a la situación económica.

Las familias de menores ingresos son las que más han ajustado sus hábitos de compra, recortando gastos en actividades no esenciales y priorizando lo más básico. En cambio, los consumidores de altos ingresos, aunque también han modificado su comportamiento, siguen destinando una parte de su presupuesto a darse gustos ocasionales, especialmente en momentos clave como las festividades.

La digitalización también ha dejado su huella en los hábitos de compra. A pesar de que un 8% de los mexicanos realiza la mayoría de sus compras en línea y un porcentaje similar usa redes sociales como canal de adquisición, estos números siguen siendo bajos. No obstante, reflejan una transformación que va ganando terreno, aunque de manera gradual.

El panorama económico para México sigue siendo complejo. Las decisiones de compra ya no sólo responden a deseos o preferencias, sino que están marcadas por una reflexión más profunda sobre cómo cada peso gastado impacta en el hogar. En este contexto, la economía mexicana enfrenta el reto de equilibrar la satisfacción de las necesidades básicas con las nuevas realidades económicas.

Este ajuste en los hábitos de consumo también se refleja en la pérdida de confianza de los consumidores. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y el Banco de México (Banxico), cuatro de los cinco indicadores clave de la confianza del consumidor han mostrado caídas. Las expectativas sobre la situación económica futura de los hogares han registrado una de las mayores bajas, lo que refleja el pesimismo sobre el poder adquisitivo a corto plazo.

La preocupación también se extiende a la compra de bienes durables, como electrodomésticos o muebles, que ha sufrido una disminución. Esto refleja un enfoque más conservador por parte de las familias, que prefieren asegurar sus necesidades básicas antes que realizar gastos discrecionales. Sin embargo, algunos indicadores, como la compra de autos o vivienda, muestran ligeras mejorías, lo que podría indicar un rayo de esperanza en ciertos sectores de la población.

A pesar de estos indicios aislados de optimismo, la confianza en la economía sigue siendo limitada. La incertidumbre global y las condiciones económicas internas siguen siendo factores determinantes en las decisiones de consumo de los mexicanos, quienes, al llegar a fin de año, buscan equilibrar sus necesidades y el deseo de disfrutar de las festividades.

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