El chalet de Juana Catalina Romero, en Tehuantepec, no es solo una construcción de gran valor arquitectónico, sino un testimonio vivo de la historia, la identidad y el legado de una mujer excepcional.
Juana Cata, como se le conoce popularmente, fue una empresaria visionaria que desafió las normas de su tiempo, consolidándose como una figura clave en la industria azucarera y en la política mexicana.
Su chalet, edificado en 1912, representa la estética del Porfiriato y la influencia francesa en la arquitectura mexicana. El chalet es una muestra del estilo arquitectónico porfiriano, con influencias europeas que reflejan el auge económico y la modernización del país en esa época.
Su conservación permitiría preservar un fragmento de la historia urbana de Tehuantepec, evitando la pérdida de un inmueble que forma parte del paisaje cultural de la región. Es símbolo de la lucha y el emprendimiento femenino, toda vez que Juana Cata rompió barreras en un tiempo en el que el emprendimiento femenino era prácticamente inexistente.
Su éxito en la industria azucarera le valió reconocimientos internacionales, como la medalla de oro en la Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations en 1908, en Londres.
Su chalet es un recordatorio tangible de su capacidad de superación y liderazgo, inspirando a futuras generaciones de mujeres emprendedoras. Juana Cata no solo fue una empresaria, sino también una benefactora de su pueblo, financió escuelas públicas en Tehuantepec mucho antes de la cruzada educativa nacional de José Vasconcelos. Su chalet, además de ser su residencia, fue un espacio de encuentro y toma de decisiones que influyeron en el desarrollo de la región.
La comunidad tehuana y sus autoridades tienen la responsabilidad ética y jurídica por estar protegido por las leyes y tratados internacionales para la conservación de edificios históricos y artísticos, para rescatar este inmueble y convertirlo en un espacio que honre su contribución al desarrollo del Istmo.
Y me refiero concretamente a su entorno, pues, se encuentra secuestrado por la vendimia ambulante y semifija, con desorden, basura, y gran peligro, que ya sucedió, el estallamiento de un tanque de gas de los comedores improvisados a media calle, que por necesidad y falta de mercados dignos, toda la vendimia de la región, llega de diferentes pueblos como es la costumbre, se aglutinan y el mercado, está rebasado desde hace más de 50 años.
Y debe cambiarse de lugar, para despejar a un espacio cultural que se una con el parque principal y el hermoso palacio municipal, en el que Don Benito Juárez, expidió algunos reglamentos cuando cambió la sede del Poder Ejecutivo a ese Palacio.
El legado de Juana Catalina Romero es un símbolo de identidad, resistencia y orgullo para los tehuanos. Debe lucir la continuación de la casa original de Juana Cata donde tuvo su tienda de telas y abarca toda la cuadra al margen de la antigua vía del tren.
Y en el otro plano de ese cuadrante, el magnífico corredor hoy semidestruido en cuyo techado se advierte la cúpula de lo que fue una iglesia y convento. Desde una perspectiva sociológica y étnica, la figura de Juana Cata, representa un punto de convergencia entre la historia, la cultura y la lucha por el reconocimiento de las mujeres en la sociedad. Juana Cata no solo fue una empresaria, sino también una benefactora de su pueblo.
Financió escuelas públicas en Tehuantepec mucho antes de la cruzada educativa nacional de José Vasconcelos. Su chalet, además de ser su residencia, fue un espacio de encuentro y toma de decisiones que influyeron en el desarrollo de la región. Defender el chalet de Juana Cata es más que preservar un edificio; es proteger la historia de una mujer que desafió su tiempo y dejó una huella imborrable en la industria, la educación y la política mexicana.
Su legado merece ser reconocido y su residencia convertida en un símbolo de orgullo y memoria colectiva. La conservación de este patrimonio no solo beneficiaría a Tehuantepec, sino que también serviría como un referente nacional de la lucha y el éxito femenino en la historia de México.
Juana Cata es un referente de la historia de Tehuantepec. Su legado fortalece la identidad comunitaria al recordar a una mujer que desafió las normas de su tiempo y contribuyó al desarrollo económico y social de la región. Juana Cata rompió barreras en una época en la que el comercio y la industria estaban dominados por hombres.
Su historia sigue motivando a mujeres emprendedoras a desafiar los límites y buscar el éxito en distintos ámbitos. La protección del legado de Juana Cata no solo es un acto de conservación histórica, sino una reafirmación de la identidad tehuana y zapoteca.
Su historia es un testimonio de lucha, superación y contribución al desarrollo de México. Preservar su memoria es una responsabilidad colectiva que fortalece el sentido de pertenencia y el reconocimiento de las raíces culturales de Tehuantepec.