Dengue, mosquitos y lo que viene
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Dengue, mosquitos y lo que viene

 


Los casos de dengue siguen en aumento en el país y en la región. Tanto así que la Organización Panamericana de la Salud ya emitió una alerta epidemiológica ante el aumento de casos de dengue en América Central y el Caribe. De acuerdo al alertamiento el aumento de los casos es notorio a pesar de la estacionalidad de la enfermedad y el repunte posterior a la temporada de lluvias en la región. No es la primera vez que se emite este tipo de alertamientos, ni que se registran importantes alzas en el registro de casos, pero sí llama la atención que de manera consistente en la región se han ido incrementando los casos de la enfermedad para poco a poco ir superando los patrones previos de incidencia.

En nuestro país, el año pasado -a la semana epidemiológica 39- se registraron un total de 6,170 casos confirmados. Este año esa cifra es de 26,956. Este récord debe ponerse en contexto, ya que en 2019 para la misma semana epidemiológica la cifra era de 20,914. Aun así, existe un importante repunte en los casos.

Para Oaxaca la historia es algo diferente. Para la semana epidemiológica 39, en 2019 la cifra de casos confirmados fue de 1,193; 2020 alcanzó la cifra de 146 – probablemente a partir de la restricción de contacto social por la pandemia-; para 2021, en la misma semana se contabilizaron 238 casos; en 2022, la cifra incrementó a 388; y finalmente, este año, tenemos la cantidad de 1,163, una cifra semejante, aunque inferior, a la de 2019. Sin embargo, se tratan aún de registros elevados y de gran riesgo para la población. Parece ser que estamos ante una tendencia al alza de esta enfermedad, que, aunque ha tenido variaciones con los años, hay un patrón generalizado de incremento que cada tres o cuatro años rompe el récord previo. Y los factores son varios. Uno de los principales es el aumento de la temperatura, debido al calentamiento global generado por las actividades industriales, que favorece la reproducción y supervivencia de los mosquitos responsables por la propagación no solo del dengue, sino del paludismo (malaria), el zika y el chikungunya.

También, el sistema de salud del Estado ha recrudecido su preexistente crisis con la llegada de la pandemia. En 2020, la presión sobre los centros de salud para hacer frente a la COVID fue tal que colapsaron sistemas completos y se redireccionaron recursos para fortalecer sectores del ramo que eran urgentes en su momento. Y si bien los requerimientos para atender las complicaciones derivadas de la COVID no han cesado, tampoco han desaparecido las necesidades del sistema que ya estaban sostenidas sobre palillos y que aún son vitales para la preservación de la salud comunitaria, como lo son el sector de vectores, encargado de realizar las tareas de control de la proliferación del mosquito transmisor del dengue. Finalmente, un factor no humano: la adaptación del mosquito a zonas urbanas.

Hay indicios entre los hallazgos de la comunidad científica de que en el continente africano ha habido una mutación del mosquito que transmite la malaria -y el dengue- para prosperar en áreas donde no hay tanta humedad y se han vuelto menos dependientes de la estacionalidad de las lluvias para su reproducción. Esto, si bien no se ha confirmado de este lado del globo, parece ser que es una variable razonable de presentarse, lo que implica que la estaciones serán menos condicionantes a la propagación del dengue y otras enfermedades similares.  Ante los nuevos riesgos que se avecinan y las tendencias confirmadas, se requiere una reevaluación de la política pública imperante -que ha prevalecido por décadas-. Repensar los escenarios y presupuestos de las acciones de gobierno es ya no una opción de buena práctica gubernamental, sino que un requisito indispensable para maniobrar las realidades cambiantes de nuestros tiempos. Prepararnos para lo peor, esperando lo mejor.

@GalateaSwanson