Los límites de la libertad

Durante este año 2020 la palabra libertad ha sido usada y abusada en el discurso público. Se trata de uno de esos conceptos de largo alcance e indudable valor que cuando es usado para la defensa de la dignidad de las personas -como en el caso de la defensa de los derechos humanos- constituye un pilar fundamental de la argumentación, pero fuera de dicho contexto, cuando el término es invocado de manera abusiva, resulta en un falso ídolo, en uno que busca blindar indebidamente un argumento apelando a una simulada autoridad.

La contingencia a causa de la Covid-19 ha sido el contexto perfecto para el sobre uso de esta poderosa palabra, en el intento de imponer egoístas posturas o en búsqueda de evadir responsabilidades.

En el primer caso, el concepto de libertad se ha usado por las personas para justificar irresponsables comportamientos a lo largo de la pandemia, como el notorio caso del empresario Salinas Pliego, quien ha señalado que en el arco de acción que le permite su libertad puede dejar de observar a la las restricciones que exige la pandemia, como el uso de cubrebocas, la realización de celebraciones o desafiar a diestra y siniestra a aquellos que se atreven a señalar públicamente la irresponsabilidad de este personaje.

Sin embargo, se trata de un falso argumento en cuanto a la extensión que ampara la libertad pues este poderoso magnate parece olvidar que la libertad individual no es un ilimitado reino de acción discrecional, sino que tiene limitaciones. Desde la perspectiva del Estado moderno, en el que se ha privilegiado el ensanchamiento de la libertad personal frente a alcance de los intereses comunitarios, muchas personas omiten el hecho que sus acciones, incluso en el legítimo ejercicio de su libertad, tienen siempre consecuencias para el resto del colectivo. Siempre. Cuando estas consecuencias son negativas, es cuando los mecanismos comunitarios intervienen, como las normas jurídicas o posicionamientos de reproche social.

Es decir, tal como recita la célebre frase del Benemérito de las Américas, el respeto al derecho ajeno es la paz. En cuanto se genera un menoscabo a la esfera de terceros, presentar el argumento del ejercicio de libertades para justificar tal menoscabo no es procedente.

En el contexto de la pandemia, desatender las medidas de prevención y mitigación genera todo el tiempo efectos negativos para las personas que rodean a las personas que evitan cumplir con ellas, pues las expone potencialmente a la propagación del virus, uno que a simple vista es indetectable en las personas asintomáticas o en periodo de incubación del SARS-CoV-2. Así también, en el caso específico de Salinas Pliego, en el que tiene la posición de un medio televisivo a nivel nacional, sienta una peligrosa referencia para millones de personas que componen su audiencia.

Igualmente peligroso resulta cuando el concepto de libertad es usado para sacudirse responsabilidades comunitarias, como en el caso de algunos de nuestros líderes, entre ellos el titular del Ejecutivo federal, que busca excusarle de realizar llamados más severos a la población para la adopción de medidas de contención y prevención de la COVID-19. No es posible argüir libertad del emisor para decidir o no cumplir el mandato legal de velar por los mejores intereses y bienestar de los pueblos, así como no es permisible señalar que la libertad personal es la base por la que se rige la interpretación del alcance de sus obligaciones para con su comunidad. Las estructuras de coordinación y organización comunitarias, en principio -aunque no siempre- son también expresiones de libertad integradas en acuerdos que derivan en instituciones, regulaciones y ordenamientos, y bajo esa premisa, quienes asumen las posiciones de liderazgo se encuentran supeditados a desempeñarse en atención a dichas premisas.

Justamente el ejercicio de las libertades requiere el respeto y observancia de sus límites. No existe libertad cuando su ejercicio implica el avasallamiento de las, los y les otrxs.

@GalateaSwanson