Resignificar la vida

Este día de Todos los Santos es uno que seguramente recordaremos en los años por venir. En estos tiempos extraños, en los que la literatura de distopía se confunde con el noticiario, en el que la enfermedad invisible nos acecha, la vida y la muerte cobran un sentido distinto.

Más de 91,000 personas han muerto a causa de la Covid-19. Miles de personas valiosas para sus familias y comunidades han ido deshilando nuestro entramado social. Cada una de ellas un nombre, una historia y lazos que quedarán en la memoria de aquellos que les acompañaron.

La vida, siempre prestada e incierta, hoy más que nunca nos exige apreciarla cada minuto y cada segundo, así como a aquellos quienes enriquecen cada uno de nuestros días, pero, sobre todo, que tenemos el deber de cuidarla.

El virus que ha infectado a la humanidad nos ha demostrado que estamos transitando nuestro tiempo en este mundo en una senda que tiende a la destrucción de la misma. La indiscriminada expansión de la actividad humana posibilitó que esta enfermedad saltara a nuestra especie. Despreciar la importancia del respeto a la biodiversidad ha sido el elemento de ignición de la pandemia.

También, día a día, envenenamos las aguas, desestimamos el deshielo de la tundra y devastamos bosques y selvas. En consecuencia, nuestro clima está desestabilizado, generando cada vez eventos más catastróficos; eliminamos los pulmones del planeta, reduciendo las capacidades de regeneración de los ecosistemas; e, inundamos nuestro mundo de microplásticos, que asfixian a miles de especies e incluso son consumidos por nosotros mismos.

Hoy, que reflexionamos sobre la vida y la muerte mientras esperamos a que los nuestros vuelvan a visitarnos, les debemos más que nunca cuidar de la vida, de toda ella, pues la humanidad depende de hilos invisibles para caminar hacia delante y construir futuro.

La vida -hoy más que nunca- debemos resignificarla.

@GalateaSwanson