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¿Ésta es la nueva normalidad?

Podemos considerarnos derrotados por el coronavirus. No ha habido capacidad de nuestras instituciones y de la población para hacer frente a la pandemia que apenas lleva seis meses de existencia.

Por más que en la retórica se continúe afirmando que en México la curva se encuentra controlada, el ascenso continuo de casos cuenta una historia muy diferente y, en realidad, el pase de rojo a naranja en el semáforo de riesgo para las entidades del país se debe a un cambio de metodología en la semaforización, en la que se privilegia el indicador de disponibilidad de camas de hospital ante el indicador de aumento de casos (https://bit.ly/2BP4Rk3).

Nuestra débil economía nos vino a pasar factura. Las finanzas públicas y la economía del hogar no pudieron resistir las exigencias que implicaron el distanciamiento social y el paro de actividades. Hoy, a marchas forzadas, se crean nuevos discursos en los que, a pesar de que la evidencia señala lo contrario, se invita salir y reintegrarse con mesura a la actividad económica.

El caso de México no es el único. Una buena parte de los países no ha podido sostener las medidas para contener la propagación del virus SARS-COV-2 por todo el tiempo que está siendo necesario. El caso más cercano, Estados Unidos de América, que con la premura ha iniciado la reapertura de actividades debido a la próxima elección presidencial. Esto, le ha implicado un repunte de casos de COVID-19, alcanzando la cifra más alta de contagios reportados por día apenas este sábado, desde el inicio del brote en dicho país (https://bit.ly/3g4QWW5) y con un cálculo de cientos de miles casos más no reportados, de acuerdo con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (https://bbc.in/2BGTivw).

Otros países, como Corea del Sur y Japón, con desescaladas basadas en mayores evidencias técnicas y un verdadero control de la propagación de la enfermedad, han tenido que evaluar la pertinencia del retorno a las actividades, ya que se han detectado nuevos brotes en centros nocturnos y oficinas (https://bit.ly/2YE9BlO; https://bbc.in/3dBUT2Y; https://bit.ly/2YEqtJ9), para lo que ya se realizan estudios específicos para determinar protocolos que eviten, al regreso de las actividades, replicar los escenarios que han representado mayores casos de diseminación del coronavirus (https://bit.ly/2A8iyKw).

Más que apertura y cubrebocas, lo que se necesita son datos, evidencia científica y protocolos. El costo económico de la reapertura probablemente se trasladará a aquellas personas que contraigan el virus y deban desembolsar entre 200 mil y 347 mil pesos para ser tratados en instituciones médicas ante la saturación del sistema público de salud (https://bit.ly/2YEB4ng; https://bit.ly/2ZhKy70), especialmente en un estado como el nuestro, en el que el 76.2 por ciento de la población no cuenta con recursos para hacer frente a una eventualidad como esta, de acuerdo con las mediciones del CONEVAL (https://bit.ly/2B5Mo2Z).

Es verdad que la presión económica que ha representado la pandemia para débiles economías como la nuestra es irresistible. No obstante, la reapertura sin medidas y protocolos específicos es, sin duda, una invitación a la expansión del virus. Se requiere que el Estado, a través de todos sus poderes y niveles de gobierno, alcancen acuerdos y metodologías que permitan que el tránsito a esta falsa y forzada nueva normalidad tenga los menores impactos posibles. Eso, solo se logrará si los recursos, voluntades y conocimientos se canalizan por nuestras autoridades a este fin. A pocos días de la desescalada, esta labor lleva meses de retraso. La nueva normalidad es la vieja normalidad, solo con COVID-19. Sin protocolos específicos y acompañamiento del Estado, solo se está administrando la muerte (https://bit.ly/2NykjDM).

@GalateaSwanson

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