Hace unos días celebramos el 14 de febrero, una fecha en la que el amor parece rodearnos por todas partes. Pero, ¿qué tipo de amor estamos celebrando? A lo largo de los años, hemos crecido con ideas que nos enseñaron cómo “debe” ser el amor. Nos dijeron que encontrar pareja era la meta más importante de nuestras vidas. Nos repitieron que el amor lo puede todo, que es eterno, que si hay celos es porque “importamos” y que sin alguien a nuestro lado estamos incompletas.
Esas creencias han moldeado nuestra manera de relacionarnos y, sin darnos cuenta, han perpetuado relaciones dañinas y desigualdades. No es casualidad que, en México, 7 de cada 10 mujeres han sufrido violencia en su relación de pareja, según el INEGI.
La ENDIREH 2021 nos da cifras alarmantes: 70.1% de las mujeres mayores de 15 años ha vivido algún tipo de violencia en su vida. La más frecuente es la psicológica (51.6%), seguida de la sexual (49.7%). En cuanto a la violencia dentro de la pareja, 39.9% de las mujeres ha sido víctima de maltrato en su relación actual o más reciente.
Lo más preocupante es que muchas de estas violencias encuentran su justificación en los mitos que nos han contado sobre el amor. Mitos que hemos aprendido, repetido y normalizado.
Nos vendieron un amor a medias: Desde la infancia nos enseñaron que somos la “mitad” de algo, que debemos buscar a otra persona para completarnos. La media naranja es uno de los mitos más peligrosos del amor romántico porque nos hace creer que sin pareja somos seres incompletos.
¿Cuántas veces hemos sentido que, si no encontramos a “esa” persona especial, estamos fallando en la vida? Nos enseñaron que ninguna meta profesional, personal o emocional se compara con el supuesto logro de encontrar pareja. Pero, ¿por qué no aprender primero a estar con nosotras mismas? ¿Por qué no ser felices sin depender de alguien más? No somos una fruta partida ni la mitad de nada. Somos seres completos. No necesitamos a alguien para validarnos.
Nos dijeron que el amor es para siempre: “El amor es eterno” es otra de esas ideas que nos han hecho daño. Se nos inculcó que, si encontramos a alguien, debemos aferrarnos con todas nuestras fuerzas, sin importar qué tan doloroso o dañino sea el vínculo.
Pero el amor no es algo inmutable. No es una fotografía estática. Crece, cambia, se transforma… y a veces, termina. Pensar que el amor debe durar para siempre nos ha llevado a aceptar relaciones que ya no nos hacen bien, solo por miedo a soltar.
Si entendemos que el amor es un proceso y no una meta, podemos vivirlo con más libertad. No esperemos un amor de película, porque las películas no duran más de dos horas. Aprendamos a construir relaciones reales, basadas en el respeto y la comunicación, no en guiones prefabricados.
Confundimos celos con amor: ¿Cuántas veces hemos escuchado “te celo porque te amo”? Este mito ha normalizado comportamientos de control y posesión dentro de las relaciones. Nos han hecho creer que los celos son una prueba de amor, cuando en realidad son un reflejo del miedo, la inseguridad y, en muchos casos, la antesala de la violencia.
Los celos no son románticos. No son un cumplido. No son una muestra de interés. Son una forma de control. Y el control, en una relación, nunca es amor.
Nos enseñaron que amar es sacrificarse: Otro mito peligroso es el de “el amor todo lo puede”. Bajo esta creencia, muchas mujeres han soportado maltratos, abusos y dolor en nombre del amor. Se nos ha dicho que amar es sinónimo de aguantar, de sacrificarnos por la otra persona, de poner su bienestar por encima del nuestro.
Pero el amor no duele. El machismo sí. El amor no debería costarnos la dignidad, la autoestima ni la vida.
Nos hicieron creer que los polos opuestos se atraen: ¿Cuántas veces hemos escuchado que “quienes se pelean, se aman”? Este mito ha servido para justificar relaciones en las que una persona domina a la otra o la quiere cambiar. La realidad es que el amor no debería ser un campo de batalla. No deberíamos confundir la atracción con la lucha constante.
Las relaciones sanas no se construyen desde el conflicto permanente, sino desde la compatibilidad, la comunicación y el respeto. Las reglas de los imanes no aplican al amor.
Es momento de cuestionar lo que nos enseñaron. El amor, tal como nos lo vendieron, está lleno de mitos que nos han hecho daño. Nos han hecho buscar fuera lo que deberíamos encontrar dentro. Nos han hecho creer que amar es sufrir, que una relación nos define, que el amor es sinónimo de sacrificio.
Pero el amor debería ser un espacio de libertad, no de prisión. Amar no es depender, no es poseer, no es controlar. Amar no es sufrir.
Es hora de desaprender todo lo que nos dijeron sobre el amor romántico y empezar a construir relaciones más sanas, desde la libertad y la igualdad. Porque el amor no debería ser una cadena, sino un lugar donde podamos ser nosotras mismas.
X @Natali_Cruz_