El pasado viernes fue día de las madres, y como todos los años, en nuestro país casi es día de observancia obligatoria.
Un cliché, sí: las flores, los chocolates y los electrodomésticos (¡ay!). Los restaurantes se siguen saturando y todo se vuelve una alegoría a aquella figura que -en la mayoría de los casos- nos cuidó, alimentó, crio y apoyó durante nuestra niñez, adolescencia e incluso adultez.
Pero pasa este día y ya, se nos olvida. Es importante reconocer a las madres, y no por abnegadas y sino porque incluso teniendo mucho o todo en contra, han sacado familias completas adelante; muchas en soledad, muchas contra todo pronóstico. Mujeres resilientes que han sacrificado gran parte de ellas para que su descendencia pueda vivir lo mejor posible, sin herramientas emocionales, económicas o técnicas a la mano y con el abandono del Estado.
Tradicionalmente esta ha sido la posición de las madres. Se alaba su sacrificio individual a favor del colectivo, pero… ¿debe ser así?
Esa figura mítica de la madre mexicana es una figura sufrida porque se le abandona y porque se espera que abandone a sí misma por el servicio a las y los demás.
No obstante, el análisis social, económico y político que ha ido permeando las discusiones cotidianas nos está haciendo replantear cada vez de manera más amplia este estereotipo.
Está más que demostrado que la labor doméstica y de cuidado es la columna vertebral de la economía: contribuye en un 24% del PIB nacional, de los cuales 72% son realizados por mujeres, muchas de ellas madres (https://acortar.link/38jFXV).
Son trabajos —sí, trabajos como de oficina, fábricas, etcétera— que, además, no son pagados. Este reconocimiento económico y social de la labor del cuidado y doméstico ha sido fundamental para replantear lo que significa ser madre.
También, existen ahora estudios que demuestran que las mujeres tienen un costo no solo físico, sino económico, al convertirse en madres. El desarrollo laboral de las mujeres se ve mermado de manera significativa en su salario y prospectiva de crecimiento en el trabajo después de tener una o un hijo. Situación en la que los hombres no tienen ninguna repercusión negativa al volverse padres (https://acortar.link/h61IJu).
Por otra parte, en el aspecto de salud física y mental, cada vez existen más evidencias de las repercusiones que la maternidad tiene en la vida de las mujeres.
Además de los cambios físicos -los que son más que evidentes y en una buena proporción problemático a largo plazo https://acortar.link/8TSMDa) ahora también estamos empezando a dialogar y validar las cargas mentales, presiones y condiciones que llevan muchas veces la salud mental de las madres al límite.
Todo ello, nos ha impulsado a replantear ese papel tradicional y reconocer que las madres, antes de ser madres, son personas. Mujeres que ya no permanecen en silencio y abnegación porque cada vez existe más apertura para vivir su maternidad con mayor acompañamiento y libertad.
Claro, sigue habiendo resistencias. Desde el punto de vista económico, político y social a muchas personas les gustaría se mantuvieran en ese pedestal de sacrificio
en el que se les imponen una serie de responsabilidades y trabajos de manera exclusiva que hoy entendemos es injusto e inhumano pedir a una sola mujer.
Las maternidades del siglo XXI son cada vez más elegidas y deseadas, pero también menos sacrificadas porque nunca debieron serlo. Cada vez empezamos socialmente a entender que las labores de cuidado son un asunto colectivo y de Estado. Porque la crianza de niñas, niños y adolescentes define el contexto social, económico, de seguridad y de bienestar.
Sigamos celebrando a las madres, pero, sobre todo, empecemos como comunidades a empezar a tomar la responsabilidad que nos corresponde en las tareas maternas.
@GalateaSwanson