Desinformación masiva
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Desinformación masiva

 


En esta era digital y conexión permanente todos tenemos un arma en las manos que puede construir o destruir la reputación de alguien o algo, que puede de favorable o equivocadamente mover la opinión pública, y somos poseedores de dispositivos que han servido como en el caso de Estados Unidos y Rusia, para definir elecciones presidenciales.

Un estudio publicado el 9 de marzo del año 2018 por MIT, basado en análisis matemáticos realizados por ingenieros, establece que las mentiras en redes sociales se esparcen más rápido que la propia verdad. La forma en la que la que consumimos información, da oportunidad a que se propaguen infinidad de noticias falsas, pues no siempre revisamos la fuente de origen, o muchas veces ni siquiera abrimos la liga, nos dejamos guiar por el título de la nota y lo compartimos.

Un ejemplo claro de esto, son las noticias que falsas o cadenas de texto que se distribuyen en Whatsapp, Facebook o Twitter, sobre todo en estos últimos días sobre el tema del Coronavirus, las cuales han ocasionado mucho miedo y compras de pánico.

De la misma forma que sucedió hace un par de meses, con el mexicano la noticia Eduardo Ceniceros quien desarrolló un procedimiento para hacer gasolina con basura lo cual se volvió tendencia, sin embargo, unos días más tarde corrieron por las mismas redes notas en las que se decía que Eduardo había sido asesinado, una noticia falsa creada en un sitio web para hacer bromas, pero, el porcentaje de personas que sabían que no se trataba de una noticia real fue reducido.

Por lo anterior es importante saber que la desinformación siempre ha existido, sin embargo en esta etapa de la evolución se ha multiplicado, porque en esta era digital en la que cualquiera puede acceder, estamos propensos a ver y distribuir noticias, post, tuits, etc, que pudieron haber sido creadas por personas que no tienen conocimiento pleno del tema o carecen de credibilidad, así como manipuladores a sueldo que tratan de engañar por diversos intereses, por lo que debemos llegar a la fuente de la información que vamos a consumir, poner las cosas en su debido contexto, y poder diferenciar entre lo falso de lo verdadero, tratar de entender lo complejo para no tocar solo lo superficial, con el fin último de no ser víctimas de mentiras que buscan trastocar nuestro criterio.

Por último, ante el escenario que vivimos con el coronavirus, no de otra queda más que hacer un llamado de abstenerse a hacer RT, copiar y pegar o compartir artículos o declaraciones falsas o sin fundamento.

Desde que, como ciudadanos adquirimos un dispositivo que puede conectarse a la red, se enfrenta la misma responsabilidad que tiene el editor de una publicación o del director de un medio de comunicación al determinar qué se debe o no publicar. Así como se cuida lo que deben ver y no los niños, debemos ser más cuidadosos con que vemos nosotros. No se trata de algo menor: al amplificar rumores, falsedades, verdades a medias o malas traducciones afectamos la vida real de alguien o incluso el destino de las naciones. Bajemos el arma, no desenfundemos el teléfono con odio.

Todos tenemos una responsabilidad, no sólo los medios periodísticos o los periodistas, también los ciudadanos.