Hoja por hoja
Nuestra era, así comenzó
Narra San Mateo en su Evangelio (Mt 2:11-23) que, una vez efectuada la matanza de los niños inocentes, los Mago de Oriente fueron “avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”. En tanto, un ángel apareció a José, en sueños también, y le dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo”. Y él (José) despertando, tomó de noche al niño y a su madre, (María) y se fue a Egipto.
Ese pasaje revela varios detalles interesantes para la historia del cristianismo, sobre la aún interdependencia entre Israel y Egipto que data desde el Génesis y el Éxodo y la cercanía entre esos pueblos, que tenía acceso cercano y directo (Moisés tardó 40 años en hacer legar a sus tribus porque tuvo la infeliz ocurrencia de bajar y bordear al sur toda la península del Sinaí). Revela también que José, María y Jesús formaban una familia unida y solidaria, que el santoral de la Iglesia ha denominado acertadamente Sagrada Familia. Pero a la vez, ese tramo del evangelio no revela cuánto tiempo estuvieron en Egipto, pero sí menciona que muerto Herodes (suponemos año 4 a. C., pero habría que verificar porque algunos datan la muerte en 6 d.C).
Después de esos acontecimientos José decide trasladarse con su familia a Nazareth, donde transcurre la infancia de Jesús y de ella sólo se sabe el famoso pasaje del “niño perdido”, como lo narra San Lucas en su Evangelio (Lc 2:41-52) que, habiendo ido la familia a Jerusalén a la festividad de pascua, a su regreso José y María notaron la ausencia de Jesús, que fue finalmente hallado en el templo y discutiendo con los doctores de la ley. Jesús tenía 12 años. De ahí se da el salto hasta su vida pública, a los 30 años, cuando fue bautizado por su primo Juan, el bautista, que se alimentaba de langostas y miel silvestre (Lc. 3:1-22), personaje importante en los evangelios pero que, según se entiende, tenía su propio grupo de discípulos y no se sabe que tuviera contacto verbal directo con Jesús. Lo consecuente es que, por razones de contemporaneidad y parentesco, pudieron haber predicado juntos la venida del Reino.
¿A qué todo esto en un mundo secularizado? Simple y sencillamente porque las culturas de occidente herederas de la traza imperial romana, de la antigüedad clásica griega y la religiosidad de Israel, inician el primer día de enero su año nuevo, diferente de la misma datación judía o del calendario musulmán, justamente hoy, en el calendario gregoriano que rige desde 1582 al mundo cristiano (aunque Inglaterra lo adoptó hasta 1752 debido a su rebelión anglicano-protestante; y Rusia soviética hasta 1918).
Así que, a pesar de ridículos intentos de modificar o destruir el calendario gregoriano, especialmente con el calendario revolucionario o republicano de la Francia de 1789, ya hasta la lejanía de oriente, China y Japón incluyendo Taiwán, Vietnam, Corea del Sur, Singapur y demás tigres asiáticos, rigen sus actividades con la datación occidental cristiana, no se diga las muy comunistas Cuba, Venezuela o el desquiciado gobierno de Nicaragua.
Sea pues hoy, domingo primer día de enero y del nuevo 2023, motivo de consideraciones personales y colectivas, familiares y sociales, para aceptar, comprehender y agradecer que, a casi una cuarta parte del siglo XXI, estamos vivos, festinando logros y avances, resistiendo malestares y dando testimonio en derredor nuestro que hay alicientes esperanzadores de tener un mundo de paz, de equidad y de conciliación. ¡Feliz Año Nuevo! Dixit.