Revolución olvidada y persecución
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Revolución olvidada y persecución

 


Hace 112 años una revolución tenía fecha de inicio, la había fijado Francisco I. Madero. Pero en Puebla la familia Serdán se adelantó dos días y cayeron como las primeras víctimas de una inspiración que llevaría a México a una desastrosa etapa de luchas facciosas. 

Es casi un credo político y de la historia oficial, considerar a Madero como “apóstol de la democracia” porque, se dice, se empeñaba en que nuestro país fuera movilizado y gobernado por el esfuerzo ciudadano. Se critica a Porfirio Díaz por haber provocado una revolución, la llamada de Tuxtepec en 1876, y al ganar la revuelta se encumbró en el poder a partir de 1877. El general Díaz, héroe nacional que sostuvo al país durante la intervención francesa y el Segundo Imperio, ascendió a la presidencia por el voto indirecto, como se acostumbraba en esos días del caos que habían dejado Juárez y Lerdo de Tejada; es decir, con rigor constitucional de 1857, se legitimó en el poder.

Madero hizo exactamente lo mismo que Don Porfirio: convocó y encabezó una revolución, llegó a acuerdos con el gobierno federal (Tratados de Ciudad Juárez) y luego emprendió una campaña supuestamente democrática para ser votado en elecciones extraordinarias (1 y 15 de octubre de 1911). Ganó con el 99.27% de la votación (19,997 votos) en unos comicios organizados por el equipo mismo de Madero (no existían órganos electorales y mucho menos autónomos). Ganó con ese escaso número y nadie discutió las cifras, atrás de su Partido Constitucional Progresista (del que nadie sabe ni se acuerda, era uno de tantos desarreglos políticos en medio del caos) estaba la Casa Blanca, que ansiaba la caída de Porfirio Díaz por haber negado un acuerdo comercial con Estados Unidos y por haber favorecido las inversiones europeas, especialmente en petróleo y minería.

Madero tomó posesión de la presidencia el 6 de noviembre de 1911, a sólo 22 días después de su triunfo electoral. Cayó el 19 de febrero de 1913, por el artero golpe traicionero de victoriano Huerta, quien lo asesinó y despojó a México de un gobierno civil.

Sólo 15 meses ocupó la presidencia el señor Madero. Un espacio muy corto para valorar si iba a ser un buen presidente. Entretanto, llenó el gabinete con parientes y amigos y su gobierno fue considerado ineficiente y hasta “contrarrevolucionario”, por eso Emiliano Zapata lo desconoció y le declaró la guerra (Plan de Ayala 28 noviembre 1911), iniciándose una nueva etapa de conflicto que el pobre Madero no iba a superar. También en su corto período, las arcas y finanzas nacionales, las que Díaz había dejado saludables, fueron derrochadas y debilitando al gobierno y al Estado. Para entonces, la Casa Blanca daba las espaldas a Madero y se consumaba el “pacto de la embajada”, cuando Henry Lane Wilson, embajador gringo, sentenciaba al presidente.

No es posible saber qué planes tenía Madero de cumplir su período presidencial (que desde 1904 era ya de 6 años). ¿Respetaría la “no reelección”, lema de su campaña?, ¿Trataría de reelegirse como lo hizo Porfirio Díaz? No hay para eso respuestas, pero es evidente que en su breve presidencia poco hizo y poco podía hacer, sin embargo, se le ha encumbrado sólo por un lema y por la revolución que convocó y luego siete años de desastrosa guerra civil, traiciones, inestabilidad política, crisis económica y vandalismo.

La revolución mexicana trajo al país pobreza y caos. Hubo que esperar dos decenios para que hubiera estabilidad y la recuperación económica fue lenta y se recuperó a partir de la Segunda Guerra Mundial, por la demanda de nuestros bienes primarios y luego el auge de posguerra que logró un largo período de mejora y estabilidad especialmente entre 1954 y 1970.

México entró a la democracia real en la década de 1990, al fundarse y operar el Instituto Federal Electoral, conformado por ciudadanos y con autonomía de gestión. Convertido en Instituto Nacional Electoral en 2014, ha sido garante de elecciones limpias y tratadas con absoluta imparcialidad. Hoy en día, en un movimiento torcido y antipatriótico, se quiere exterminar al INE y humillar a la nación con un régimen totalitario, unipersonal, despótico y sencillamente destructivo. Dixit.