Marchar, marchar
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Opinión

Hoja por hoja

Marchar, marchar

 


Hoy domingo 13 de noviembre, en más de 45 ciudades de la República, vox populi saldrá a manifestar y a expresar su opinión. La de México es una sociedad harta y colmada hasta la saciedad del discurso presidencial; de esa voz cacofónica de larguísimas pausas que desembocan en burla, insulto, vituperio, agresión, denostación, descalificación y el desprecio por un pueblo que, aunque no haya votado en su mayoría por él, esperaba un estadista, un dirigente que por lo menos conociera, si no es que dominara, la lengua castellana. La cauda de vocablos dichos con una fuerte carga de resentimientos, se caracteriza por omitir la pronunciación de la letra “s”, una de las más frecuentes en nuestro vocabulario, y sustituirla por la “j” y, en esas ricas palabras derivadas del latín que terminan en “d”, omitir ésta y quedaron con la “falsedá”, si bien cuando hay un apuntador invisible, se usa la “t” como en “universidat”, ese recinto que da para todo.

La historia de México no consiste en los resúmenes y crónicas sesgadas, que omiten la verdad y que son tomados de los libros de texto gratuitos, que sólo tienen una línea de predicación ideológica, para hacer de quien los ha leído a ojo de pájaro, una guía canónica y doctrinaria que debe inyectarse a la ingenuidad popular en sesiones interminables donde la principal protagonista es la mentira, acompañada de la distorsión.

Gobernar a una nación de más de 130 millones de personas, requiere más que un gabinete madrugador, que supuestamente resuelve de 6 a 7 de la mañana los gravísimos problemas de inseguridad. Lo cierto es que ocurre todo lo contrario a piso de tierra asesinatos, sean de hombres o de mujeres, magnificados algunos según el interés político, desdeñados otros por la incapacidad para solucionar los problemas de prevención, la actividad policiaca y los incuestionables errores en la procuración y administración de la justicia, estos dos factores diluidos en la irresponsabilidad de la prisión preventiva, justificada o no, para establecerse en un mar infinito de procesos y procedimientos legales que se estancan en las llamadas hoy “fiscalías” (copia de lo que ven en las películas gringas) y en las instancias de tribunales, cuyas resoluciones por lo visto a nadie satisfacen.

No hay duda, el número de muertes en estos cuatro años de “transformación”, supera las cifras de cada uno de los tres sexenios anteriores. Ya son más de 138 mil muertes por homicidios dolosos, pero nada se hace si no por enredar 43 brutales asesinatos atribuidos erróneamente “al Estado” (pero quisieran poner al “anterior Estado” porque, eso sí: “somos diferentes”) y que está conduciendo a encontrar no el hilo de la verdad, sino el cúmulo de mentiras disfrazadas de hipótesis para inventar culpables al gusto de una tendencia ideológica, no de justicia.

Hoy marcharemos por la defensa de una institución autónoma: el Instituto Nacional Electoral, el mismo que desde 1997 ha garantizado lealmente los resultados electorales. Las viejas pretensiones de fraude parecen haberse extinguido. Pero el gran pretexto por el que desde la presidencia se señala, se enjuicia y se condena al INE es por las elecciones presidenciales del año 2006, cuando ganó por escaso margen Felipe Calderón Hinojosa, el enemigo mortal número uno del régimen actual. Jamás se ha demostrado ese “fraude”, que de haber sido cierto y de haberse revertido el resultado, tendríamos un presidente transformador desde año y ya llevaría 16 años en el poder: ese es el dolor.

Un mal día, al presidente se le ocurrió fijarse un salario bajo, tal vez porque dice que “gobernar es muy fácil”, degradando con ello la tarea más importante en la política. Luego, obliga a que nadie gane más que él, humillando a quienes por la complejidad de sus trabajos deben cumplir resultados en un ente complejo que es la gobernación de un país.

Nos queda por ahora caminar, marchar, a pesar de la docena de insultos proferidos, que ofenden al ser humano, al Estado mexicano y en especial a las libertades pública. Dixit.