Soberanía malentendida: diplomacia “Chico Che”
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Soberanía malentendida: diplomacia “Chico Che”

 


El poder presidencial es una voz autoritaria, intolerante e intransigente difundida todas las mañanas; esa voz afirma reiteradamente que la participación de empresas extranjeras es violatoria de la soberanía nacional. Más grave que eso, vehementemente califica como “traidores” a quienes simpaticen con la inversión extranjera, sin ver y sin considerar (o por desconocer) que esas empresas crean empleos directos e indirectos, contribuyendo al crecimiento, a la estabilidad de la economía y al comercio exterior. No sólo los llama traidores, sino corruptos a esos negocios que arriesgan sus capitales en el país, reciben el señalamiento de “empresas voraces acostumbradas a robar”. Hay más: el término “conservadores” es repetido ad nauseam y propinado a toda persona que no esté de acuerdo en lo mínimo con las ideas dispersas que surgen día con día, en un ejercicio de pobreza lingüística, que algunos dicen disfrutar pero que, quienes entienden y tienen escolaridad e información, más bien la sufren.

En la cúspide del poder gubernamental se desconocen, se desprecian y se violan los principios constitucionales y se soslayan los códigos, las leyes y las normas administrativas. Una frase que resume esto fue aquella infausta expresión “no me vengan con que la ley es la ley” y, otra peor: “no me vengan con el cuento de la ley”, que contrastan con otra que repite y no cumple: “al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie”.  Para el poder la ley es un simple cuento y un asunto banal: tiene una visión pervertida de la justicia, rompe con el estado de derecho y con la supremacía de nuestro orden jurídico, es decir, con nuestra soberanía.

Hay más: los tratados internacionales que suscriben los gobiernos, son vinculatorios (como hoy se dice), es decir, son de cumplimiento recíproco y obligatorio para las partes; son compromisos sujetos al orden legal internacional.

Más serio y grave: el gobierno actual, suscribió el Tratado México-Estados Unidos-Canadá, que entró en vigor el 1 de julio de 2020. El titular de nuestra presidencia, viajó a Washington D. C. y fue recibido pomposamente por aquel Donal Trump, el mismo que ha ofendido a México y que mantiene amistad y elogios mutuos con el residente del Palacio Virreinal. En cambio, de Joe Biden se hace mofa, escarnio y se le aburre con un inútil discurso en la Casa Blanca. Hoy se quiere incumplir con los compromisos del TMEC alegando “soberanía”.

A diario escuchamos el vocablo “soberanía”. Se invoca, se sublima, se “defiende” (contra nada) y de manera injusta se llega a incluir al General Porfirio Díaz entre los traidores a la patria. Sin duda, las lecciones de historia del libro de texto gratuito, no enseñan que fue Benito Juárez el presidente que más comprometió la soberanía mexicana, no sólo con el Tratado McLane-Ocampo (14 diciembre 1859), que ofrecía comedidamente a Estados Unidos el uso permanente del Istmo de Tehuantepec y también el corredor noroeste en Sonora hacia el Mar de Cortés, al final se quedarían los gringos con esos territorios. Ningún otro presidente mexicano cayó en una vergüenza y traición semejantes.

El presidente dijo que le iba a proponer a Joe Biden, crear una unión integradora en el continente americano, semejante a la Unión Europea. Es seguro que ninguno de sus asesores le explicó que, al participar en acuerdos de integración, se deben ceder espacios soberanos mutuamente y compartir principios como unión aduanera, libre comercio, libertad de tránsito, unión monetaria e inversión extranjera y homogeneidad económica, algo que desprecia nuestro primer mandatario, quien con urgencia requiere asesoría en materia económica, jurídica, diplomática y educación formal.

En suma, hay mendacidad, falacia y falsedad. No hay traidores, ni corruptos, ni conservadores, ni empresas ladronas. Lo único que hay es inquina, resentimiento social, ignorancia y tergiversación de la política, llevada ésta a niveles de bajeza extrema.


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