1821 la Independencia: ¡Que alguien le explique!
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1821 la Independencia: ¡Que alguien le explique!

 


El Salón Tesorería ubicado en el lado norte del Palacio que fue de los Virreyes, se ha convertido en una carpa con tandas matutinas o mañaneras, donde a diario, sin boleto pagado, podemos escuchar juicios temerarios, insultos, acusaciones, sentencias, condenas, invitaciones a la desunión, distorsiones de la historia, arengas y discursos llenos de prejuicios, ataques xenofóbicos, invectivas vitriólicas contra adversarios inventados; donde se pontifica sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos; se dicta cátedra de odio y se fijan las nuevas reglas para el empobrecimiento de la población mexicana; se lanzan denuestos contra la clase productiva y pagadora de impuestos: la clase media; se persigue a científicos enumerando “crímenes” de infamia que hacen palidecer a los verdaderos delincuentes: los narcotraficantes, los secuestradores, homicidas; es un foro donde se exhibe lo absoluto de un poder arrancado de una democracia que parece destinada a su destrucción; es una patíbulo donde la libertad es degollada en aras de una dictadura en ciernes.
Todo eso y mucho más, es lo que no deseaban los verdaderos próceres que en 1821 lograron la independencia de México por la vía pacífica, de la concertación y la conciliación: la rebelión que persistía en el sur, con Vicente Guerrero a la cabeza, cedía al impulso unificador del Plan de Iguala que propuso Agustín de Iturbide. De ahí surgiría nuestra bandera de tres colores, pero en su versión original, con tres franjas en diagonal: la primera, blanca, que simboliza la religión: la católica, como única del Imperio Mexicano, acogiendo los deseos de Morelos que plasmó en los Sentimientos de la Nación y en la Constitución de Apatzingán. La segunda franja, verde, simbolizando la Independencia. La tercera, en rojo, supremo símbolo de unión de todos los pueblos que habían conformado la Nueva España: indios de todas las etnias, mulatos, negros, mestizos, criollos, peninsulares y todas las castas.
Tal vez nadie se atreve a explicarle al orador cotidiano de Palacio, que Iturbide, criollo (descendiente de españoles), fue el artífice de lo ocurrido en Acatempan; que Iturbide fue el primer gobernante del México independiente; que fue traicionado y ejecutado de la manera más injusta.
Tal vez nadie le ha dicho que el Himno Nacional, en su versión original, incluía una estrofa eliminada por la furia oficialista que decía: “Si a la lid contra hueste enemiga/nos convoca la trompa guerrera,/de Iturbide la sacra bandera/¡Mexicanos!, valientes seguid.

Tampoco le han explicado que la música de nuestro himno fue compuesta por Don Jaimé Nunó: excelente músico español radicado en México.

Hace pocos días dijo que “los españoles trajeron la viruela, pero no trajeron la vacuna”. Nadie le ha dicho que en 1519 y 1521, años de la exploración y conquista, no había vacunas en el mundo. Omitió decir que trajeron la lengua en que nos educaron y nos entendemos (bueno, no todos la dominan).
Nadie le ha dicho que un médico español, trajo de España la vacuna contra la viruela a finales del siglo XVII, una vez descubierta: el doctor Francisco Javier Balmis se propuso vacunar a la toda población de México.
Nadie le ha dicho que en el continente que quiere “unificar como la Unión Europea”, se habla predominantemente el idioma o lengua española, gracias a la inculturación que nos legó la Madre Patria. Tampoco le han explicado que la integración económica requiere cinco etapas y deben darse en países de economías homogéneas, sin tanta disparidad entre pobreza y riqueza: 1. Zona preferencial, 2. Zona de libre comercio, 3. Unión aduanera, 4. Mercado común, 5. Unión monetaria. ¡Pero sobre todo, deben ser países con democracia!
En suma, la improvisación, el desconocimiento de la administración pública, el desdén por el orden legal, la distorsión de los hechos, el resentimiento social, el odio y la convicción de una inferioridad no superable, son la marca de la casa. A 200 años: ¡Viva México! Honor a Iturbide.