Banco de México: el atentado
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Banco de México: el atentado

 


El Banco de México es una institución de gran solidez y prestigio en México y en el mundo. Creado en 1925, hoy está sometido a un peligroso embate político. Revisemos el contexto.

El Banco de México —en los términos de los acuerdos internacionales— es el Banco Central de la nación. Opera conforme a los principios para este tipo de instituciones, que tienen las siguientes atribuciones y facultades: emisor único de billetes y monedas; regulador de la circulación monetaria; agente financiero del gobierno federal; prestamista de última instancia de la banca comercial; custodio de las reservas internacionales; formular la Balanza de Pagos. Es autónomo conforme al Artículo 28 constitucional (párrafo sexto), por lo cual no es parte de la administración pública federal.

Se rige por la Ley del Banco de México, que en su Artículo 1º le da también el carácter de institución autónoma. En su Artículo 3º se definen las funciones que debe desempeñar, como las arriba señaladas, además de participar en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y organismos del sistema financiero mundial en que participen los bancos centrales, como el Banco Internacional de Pagos (BIP). Lo preside la Junta de Gobierno: un gobernador y cuatro subgobernadores, designados en períodos discontinuos y deben ser ajenos a partidos e interese políticos (Artículo 43 de su Ley). El nivel académico y técnico del personal del Banco de México, es de los más altos en el país: una élite profesional provechosa. El Gobernador del Banco de México, representa a México en las Juntas de Gobierno del FMI y del BIP.

Las reservas monetarias en custodia del Banco de México ascienden hoy a 194 mil millones de dólares y están constituidas por oro y divisas (monedas fuertes), invertidas en bancos foráneos de firme respaldo y son pasivos contables. El grande e importante papel de las reservas, es darle valor y soporte al peso mexicano: si declinan las reservas, el peso se debilita y se devalúa frente a monedas como el dólar, principal divisa de nuestras transacciones. Por ello, son perversas las intenciones de utilizar las reservas para el gasto público o para saldar la deuda pública: se provocaría un derrumbe del régimen cambiario y un proceso inflacionario de graves consecuencias, colapso de la economía y moratoria de créditos internacionales, como ocurrió en 1982.

Las divisas extranjeras que componen la reserva, deben provenir de fuentes lícitas: transacciones comerciales, crédito externo de la banca mundial, de tesorerías nacionales o de organismos financieros internacionales, que tienen medios para identificar dinero procedente de la delincuencia.

Pero en los tiempos políticos actuales de México, están surgiendo ideas que atentan contra la integridad y autonomía del Banco de México, como la iniciativa de dos senadores de Morena (Monreal y Armenta), que por ignorancia del sistema financiero internacional, en el mejor de los casos, o por perversidad, intentan alterar facultades del Banco Central, al pretender que reciba e incorpore a la reserva internacional, dólares sobrantes de la banca y casas de cambio, que pudieran provenir de fuentes ilícitas: lavado de dinero y crimen organizado, lo cual provocaría el bloqueo mundial a la reserva, y violación de acuerdos internacionales con otras agencias y bancos que regulan la circulación monetaria. Señalan, como argumento infundado, que con esa medida se apoyaría a los trabajadores mexicanos en el extranjero, pero las remesas que éstos envían al país, llegan en un 99 por ciento, por vía electrónica y no en efectivo. Pero el fin parece ser subordinar el Banco de México al gobierno. El presidente dijo que lo “dominaban los tecnócratas” (tal vez quiera ideólogos en su lugar, ¿o implantar el control de cambios?).

Este asunto tan delicado, originado por una infortunada ocurrencia, debe pasar por la Cámara de Diputados para su aprobación. La sensatez aguarda lo que se vaya a ocasionar, con la esperanza de que la luz del entendimiento ilumine a los legisladores, tan influenciados negativamente por directivas políticas torcidas.