“El Padrino” Cienfuegos. Enigmas
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Hoja por hoja

“El Padrino” Cienfuegos. Enigmas

 


  • A 154 años del triunfo en La Carbonera, 1866
  • Honor al General Porfirio Díaz, soldado y patriota

No me refiero a la famosa novela de Mario Puzo, ni a los filmes de Francis Ford Coppola. Esta vez el protagonista no es Vito Corleone o su hijo, Michael, elevados ya a los altares del cine de culto. Esta vez protagoniza la puesta en escena un General de División del ejército mexicano, quien fuera durante seis años el de más alto rango. Su gorra y charreteras ostentaban un águila y cuatro estrellas. Por su estatura y rostro pétreo, podría lucir como uno de esos mariscales de campo nazis en plena Operación Barbarroja.

Pero la historia de los generales mexicanos de los siglos XX y XXI no se distingue por las guerras y combates contra países enemigos o “masiosares” del patrioterismo, sino por las luchas llamadas “intestinas”, 1910-17 (Revolución), o bien 1926-29, cuando la furia anticlerical del Estado hizo correr sangre de campesinos mexicanos en el Bajío y Occidente a manos del ejército, formado irónicamente también por campesinos.

Hubo furia entre generales, Serrano, Gómez, Escobar, Cedillo y algunos más querían ocupar no cabezas de puente, sino la preciada silla del Palacio Virreinal. Fueron cayendo en Huitzilac y otros sitios a modo de los poderosos: a balazos. Calles y Obregón eran generales hechos en la improvisación, como también Cárdenas. Sus méritos, si se les puede llamar así, eran los residuos de la intriga, del cuartelazo, del coup d’Ètat, de la asonada, del correr de sangre y de la ambición. Luego, 1968, en San Ildefonso y en Tlatelolco, algún general (juchiteco por más señas), se “cubrió de gloria” al servicio de un viejo general “enriquista”, García Barragán, que hacía las funciones ministeriales de la Defensa, con Díaz Ordaz (el misterio, de Tlacolula y Chalchicomula).

Pero en el drama hoy llamado por los gringos “El Padrino”, narra la corta historia de una detención en aeropuerto californiano. Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional 2012-2018 es capturado sorpresivamente por instrucciones de la Drug Enforcement Agency, la temible DEA. Supuestamente no hubo aviso previo al gobierno mexicano. Sigilosamente las policías de aquel lado esperaron que pisara suelo americano: sin duda había un cuidadoso rastreo de los pasos del general que ingenuamente cayó en la ratonera. Allá no se ocupan de “consultas al pueblo bueno” para aplicar la ley, ni distraen a la Suprema Corte en nimiedades anticonstitucionales.

Pero hay dudas. Es sabido que Cienfuegos no era de las simpatías presidenciales. Tuvieron enfrentamientos y diferencias declaradas. Es incomprensible que la sección de Inteligencia Militar de la SEDENA desconociera los fuegos del general. Y si había informe ¿Por qué no le dieron el pitazo? Se supone que la Fiscalía General de la República o el anterior CISEN tienen información privilegiada, secretísima de las andadas de cualquier personaje público. ¿Donald Trump sabía de esa detención y no la compartió? ¿Donald Trump y el gobierno de México estaban de acuerdo en callar ese operativo? ¿La División Antidrogas de la Guardia Nacional no estaban enteradas que un generalote estaba vinculado y era cómplice de grupos delictivos? Y así, pueden seguir las interrogantes, las dudas, las sorpresas.

En el tablero nacional, por lo pronto, la figura del Ejército queda disminuida. Se acabó su halo de pureza. El Ejecutivo reafirma su papel de jefe supremo y dispone la expulsión de militares relacionados con Cienfuegos. Se borrarán los códigos, protocolos, el servicio de carrera especializado por jerarquías y ascensos. Habrá una facción de generales leales (recordemos que se exige “lealtad ciega”) y a ellos se les seguirán confiando tareas que debería realizar un gobierno civil. No se tenga duda: la militarización es una realidad en México. Por eso no importan las aptitudes o la inteligencia en el ramo civil, sometido a esa ceguera exigida y expresada como incorruptible, aunque hieda a podredumbre.

EXTRA: Hoy, hace 154 años, un joven General, comandante del Ejército de Oriente, vencía en La Carbonera, a fuerzas austro-húngaras. Porfirio Díaz ganó sus estrellas en combate, siempre al frente de su tropa, heroicamente. Era el siglo XIX y México tuvo que luchar entonces sí, contra enemigos externos.