Prensa y libertad ¿En riesgo?
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Prensa y libertad ¿En riesgo?

 


“La libertad de prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad, y nunca puede ser restringido sino por gobiernos despóticos.” Esta frase fue aprobada por la Asamblea General de Virginia en 1776, durante la guerra de independencia de las Trece Colonias inglesas de América del Norte; dando lugar a la famosa Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza desde entonces la absoluta libertad de prensa y de expresión: prohíbe al Congreso de esa nación, legislar en contra de esas libertades incluyendo la de creencias religiosas.

La defensa de la libertad de expresión en Estados Unidos, ha sido una de las grandes banderas de su ideario democrático. Cuando se ha atentado contra los grandes fundamentos libertarios, han ocurrido sonados juicios en tribunales y se han escrito libros, se han filmado películas que reviven los ataques y las maneras en que la prensa libre se ha defendido, saliendo siempre triunfante.

En 2017, la filmografía americana se enriqueció con una cinta de Steven Spielberg, “The Post: los oscuros secretos del pentágono”. Es una versión real de un hecho protagonizado por el diario The Washington Post, cuando a raíz de una publicación en otro diario famoso: The New York Times, se revelaron secretos de Estado relacionados con la participación e intervención de los Estados Unidos en Vietnam. Una profunda investigación ordenada por Robert McNamara, secretario de Defensa, con Kennedy y Johnson, que abarcaba desde la época de Truman: cinco presidentes involucrados en el sacrificio de soldados, sabiendo que esa guerra se perdería. Richard Nixon quiso enjuiciar a ambos diarios, en contra de la Primera Enmienda, pero salió perdiendo no sólo por eso, sino después por el caso Watergate, difundido también en otra película famosa de Alan J. Pakula: “Todos los hombres del presidente”.

La sabia decisión de la Corte juzgadora declaró esto, que debe ser un aforismo: “La prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes”. Los jefes de Estado de todo el mundo deberían aprender esa sentencia y respetarla sin reservas.

Hace 68 años, Richard Brooks dirigió a Humphrey Bogart en la cinta “El cuarto poder”, esa vez un lío familiar y un ataque de la mafia, obligaba al cierre de un periódico (que veladamente era The Washington Post), pero lo sobresaliente es la lucha por la libertad de revelar verdades, sean de maleantes o del gobierno.

Los principios liberales y democráticos de los Estados Unidos se mantienen en vigencia, si bien el actual presidente Trump ha emprendido una brutal ofensiva contra medios impresos, radio, televisión, más columnistas y articulistas critican su actuación.

En México, esos principios fueron copiados en los textos constitucionales vigentes y desde el pronunciamiento liberal de 1857. Pero la simple o arreglada imitación, no han sido garantía de su respeto: en nuestro país son numerosas las muertes por homicidio de periodistas y la ofensiva verbal junto con acciones de dudosa legalidad, contra medios impresos. No sólo se han imitado textos legales, sino aún actitudes desde las alturas del poder como en nuestro poderoso vecino.

En estos meses, semanas y días, hemos escuchado frases referidas a un medio escrito: “pasquín inmundo”, parte del “hampa del periodismo”, “no hay en México periodismo profesional e independiente”; con otras adjetivaciones que claramente faltan al respeto de los principios de libertad y demeritan la investidura del poder. En la misma línea han estado publicaciones notables por su rico contenido crítico: “Nexos” y “Letras Libres”, y sus directores agraviados burdamente y hasta como vividores del erario. El culmen ha sido lo que un individuo nacido en el extranjero, director de la que fuera brillante editorial gubernamental, pide la expulsión de México de los editores de esas revistas; todo en medio de una persistente campaña oficial contra los medios, en semejanza con lo que Donald Trump emprende en su país.

Tal parece que la aspiración del poder político es tener diarios como los cubanos Granma o Juventud rebelde o aquellos del añorado oficialmente régimen soviético: Pravda e Izvestia, verdaderas vergüenzas de gobiernos despóticos. Repitiendo: “La prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes”.