Presidencia imperial, el “Reprise”
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Presidencia imperial, el “Reprise”

 


Narciso Reyes “Chicho”, “Juan Diego”, se fue antes de tiempo. Ya te alcanzaremos

“Hay plumajes que cruzan el pantano/ y no se manchan… ¡Mi plumaje es de esos!” son versos del poema A Gloria, de Salvador Díaz Mirón. Casi textual lo expresó el presidente de México refiriéndose a su persona el viernes 21 de agosto.

En 1997 se publicaba La presidencia imperial – Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996), (Tusquets), del historiador Enrique Krauze, volumen con el que culminaba la serie que comenzó con Siglo de caudillos (Tusquets 1994) y continuaba con Biografía del poder, (Tusquets 1997); una serie bibliográfica imprescindible para el conocimiento de la historia del poder en México desde mediados del siglo XIX hasta finales del siglo XX. Los dos últimos volúmenes describen lo que esta generación vivió durante las décadas en que el Poder Ejecutivo en México, se sintetizaba y sublimaba en una figura: el presidente de la República, personaje omnímodo, absoluto y total, bajo cuya voluntad se sometían no sólo sus subordinados, sino también todas las instituciones y los otros poderes del Estado, Legislativo principalmente, y el Judicial. Mandatos férreos que convirtieron a los presidentes mexicanos es una suerte de monarcas infalibles, impolutos (su plumaje no se manchaba, ni se tocaba), reviviendo aquella etapa de los tlatoanis mexicas, elevados a la divinidad, como solían considerarse también a los monarcas imperiales del Viejo Mundo o del Extremo Oriente.

En el elenco de presidentes de corte imperial, debe partirse de Juárez, precursor del mando total, de la gobernación por decreto o por “facultades extraordinarias” que le concedía una legislatura a modo, sometida y sojuzgada por la fortaleza de un presidente intolerante e intransigente. Luego, el héroe militar Porfirio Díaz, se hace también del poder indiscutible para intentar consolidar a una República que sólo existía en el papel y que estaba urgida del rescate económico.

Pero la gran fortaleza en el siglo XX de los presidentes, se da a partir del “Caudillo” Álvaro Obregón (1920-1924) pero especialmente, a la muerte de éste, el “Maximato” de Plutarco Elías Calles, que impuso a cuatro presidentes: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y nada menos que a Lázaro Cárdenas. Calles dominó la escena política mexicana de 1924 hasta 1936, cuando Cárdenas se rebeló y se despojó del absolutismo que había impuesto “El Turco”.

Hubo un impasse tranquilo con Ávila Camacho (1940-1946), pero a partir de 1946, con Miguel Alemán y el ascenso de los civiles al poder, el presidente se torna en una nueva deidad, a la cual se debe alabar, ensalzar y elevar a los altares cívicos de la patria. Díaz Ordaz encarna un absolutismo político con licencia para matar. Luis Echeverría era la encarnación de una divinidad fundada en el populismo y en la ignominiosa forma de desgobierno. López Portillo, en su adicción a las frivolidades, terminó con despedazar la economía, sin que nada ni nadie se opusiera a designios imperiales de los que se sentía heredero. Saltándonos hasta Carlos Salinas de Gortari, queda claro que fue el último de la dinastía imperial del PRI. Ernesto Zedillo impuso una manera modesta de mando y fue realmente el soporte de la alternancia democrática. Después de Salinas, ya no hubo presidentes emperadores. Pero el olvido, la displicencia, la falta de educación cívica y el engaño, permitieron que las cosas volvieran a ser como en tierra de tlatoanis, o de Juárez o de Echeverría.

Ya en este siglo XXI esperamos un cuarto volumen de la serie de Enrique Krauze. Las cosas en política dan para ello. Tal pareciera que se adelantó bien al publicar El pueblo soy yo (Debate 2018). Aires imperiales soplan como huracán en este México que se transforma hacia el retroceso.

En cuanto a Díaz Mirón y su poema, nos recuerda el aforismo “Alabanza en boca propia es vituperio”.

EXTRA: Hoja por Hoja se solidariza y se anexa con NEXOS y con su director Héctor Aguilar Camín. Sin duda su franca opinión sobre los acontecimientos políticos del momento, condujeron a una sentencia cuyo contenido real es la intolerancia, la represión y el camino para coartar la libertad de expresión.