De principios y valores
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De principios y valores

 


Ha costado siglos a la humanidad, a gobiernos y a sociedades, construir y hacer valer, códigos y leyes dedicados a la búsqueda del buen comportamiento de los seres humanos. Desde el código de Hammurabi en Mesopotamia, pasando por el Decálogo del Sinaí, agregando otros ordenamientos morales, civiles y hasta político, cruzando por el Derecho Romano, la Carta Magna inglesa, el mismo catecismo de la Iglesia Católica, el Código Civil napoleónico y tantas y tantas legislaciones en todo el mundo. Son incontables y algunas han sido desechadas por parecer injustas conforme los criterios de las monarquías, los imperios y de los regímenes gobernantes. Otras tiránicas, se van imponiendo.

Pero, así como ha costado siglos, en estos mismos espacios temporales no han dejado de ocurrir guerras, persecuciones, genocidios, tiranías y toda clase de males y de maldades. Se ha derramado sangre y sigue derramándose. Las guerras parecen ser uno de los designios y destinos de la humanidad. Los asesinatos parecen parte de la naturaleza humana y las leyes se van “adaptando” y van “tipificando” los delitos llenando códigos y leyes de nombres y adjetivos: según género, según color de piel, según edad, según nacionalidad y según centenares de calificaciones y clasificaciones y, lo que es peor, a criterio de grupos de interés que pretenden movilizar la acción colectiva en beneficio de intereses a veces perversos, como ahora nos ocurre en México y en el mundo.

Recurro frecuentemente a citas del gran humorista español Enrique Jardiel Poncela, cuyas novelas son modelo de una sabia utilización del lenguaje escrito. A pesar de que nos hacen reír, también nos hacen reflexionar sobre la conducta humana en su fina ironía. Pero los prólogos que dedicó, contienen apreciaciones y reflexiones muy serias sobre el comportamiento que parece ser la regla de vida en las sociedades primitivas y actuales. Escribió en el prólogo de La Tournée de Dios, que “Todo el mundo se aborrece y murmura y calumnia, y cada individuo se atrinchera en sí mismo para poder descargar su odio sobre los demás. El bueno es tonto; el malo, un monstruo; el que oculta la verdad, un hipócrita; el que la hace ostensible, un cínico…Al que triunfa se le considera como a un bandido o un farsante y al que fracasa como un miserable o un incapaz. El que ultraja es un canalla, pero el que se deja ultrajar es un cobarde. Si estás de acuerdo con los demás dirán que eres tonto; si les compadeces te llamarán fatuo o engreído; si les discutes te odiarán, pero si te burlas de ellos con sarcasmos y risas afirmarán que eres un amargado. Rico te despreciarán por burgués; pobre te despreciarán por inútil…” “Si el creyente es un farsante, el ateo lo es muchísimo más. Es creyente es capaza de decir ‘yo creo’ dirigiéndose sólo a su propia conciencia. Peo cuando el ateo dice ‘yo no creo´ se dirige siempre a un público.”

Parece no haber cambios. Se habla de paz y la guerra es una constante mundial. Se habla de igualdad y lo que ocurre es que cada vez se fragmentan más las sociedades, no sólo en criterios políticos o en confesiones religiosas, sino en la esencia misma del ser humano, declarándose en forma persistente y como imposiciones de minorías manipuladas, todo tipo de divisionismo y clasificaciones. Se pretende homologar hasta biológicamente a hombres y mujeres, pero se inventan designaciones al asesinato como el caso “feminicidio”, pero en la otra cara de la moneda quieren que no haya diferencia entre hombre o mujer, sin que en este caso haya un equivalente como “androcidio” (ya que el término “homicidio” se lo considera machista).

La Organización de Naciones Unidas, ONU, se está convirtiendo ya, en un pretendido gobierno mundial e impone 17 “Objetivos de desarrollo sustentable” que deben cumplirse en 2030, a los que deben sumarse todos los países. La realidad es que sólo algunas economías hegemónicas, países del “socialismo siglo XXI” o del Foro de Sao Paulo son los que se adhieren por conveniencia política y por propiciar el logro del Objetivo 5: Igualdad de género, que sólo está logrando divisionismo y odio, ya que no se dirige a la igualdad de derechos, sino a la conversión fisiológica. En el caso del Objetivo 1 Fin de la pobreza, tal parece que lo que se busca es que haya más pobres para obtener más votos.

En fin, las leyes y códigos no sirven de nada. Prevalece el odio y el encono en estas sociedades del siglo XXI, sin principios ni valores.