La justificación del sufragio
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La justificación del sufragio

 


Las generaciones de mexicanos que hemos podido transitar por más de seis décadas y más de una decena de presidentes y períodos sexenales, hemos estado acostumbrados a las veleidades de los gobernantes que se ocupan de interpretar, a su modo, las cuestiones sociales y económicas de nuestro país.
Pasada la década de 1920 a 1929, que se caracterizó por la violencia y la brutalidad del callismo y de los intentos de reelección del obregonismo, asesinatos de aspirantes a la presidencia (Serrano y Gómez) así como de la formación de un Partido Nacional Revolucionarios, abuelo del PRI, que se inició con un monstruoso fraude electoral, cumbre del Maximato, y con un atentado al presidente en su misma toma de posesión, la década de 1930 iniciaba con mucha incertidumbre, ya que tuvo el país tres presidentes, Pascual Ortiz Rubio, reemplazado por Abelardo Rodríguez y Lázaro Cárdenas, los tres impuestos por voluntad de Plutarco Elías Calles, si bien Cárdenas tuvo el atrevimiento—y acertó—de rebelarse contra el Jefe Máximo y no sólo fincarle responsabilidades, sino hasta expulsarlo del país.
El sexenio de 1934-1940, ha sido el primero en sin cambios súbitos o fortuitos en el mando presidencial, desde entonces no hemos tenido alteraciones y ya son, hasta 2018, 84 años de estabilidad presidencial, con algunos incidentes severos, como la misma imposición de Ávila Camacho, la derrota de Enríquez Guzmán, la represión ferrocarrilera y de maestros, la brutal represión a médicos, el Movimiento Estudiantil y la Matanza de Tlatelolco, el populismo y devaluación del peso en 1976, las frivolidades de un presidente que se equiparó con un perro para hundir más nuestras finanzas y hasta vivimos la “alternancia” del poder entre 2000 a 2012, sin que la silla presidencial sufriera rasguños.
Hoy, pasados muchos sucesos y en otro tránsito democrático, pero de legitimidad que muchos ponen en duda, el país está viviendo una etapa compleja, significada por el poder absoluto, con disposiciones que van trastocando la estructura legal y las instituciones jurídicas del Estado mexicano, sometido a un criterio de mando que parece no ajustarse a las esperanzas de quienes votaron y derrumbando los contrapesos que forzaban el equilibrio en la toma de decisiones presidenciales.
El siglo XXI, que muchos soñaron como una amanecer luminoso, lleno de innovaciones tecnológicas, está resultando para México y algunos países, como el principio de una etapa milenaria de horror, con violencia , con rompimiento de moldes, con derechos violados, pleno de ambiciones en la llamada geometría política: los extremos se tocan izquierda y derecha se dan la mano en las formas de gobernar; se acabaron los “gorilatos” y las viejas dictaduras de golpe de estado, hoy se accede al poder por vía del sufragio, pero es indudable y a la luz del día y aún visto en la noche, que las personas en el poder, prefieren mantenerse en éste mientras subsista “la voluntad popular” de ratificarles, con el voto, su interminable estancia en las residencias presidenciales. Se critican dictaduras antiguas, pero es evidente que hay interés de emular los períodos prolongados de mando para conculcar derechos de la ciudadanía. El voto popular es el alcahuete de las ambiciones y las intenciones son claras: borrar a la oposición del mapa electoral; eliminar la resistencia de las instancias de justicia como tribunales y cortes; controlar en absoluto a los cuerpos legislativos para alterar las leyes y crear otras a modo de quien decide virtuales golpes de estado simulados en un rejuego falsamente democrático.
Los procesos legales dejan de ser la mediación para el alcance de la justicia: ésta se establece a criterio del poder político. Las cárceles ya no aterrorizan a los delincuentes, que campean con apoyos gubernamentales. Es innecesario mantener ejércitos y armamentos: tiene órdenes de replegarse ante la delincuencia. El viejo terror de la guillotina ya no existe, hoy hay métodos simples y refinados a través de las disposiciones confiscatorias y las afectaciones patrimoniales sin prueba alguna y sin posibilidad de defensa. Se extrañan en 84 años anteriores y en América Latina padecen el fruto de la semilla que sembró Perón, ramificado a todo el continente.