Elegir es renunciar
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Opinión

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Elegir es renunciar

 


La mexicanidad se caracteriza por saber elegir la comida condimentada, los antojitos y la bebida, agregando a ello los espectáculos masivos de pobre contenido cultural. Al elegir nuestra dieta renunciamos a la salud plena; el futuro que la gula nos depara es el someterse a largos y tortuosos tratamientos. La medicina moderna sabe cómo prolongar la vida y sabe también cómo prolongar la agonía.
Elegimos malos regímenes alimentarios, pero también elegimos malos regímenes políticos. Por esta última causa vivimos, desde los tiempos revolucionarios de hace cien años, la precariedad económica de una sociedad disímbola regida por partidos y mandatarios que no han sabido desterrar la pobreza, que no hacen proyectos para equilibrar las condiciones económicas de las varias clases y sociedades que conforman la crecida población mexicana, cuyo segmento de pobreza se incrementa día con día y que ha generado riqueza concentrada en pocos y pobreza distribuida para muchos.
Las campañas electorales, como todas desde hace un siglo, se han caracterizado por la abundancia de promesas irrealizables. En este 2018 no hay excepción: cada candidato es experto en ofrecer soluciones sin mostrar fundamentos y el votante potencial cae en confusiones y, especialmente, en la mentira de un programa populista o en la oferta de una continuidad sistémica.
Hemos presenciado dos debates. El segundo, en especial, fue decepcionante y abundar en críticas y adjetivos es innecesario. El 12 de junio, un tercer debate en Mérida, Yucatán, debate que ha dejado de interesar no sólo por estar en las vísperas del campeonato mundial de futbol, sino por la vacuidad mostrada por candidatos y sus voceros. Todos se sienten felices y triunfadores y todos se han dedicado a la agresión al adversario.
Resulta curiosamente patético y por ello sospechoso, que al candidato posicionado en segundo lugar, se le “encuentren” acusaciones y señalamientos de ilícitos a través de videos, con posibles montajes y de dudosa autenticidad. Con ello no sólo se le debilita, sino que también se debilita el segmento que apoya al tercer lugar, conjeturándose que hay –aquí sí—un complot gubernamental para desacreditar al enemigo. Pero eso puede traer consecuencias adversas y generar incredulidad, de manera que el día de la votación el famoso voto útil o voto oculto, se incline por el candidato victimizado por el régimen.
Sospechoso también resulta que el candidato que va a la cabeza en las encuestas, le halle virtudes al presidente Peña Nieto, lo elogie y anticipe exoneración por las faltas y delitos en corrupción, a él y a todo el equipo de gobierno actual. Antes no lo sacaba de la “mafia del poder”, esa etérea “famiglia” inventado por López Obrador en la que pone como padrino a Carlos Salinas y “caporegimes” a los empresarios “rapaces” y “traficantes de influencias” con quienes ya se reunió y a quienes ridículamente ofrece ahora “amor y paz”, que al parecer ya no va contra el nuevo aeropuerto que era su objetivo a destruir, con la muletilla de que puede ser concesionado.
Votar puede ser sinónimo de elegir, aunque haya variaciones semánticas: la elección es personal y directa, el voto sólo nos incorpora a una masa de votantes que puede equivocarse. El primer domingo de julio votaremos y tal vez elegiremos. Al elegir una opción renunciamos automáticamente a cualquier alternativa, por eso hay un gran segmento de indecisos, los cuales decidirán su voto al final, cuando se vea inminente la opción no deseada. En México hay riqueza y pobreza con potencial de solucionar ésta. Las ofertas populistas, demagógicas y de falso izquierdismo solo garantizan pobreza equitativamente repartida: véanse casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Frustración o esperanza. Una de ambas se definirá. Revisar nuestra historia política, compararla con otras naciones de nuestro rango socioeconómico, analizar concienzudamente las promesas de candidatos y conservar el espíritu de libertad, será lo mejor para renunciar y para elegir.
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