Tiempo de recoger las varas
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Tiempo de recoger las varas

 


Los mexicas y zapotecos tenían profecías que anunciaban la llegada de hombres blancos y barbados que era la forma en la que regresaría el dios Quetzalcóatl y que se esperaba al final del reinado de Moctezuma. Antes de su llegada -afirmaban- ocurrirían una serie de fenómenos naturales y catástrofes. Los testimonios así lo enunciaban:

“De aquí a muy pocos años nuestras ciudades serán destruidas y asoladas, nosotros y nuestros hijos muertos…”
Y prevenían al emperador:

“perderéis todas las guerras que comiences y otros hombres con las armas se harán dueños de estas tierras…”
Las profecías comenzaron a cumplirse a los tres años de la ascensión de Moctezuma al trono. En 1510 se sucedieron un eclipse de Sol y la aparición de un cometa. Al poco tiempo, para desgracia nuestra, Hernán Cortés desembarcó en las costas de México… y no pasó mucho tiempo para que los mexicas, mixtecos, zapotecos, nietzichus, mixes y chontales, tomaran conciencia de que sólo eran vulgares rateros que venían a robar oro y vidas, y no tenían nada que ver con el dios que aguardaban.

Quinientos años después, nuevamente debemos tomar conciencia que el anuncio de tiempos difíciles no debe sorprendernos. A los oaxaqueños no nos puede ir peor qué cómo nos ha ido. Sería una necedad negar la realidad.

Dice la sabiduría popular que hay tiempo para echar cuetes y tiempo para recoger las varas; lo malo es que por la falta de credibilidad en planes como: Defensa de la economía familiar y el empleo, sólo nos toca recoger las varas.

El conflicto social de 2006 nos recordó que en Oaxaca, los tiempos de cólera colectiva eran inéditos en este siglo, nos mostraron nuevas realidades con enormes desafíos; nos tocó vivir y sentir en carne propia lo peor de la violencia, de la pobreza, de la inseguridad; en siete meses pasamos de la esperanza a la decepción a velocidades increíbles.

El conflicto por la injusticia social que tanto daño nos causó en 2006 y del cual todavía no nos reponemos once años después, no debe repetirse.
Los oaxaqueños pensantes que trabajan con vergüenza para salir del bache al que fueron arrojados, a consecuencia del problema social vivido en 2006, que como todos saben fue ocasionado por una lucha sin cuartel por el poder, en todos los órdenes de gobierno; por la soberbia y por la ignorancia de los protagonistas, visibles e invisibles.

Los jóvenes deben participar con toda su energía transformadora para consolidar los cambios que demanda Oaxaca. Debemos procurarles una educación formativa sustentada en valores para que sean hombres de calidad total, triunfadores, amados y respetados en su casa, en su estado, en su país; una educación de calidad únicamente la proporcionan maestros de calidad bien pagados, por supuesto.

Los jóvenes deben representar una renovación de la vida pública, de la vida política, de la acción de los gobiernos y de su quehacer para mejorar la vida del pueblo. Deben analizar la realidad, juzgar los hechos e interpretarlos y actuar en consecuencia.

El oaxaqueño es un individuo trabajador, inteligente, que navega con bandera propia. La gente que cuenta con recursos económicos los tiene porque trabaja realmente de sol a sol en su propia tierra, en su patio, en su negocio; trabaja para él mismo, es independiente y no le afectan los vaivenes de la política.

El oaxaqueño trabajador ayuda a crecer a sus hijos propiciando su independencia, su desarrollo, su trabajo; reconocen el trabajo como fuente de riqueza, de salud, de belleza; son un ejemplo para todos y sobre todo para los jóvenes y niños; no tienen tiempo para participar en marchas, bloqueos, plantones y toma de instalaciones fomentadas por la incompetencia de las autoridades que se comprometen sólo para salir del paso, en ese momento.

El tiempo de los oaxaqueños trabajadores vale oro y lo aprovechan produciendo el progreso de nuestro estado y para fortuna nuestra los encontramos en el campo, en la ciudad, en el comercio, industria y en los negocios particulares.

En mi opinión las marchas, bloqueos, plantones, toma de edificios y pintas tienen un costo social y un costo económico que es reflejo del tutelaje o paternalismo de estado que hace más dependientes, más inútiles y más dóciles a los oaxaqueños que viven de esto.

El sistema está devorando a sus hijos; no hay ningún presupuesto que alcance para seguir manteniendo esta forma, ya tradicional, de lograr más prestaciones laborales para que los políticos incapaces puedan mantenerse en el puesto… “pero hay una cosa que está fuera de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará” Don Benito Juárez. Apuntes para mis hijos p.49

El pueblo oaxaqueño es un pueblo maduro, inteligente, pensante, que en su momento pondrá a cada quien en el lugar que le corresponde y que la historia, sin duda, juzgará.

Debemos tener presente que Oaxaca no va a progresar por decreto, ni por reformas constitucionales o por reformas políticas; progresará y avanzará si decidimos ponernos de acuerdo en lo fundamental, y si no lo hacemos, volveremos a dejar que nos distraiga lo cotidiano, lo coyuntural.
Si analizamos a los países exitosos, a cualquiera, podremos darnos cuenta que son países que decidieron que había un tema central, se concentraron en él y se dejaron de debates y de distracciones estériles.

En mi opinión, el reto al que habremos de enfrentarnos los oaxaqueños para alcanzar estabilidad y seguridad a largo plazo requiere de un esfuerzo mayor, de una gran dosis de madurez e inteligencia política.

Necesitamos un estado fuerte, capaz, efectivo en su gobierno, pero cercano a la sociedad, que rinda cuentas, que permita la participación, que haga de la política un instrumento de la voluntad general y no sólo un espacio de privilegio de grupos.

Pongamos todos los medios a nuestro alcance para ser útiles a la sociedad; desentierren y muestren su talento. El efecto de la perfección no tiene límites: son muchos los que beben de esta fuente, y sin embargo no se agota jamás.