Hay que vivir sembrando, siempre sembrando
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Hay que vivir sembrando, siempre sembrando

 


La estrategia es ser congruente con nuestras palabras, con los valores que vamos aprendiendo y que debemos poner en práctica para que sean útiles a la humanidad, a la familia y a nosotros mismos.

“Yo te conjuro a tomar el único camino que puede conducirte a la felicidad; no vaciles en rechazar, en despreciar, todos los bienes que brillan con luz prestada; no busques otra dicha que la verdadera y goza de ella como de cosa propia.”

“No tener alegrías frívolas. Cuando se conoce lo que debe alegrarnos verdaderamente, cuando no hacemos de otro el árbitro de nuestra dicha, le escribe Séneca a Lucilio, y continúa: Aprende a regocijarte… quiero que la alegría no te falte, quiero hacértela íntima, doméstica por decirlo así, y lo será si anida en el corazón. El hombre feliz es el que ríe. El alma es la ha de estar gozosa, llena de confianza, inalterable y superior a los acontecimientos.”

Cuando alguien les encargue un asunto; cuando se les ocurra una idea o tengan algún pendiente; cuando se comprometan o prometan algo, resuélvanlo con diligencia; jamás expliquen cómo fue que no lo hicieron; debemos tener la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan, es decidir, por fin, tomar el mundo con nuestras propias manos.

Refiriéndose a esto, Don Jesús Álvarez Padilla, uno de mis maestros, me decía: “Provoca tú el resultado”; acepto hacer esto porque quiero hacerlo, porque siento que es mi responsabilidad; porque de acuerdo con mis valores decido que debo hacerlo, aquí y ahora, cuando se espera que lo haga; cuando es útil para los demás y para mí hacerlo; es lo que esperan de mí y es lo que acepto hacer.

Pomponio decía que: “hay ojos tan habituados a las tinieblas, que en la claridad ven mal”. A ellos les presento un pequeño extracto de mis artículos publicados, que les permitirá ver bien en las tinieblas y en la claridad.

Leyendo Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, encontré el relato de un padre que recorre con su hijo unas ruinas, que yo visualizo como las nuestras de Mitla y Monte Albán, el joven pregunta asombrado: ¿por qué aún están de pie estos vestigios de grandeza, de cultura, después de tantos siglos; después de haber sufrido los estragos devastadores de tantos terremotos; de estar expuestas a la erosión de la lluvia, del viento y de la destrucción del hombre? El padre le contesta con firmeza: están de pie porque los hombres que las construyeron estaban conscientes de que estaban construyendo una nación; el material que usaron era realmente de primera; los constructores tenían verdaderamente los conocimientos, el talento y la experiencia necesarios y trabajaban en equipo como si fuera un solo hombre.

Para construir una nación debemos dar individualmente lo mejor de nosotros mismos a la persona que tenemos enfrente, en el momento en que la tenemos enfrente, porque tal vez nunca la volvamos a ver.

Dar individualmente: los maestros, los padres de familia, servidores públicos, empresarios, maestros y amas de casa.
La vida siempre es la esperanza de un futuro mejor, un rayo de luz que debe iluminar como un sol, una oportunidad para ser mejores en lo que hacen. Deben definir de manera clara, breve y sencilla qué es lo que quieren de la vida y a partir de este momento sabrán que camino deben seguir.

Son los detalles pequeños los que llenan nuestras vidas y para trascender es necesario que sucedan hechos extraordinarios, que estemos allí en ese momento, que coincida nuestra preparación académica y madurez como personas para aprovechar la circunstancia inesperada que cambie nuestras vidas para siempre y nos permita ir realmente más allá del tiempo y el espacio.
La vida es la suma de muchas oportunidades y el éxito o el fracaso depende del uso que le demos a cada una; es esencial que las percibamos, pero principalmente que las aprovechemos; que hagamos algo con nuestra vida, que cambiemos permanentemente para mejorarla.

Una vez encontrado el camino nos obligamos voluntariamente a compartir con los demás la parte de verdad que vayamos alcanzando; a contribuir en la medida de nuestros conocimientos al bienestar de los demás; no tiene caso pasar por este mundo sin dar sabor a nuestra vida y a la de los demás. Vivir sin pensar, y peor aún, sin actuar; sin provocar resultados, sin aportar nada de nada a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. Vivir así es un desperdicio.

Para alcanzar el éxito, en el renacimiento de cada día se requiere de la esencia, de lo mejor de cada uno de nosotros; reinventémonos a cada instante, seamos mejores, seamos un ejemplo.

Como seres humanos seamos extraordinarios; nuestra vida es una suma de valores. Alimentamos nuestro cuerpo cuando menos tres veces al día, debemos alimentar en todo momento nuestro espíritu. Debemos creer en nosotros mismos.

La calidad profesional no solo se debe tener, se debe demostrar; el principal enemigo del hombre es él mismo, seamos leales con nosotros, con nuestra familia y con nuestro trabajo; el ejercicio profesional implica el compromiso de ser integro, capaz, propositivo.

Sepamos de una vez por todas quienes somos, de dónde vinimos y hacia dónde vamos. Gnothi seautom decían los griegos y los romanos: nosce te ipsum; conócete a ti mismo. Conócete a ti mismo y mejórate.

Debemos ser diferentes en lo que hacemos; pensar y actuar de manera estratégica; conservar nuestra ventaja competitiva, construir sobre valores sólidos aprendidos en la familia, fortalecidos en las aulas y trasmitidos en el ejercicio profesional.
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