Atender retos
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Opinión

Editorial

Atender retos

 


Inicia el segundo año de la administración estatal y los ciudadanos piden se atienda uno de los mayores reclamos de la sociedad oaxaqueña que es contar con seguridad física y patrimonial ante la creciente embestida de la delincuencia en las diferentes regiones del estado. Demandan una verdadera estrategia en contra de la delincuencia, de la corrupción y la impunidad, con acciones firmes y contundentes para desalentar los actos al margen de la ley.

Una puntual rendición de cuentas y transparencia en cada una de las acciones de gobierno, alcanzar un mejor manejo de los recursos y en ese compromiso hacer más con menos, con eficiencia y eficacia que se requiere, ante el riesgo de seguir sumidos en la mediocridad de los servicios y acciones.

Los oaxaqueños se resisten a creer que la pobreza y la marginación son condiciones insuperables en nuestro estado, y comparten la visión de que Oaxaca ofrece grandes oportunidades para todos y que es posible mejorar las condiciones de quienes viven aquí. Urge una convocatoria para establecer acuerdos que permitan lograr los consensos necesarios para la prosperidad de los oaxaqueños, para que pasemos de la queja a la participación activa y seamos actores del cambio.

Es indudable que se deben redoblar esfuerzos para abatir las condiciones de pobreza, marginación y rezago en ámbitos determinantes para el desarrollo de los pueblos como lo son la salud y la educación, así como la creciente inseguridad, impunidad y la corrupción que por décadas ha mantenido a nuestro estado en los últimos niveles de desarrollo del país.

A un año de distancia, se ha refrendado el compromiso con los municipios que presentan a nivel estatal y nacional los índices más bajos de desarrollo y se ha insistido que el destino de nuestras comunidades no es la pobreza y la situación de cada uno de ellos es resultado de los malos gobiernos, es una desgracia que no podemos aceptar.

 

Violencia vicaria

 

Utilizar a los hijos para infligir dolor y control hacia las madres es una de las formas más extremas y brutales que adopta la violencia de género. Se llama violencia vicaria y, a pesar de que su nombre y forma de ejercerla no son muy conocidos, es una de las violencias habituales y que pocas veces se denuncia. No se trata de una violencia aislada, sino que, tal y como explican diversos expertos, es la culminación de un proceso de control y maltrato que sufren muchas mujeres.

Aprobada la reforma para modificar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, del Código Civil Federal y del Código Penal Federal, hoy se define la violencia vicaria como el acto de dañar a las mujeres al dirigirse contra sus hijos, familiares o allegados mediante amenazas de causar daño, de ocultar, retener o sustraer a los hijos. Usar a estos para obtener información de la madre, promover violencia contra la madre, interponer acciones legales con base en hechos falsos o condicionar el cumplimiento de las obligaciones alimentarias.

México es una sociedad con un sistema patriarcal, donde persiste la desigualdad, la discriminación y la violencia contra las mujeres, que numéricamente constituyen más de la mitad de la población del país. Los hombres se encuentran en una posición jerárquica superior que les permite tener control y dominio sobre las mujeres. Y cuando se busca cambiar, se cuestiona o se ve amenazada esta estructura, se hace uso de un mecanismo conocido como violencia de género.

Cada vez más, diversos países han reformado sus leyes e implementado protocolos de actuación para erradicar la violencia vivida por las mujeres en sus cuerpos, sus mentes y sus derechos. Sin embargo, no son suficientes: ¿cómo proteger a las mujeres de sus agresores, si la sociedad invisibiliza el fenómeno, no nombra las variadas formas de violencia, y mucho menos reconoce su justa dimensión?