Discriminación
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Editorial

Discriminación

 


Las condiciones de precariedad de la población indígena se han mantenido a través del tiempo, ya que las políticas públicas no han conseguido disminuir las brechas históricas con la población no indígena. La desigualdad territorial y la discriminación de grupos enteros de la población que comparten alguna característica sigue vigente en nuestro país pero en especial en nuestra entidad.

A todos ellos agobia la desigualdad basada en la discriminación cultural, lingüística, étnica, de género, de orientación sexual, de personas con capacidades diferentes y discriminación, con base en religión y en creencias. No es solo un fenómeno que esté relacionado con la cantidad de dinero que pueda generar un individuo en comparación con otro, también identifican las diferencias entre regiones y grupos.

La violación de derechos se materializa en cuestiones muy concretas como la falta de oportunidades para acceder a derechos fundamentales, entre los que se encuentran los derechos a la educación, a la salud y al empleo, que impide desarrollar y mantener habilidades necesarias para la consecución de vidas libres y dignas en condiciones de respeto y reconocimiento mutuos y facilitando, al mismo tiempo, la reproducción de la discriminación en otros ámbitos de la vida social, política, económica y cultural.

Además de los problemas de salud de las mujeres indígenas, se agudizan por la desnutrición y el trabajo físico excesivo e inclusive la violencia familiar, así como por su limitado o nulo acceso a los servicios médicos. De ahí el gran reto que enfrentan las autoridades estatales y federales para transformar las actuales condiciones de marginación de los más de un millón 719 mil indígenas en Oaxaca en términos de infraestructura, salud y educación.

El acceso de la población indígena a la educación es limitado, por la convergencia de factores culturales, pautas de organización regional y procesos históricos que imprimen desigualdades y diferencias en la asistencia a la escuela de niñas y niños.

 

Envejecimiento

 

Los ritmos diferentes del envejecimiento entre las entidades federativas se deben no sólo a que tienen distinto grado de avance en su transición demográfica, sino también al efecto de la migración, tanto entre los estados como hacia el exterior del país. En la medida que avanza el proceso de envejecimiento se harán más pronunciadas las diferencias entre entidades federativas.

Cada día 2 mil 332 personas alcanzan la edad de adultos mayores, grupo que en breve tendrá la tasa más elevada de crecimiento. Para 2050, 21.5 por ciento de la población mexicana, 32 millones, será de 60 años o más. En nuestro país la baja fecundidad y las ganancias en la esperanza de vida han ocasionado que la población comience a envejecer y, en menos de 50 años, se convierta en un país con una importante proporción de adultos mayores.

De ahí que en México, el envejecimiento poblacional tendrá́ que ser estudiado a conciencia y se tendrán que planear oportunamente las estrategias para su atención, ya que la forma de envejecer del pueblo mexicano es del todo diferente a la de los países europeos, que ya han transitado por el mismo fenómeno pero con matices socioeconómicos, culturales, demográficos y de salud diferentes.

Las entidades que presentaron mayor avance del envejecimiento son Oaxaca, Ciudad de México, Zacatecas, Nayarit, Yucatán, Michoacán, Veracruz y San Luis Potosí́. Algunas de ellas se encuentran en una fase más avanzada de la transición demográfica como la capital del país, pero en otros como nuestro estado el envejecimiento se debe más bien a la emigración.

En estos estados, igual que en el medio rural, gran parte de la población en edad laboral emigra, lo que genera un proceso de envejecimiento demográfico atípico, en el que la población se va componiendo de adultos mayores y niños. En el otro extremo están los estados con mayor rezago en la transición demográfica, como es el caso de Chiapas y Tabasco.