No más tragedias
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Opinión

Editorial

No más tragedias

 


El miércoles 5 de julio, desde muy temprano, circuló información sobre un brutal accidente ocurrido en jurisdicción de Magdalena Peñasco, en la Mixteca oaxaqueña. Un autobús de la línea “Turísticos Yosondúa” salió de la Ciudad de México la noche anterior, teniendo como destino, justamente, la cabecera municipal, Santiago Yosondúa. Se ha dicho que fue producto de una falla mecánica. Lo cierto es que cobró la vida de 29 personas, incluyendo niños. La primera nota preocupante es que dicha unidad viajaba con sobrecupo. Según sobrevivientes exhibió fallas desde la salida. Sin embargo, luego de una tragedia de esta magnitud hay interrogantes que las autoridades deben responder: ¿Quién autoriza la circulación en carreteras federales de unidades que, seguramente no cuentan con las condiciones físicas para prestar el servicio? ¿Son sometidas a revisiones técnicas? ¿Sus operadores reciben capacitación y cuentan con la licencia respectiva?

En febrero de este año, en la carretera Oaxaca-Cuacnopalan, un autobús destartalado que trasladaba migrantes colombianos y venezolanos volcó en territorio estatal, provocando la muerte de al menos quince personas de origen extranjero. Es decir, se trata de verdaderos ataúdes rodantes. Viejas máquinas infernales que deberían estar en algún depósito de chatarra, pero que, con la venia de las mismas autoridades son reutilizados para el transporte de pasajeros. Durante mucho tiempo, la Sección 22 del SNTE tenía sus propios medios de transportar a sus mentores. Para sus marchas y plantones requerían autobuses, así fueran chatarra. Y hasta tenía sus puestos de venta de boletos frente a sus oficinas. Llegó a ser tal el negocio que se convirtió en la mina de oro de dos o tres. A cambio de un costo bajísimo del pasaje, quienes viajaban lo hacían sin el seguro de viajero obligado para toda empresa de esta naturaleza.

La muerte trágica de 29 personas debe ser una severa llamada de atención para las áreas del gobierno federal que autorizan líneas y unidades de transporte. Para la administración estatal, un reto para evitar que estas tragedias se repitan, por lo que, en su ámbito de competencia, la dependencia que regula el transporte público debe realizar las inspecciones y supervisiones necesarias. Es evidente que se tocarán muchos intereses políticos y económicos. Pero, lo más importante, evitar tragedias tan dolorosas como la que hemos mencionado.

 

El turismo y la moda

 

Oaxaca está de fiesta. Julio es, desde hace mucho, el mes del jolgorio, el colorido y el folklore. Es el de mayor afluencia del turismo nacional y extranjero, que abarrota calles, parques y sitios de interés. Y como corolario, La Guelaguetza. Aquel evento que nació en 1932 con el nombre de “Homenaje Racial” y siguió durante el resto del Siglo XX, como “Lunes del Cerro”, hasta devenir hoy como Guelaguetza, nuestra fiesta máxima. Considerada como uno de los destinos más socorridos del país, la capital exhibe, no sólo la belleza de un Centro Histórico con su inigualable arquitectura colonial, sino los resabios del abandono oficial. Falta de obras, baches, comercio en la vía pública, inseguridad. Pero también, males mayores como la gentrificación, que no es más que “un cambio en los regímenes de tenencia de propiedad o alquiler que va generando un desplazamiento forzado de los habitantes del barrio a las zonas periféricas”.

Estamos en vísperas de la Guelaguetza. Según el gobierno estatal, se trata de devolverle su perfil popular. Por ello, desapareció el llamado “Comité de Autenticidad” que, al menos durante los últimos treinta años, calificó qué delegación asistía o no a presentar sus bailes o danzas. Y encomendó la tarea a los comités comunitarios, buscando con ello hacer este evento una muestra genuina de nuestro universo multiétnico y pluricultural. No es nada nuevo que cada administración gubernamental quiera imponerle su propio sello. Y es válido, siempre que no trastoque la poca originalidad que hoy en día se ha preservado. Cada año se han ido agregando ferias y muestras. Gastronómicas o artesanales. La ciudad convertida en gigantesco tianguis.

En algo de ello se empeña la originalidad, la identidad y nuestra tradición ancestral. La celeridad, la moda y el propósito del beneficio económico ha convertido a nuestra fiesta máxima en un simple y burdo negocio. Habrá que probar los moles de cereza, ciruela o nuez de la India; aderezados con ribetes de cocina mediterránea o la llamada cocina fusión. Como los ensambles y los maridajes que le han inventado a mezcal, la bebida que más nos identifica, ya convertida en una especie de elíxir de los dioses. Antes de que seamos una entidad en donde la moda se superponga a la tradición o lo plusvalía económica por encima de nuestra historia e identidad, hay que evitar que seamos una mezcla amorfa en donde los propios oaxaqueños no tengamos cabida y todo sea, a la medida de las exigencias del turismo.