¿Y la Ley Orgánica?
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Opinión

Editorial

¿Y la Ley Orgánica?

 


Al inicio de la administración del gobernador Salomón Jara Cruz, la LXV Legislatura del Estado aprobó una nueva Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, que contiene los lineamientos de una nueva estructura gubernamental, así como las atribuciones que le competen a cada uno de los titulares en sus respectivas dependencias. Muchas áreas cambiaron de nombre y, otras, sufrieron sólo modificaciones en su denominación. No es novedad que cada nuevo gobierno quiera imprimirle al mismo su propia identidad. Por ello, cambiar de nombre en las dependencias se percibe como algo superficial, ya que en el fondo siguen haciendo lo mismo que en el pasado. El cambio en la nomenclatura de una nueva administración pública no es un ejercicio ocioso, sino que responde a la identidad que cada gobierno pretende imprimirle a su gestión. Es el caso, por ejemplo, de lo que durante la pasada administración se conoció como Secretaría de la Contraloría y Transparencia Gubernamental, hoy se conozca como Secretaría de Honestidad, Transparencia y Función Pública.

Pero más allá de todo ello, llama mucho la atención que, en los últimos días, los titulares de algunas dependencias tengan a cargo el programa de “Fomento a la lectura” y, lejos de atender las atribuciones propias de su cargo, encabecen actividades ajenas totalmente a sus responsabilidades leyendo cuentos para niños, ante grupos de escolares. Esta situación resulta paradójica si se tiene la percepción de que la mayoría de quienes despachan en el gabinete legal y ampliado como titulares, no cuentan con una formación académica sólida, mucho menos experiencia laboral. Dicho programa para crear el hábito de la lectura debería estar encaminado a muchos de quienes lo promueven, algunos de los cuales sólo tienen su currículum vitae, haber asistido a cursos de capacitación para desempeñar el cargo público que ostentan.

Esta situación ha generado comentarios ciertamente dolosos acerca de si, los funcionarios que han realizado dicho programa desconocen las atribuciones que les asigna la Ley Orgánica o si, por el contrario, sólo acuden de manera oficiosa. Será un acertijo si el titular de la Secretaría de las Infraestructuras y Comunicaciones o si la secretaria de la Mujer, entre otros, seguirán haciendo una labor que compete a un área diferente de gobierno, descuidando sus propias atribuciones que la ley les ha asignado.

 

Borrar el pasado

 

A la ignorancia y torpeza de la mayoría de quienes ocupan cargos públicos en la administración se ha dado un fenómeno inédito, sólo producto del fanatismo, la torpeza y el afán mediocre de que todo el pasado fue negativo; que al fin los oaxaqueños saldremos del letargo ancestral, la marginación y el atraso, pues la llamada “Primavera oaxaqueña”, será ver la luz del progreso y el desarrollo. Esta visión torcida se ha puesto de manifiesto con la presión desde las oficinas de la gubernatura para exigir renuncias a todo aquel servidor público que haya prestado sus servicios en el gobierno pasado. Se trata de una situación inédita porque miles de servidores públicos que han desempeñado diversos cargos en el gobierno estatal, algunos de ellos durante décadas, jamás han militado en partido político alguno, muchos menos han sido activistas. Hombres y mujeres que han sido así, literal, echados a la calle, prestaron sus servicios a una institución no a un gobierno.

Desde empleados que desempeñaban puestos modestos de confianza o contrato hasta mandos medios, han sido lanzados como si fueran trapos inservibles, sin conocer su experiencia, capacidad y conocimiento de las áreas de gobierno en donde se desempeñaron. A todos, así de forma generalizada, se les tilda de haber colaborado con un gobierno emanado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y, por ello, corrupto. Se trata de borrar el pasado de un plumazo con un fanatismo que huele a fascismo y estupidez. Esta administración no ha cumplido ni siquiera los tres meses al frente del gobierno estatal y ya ha perfilado al estado como paraíso del crimen y la inseguridad, culpando a tirios y troyanos de la incapacidad que permea en sus filas.

Son motivo de hilaridad los traspiés y claroscuros de algunos de sus titulares que, como ya hemos dicho, están dedicados a otras cosas que no son de la competencia de las dependencias que les fueron asignadas, que se escuchan como si fueran distractores. La opacidad y la incapacidad permean en la mayoría. Se insiste en seguir a pie juntillas las ocurrencias y dislates del gobierno de la Cuarta Transformación, emulando los yerros y autoritarismo del presidente López Obrador. Oaxaca ha perdido su propia identidad como entidad soberana, para convertirse en un triste y lamentable remedo o mala copia de un poder presidencial que tiende lenta pero inexorablemente hacia el fascismo.