Libre expresión bajo fuego
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Opinión

Editorial

Libre expresión bajo fuego

 


Hablar de atentados criminales, asesinatos, ejecuciones o desapariciones de periodistas en estos tiempos, se ha vuelto algo cotidiano. México se ha perfilado durante las últimas dos décadas, pero, sobre todo en los cuatro años que lleva al frente el llamado gobierno de la Cuarta Transformación, en el país más letal para el ejercicio periodístico. Y hay un factor que nadie puede soslayar: el clima criminal en contra de los medios se ha seguido alentando a través del discurso del odio y del veneno que a diario fluye de las conferencias de prensa mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador. La descalificación y los ataques permanentes en contra de aquellos que no comulgan con su visión torcida de la realidad del país, es sinónimo de ataques sistemáticos e insultos. Son muchos, pero los ejemplos recientes en contra, desde el discurso presidencial hacia periodistas como Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola, Héctor Aguilar Camín y Sergio Sarmiento, entre otros, ha forjado un sentimiento de solidaridad.

El atentado criminal que la semana anterior padeció Ciro, líder de opinión y conocido conductor de televisión, nada grato a los afectos presidenciales, del que por fortuna salió ileso, ha crispado los ánimos en quienes militamos en diversos medios de comunicación, pues es sin duda alguna, producto del linchamiento cotidiano desde el Salón de la Tesorería del Palacio Nacional. Se trata de resabios de regímenes dictatoriales, de aquellos autócratas que sólo quieren ver o escuchar lo que les conviene y para ello se rodean de corifeos, como es el caso del diario La Jornada que, de crítica del sistema priista, devino en vulgar matraquera del gobierno de la 4T. Obvio, no es gratuito. Es el medio impreso más favorecido económicamente por la difusión de la propaganda gubernamental.

Diversos organismos nacionales e internacionales de periodistas, como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Reporteros sin Fronteras, Artículo 19, la Organización Mundial de Periódicos (WAN) y hasta el Parlamento Europeo y congresistas norteamericanos, han mostrado su preocupación por este clima de violencia que, sólo en 2022, ha dejado una veintena de periodistas muertos. Lejos de respetar el disenso, la libre expresión y la libertad de prensa que consagra nuestra Constitución, ya es deporte favorito de López Obrador, la descalificación de medios y periodistas.

 

Retrato de familia

 

A juicio de muchos oaxaqueños, al gobernador Salomón Jara le faltó desde su periplo para la gubernatura, tratar de formar cuadros que le sirvieran ya en su condición de jefe del ejecutivo estatal. Lo que hemos visto hasta hoy dista mucho del cambio que se nos ha prometido como ciudadanos. Es decir, no vemos por ningún lado la cacareada transformación. Lo que hemos visto hasta hoy es un constante echar la cinta atrás, no sólo del gobernador sino de algunos de sus colaboradores, para desatar escarnio mediático en contra del régimen que le antecedió. Sin embargo, como hemos comentado en este mismo espacio editorial, es que, si existen pruebas de malos manejos, desvíos, corruptelas, pues que se proceda conforme lo dispone la ley.  Es de mal gusto usar cuentas de redes sociales y aún de medios de comunicación tradicionales para litigar asuntos tan delicados para el gobierno e indiciados en malos manejos.

Sin embargo, hay un tema que no debemos soslayar, del que ya hemos apuntado algunas cosas en este espacio editorial. La integración del gabinete legal y ampliado ha mostrado ante el pueblo oaxaqueño que el nuevo equipo no se preparó para gobernar, pues una cosa es el activismo político, de partidos, de campañas y elecciones a gobernar. La administración pública no es un juego ni, mucho menos, un retrato de familia en donde ocupen cargos públicos, mamá, papá e hijos. Eso es vil nepotismo y en su momento, los regímenes priistas fueron satanizados por quienes ahora hacen auto de fe de la honestidad y la lucha contra la corrupción. No obstante, por lo que hemos visto hasta hoy, la mediocridad y la inexperiencia, además del nepotismo y otros vicios que trae consigo la novatez, dará adelante la idea de que este gobierno adolece de lo peor que antes descalificó.

Presidentas municipales que tienen a sus esposos trabajando en el gobierno; directoras generales que tienen como secretarios particulares a sus cónyuges o titulares de alguna dependencia que ya acomodaron a sus maridos en otras áreas con niveles de mando. La pregunta es: ¿a qué le está apostando el gobierno de Salomón Jara con estos excesos y frivolidades? El pueblo, al que tanto se refieren y hacen apología, no es el de antes. Ha despertado y se da cuenta de aquellos que han tomado la administración pública no sólo como campo experimental sino haciendo real aquella consigna de “echando a perder se aprende”, que para ello ya coparon los puestos con toda la parentela.