Los Fieles Difuntos
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Editorial

Los Fieles Difuntos

 


Los festejos del Día de Muertos en Oaxaca se prolongan al menos tres días. Es decir, inician prácticamente el 31 de octubre y concluyen el día de hoy. Dependencias estatales y municipales como Turismo y Cultura, llevan a cabo un calendario de actividades que contempla concursos de altares de muertos, comparsas o tapetes, ello sólo en la ciudad capital. En los Valles Centrales hay muchos eventos a los que hay que asistir como la llamada “Muerteada” en poblaciones de la Villa de Etla, que son una especie de comparsas recorren las poblaciones acompañados de bandas de música. En la Villa de Mitla o Tlacolula de Matamoros, se vive de forma inédita, con la quema de cohetes al mediodía para despedir a los difuntos que vinieron a la tierra a convivir con los suyos. Hay comunidades de raigambre indígena que esperan esta temporada para reunirse con los suyos ausentes o poblaciones que viven de lo que siembran para esta temporada de Muertos.

Dicen las páginas que hablan de esta tradición que el arreglo del altar es cuestión familiar, pretexto excepcional para reunir a los integrantes de la familia y agasajar a los que ya se fueron con lo que disfrutaban más en vida. Las señoras se encargan de escoger las flores más frescas y bellas, el pan de mejor calidad, el mole que el difunto degustaba con más fervor y apetito. La familia coloca una mesa en algún sitio del hogar, se forma un arco con cañas, portal del inframundo por donde regresarán en este día tan especial los difuntos, y que también sirve como marco para colocar fotos, colgar fruta, imágenes religiosas y cruces o crucifijos. Algunos altares tienen varios niveles donde se colocan las ofrendas, las velas, la comida, las bebidas y la vasija para el copal que se sitúa en el séptimo nivel y que purifica y al mismo tiempo, guía al difunto en su regreso a la tierra.

Un altar con dos niveles representa el cielo y la tierra; uno con tres niveles el cielo, el purgatorio y la tierra; el de siete niveles simboliza los siete pasos para llegar al cielo. Recientemente se han sumado al arreglo de algunos altares las calaveras en papel que crearon algunos artistas como Posadas o Toledo y que agregan el cómico y picaresco punto de vista de los mexicanos hacia la muerte. En fin, hoy concluyen los festejos del “Día de Muertos”. Los vivos tendrán que seguir cumpliendo con aquella frase memorable que se le acuña a Catulo, poeta romano: “la terca voluntad de soportar la vida”, en un país en que el culto a los muertos contrasta con una matazón jamás vista en un país que no está en guerra.

 

Pesadilla de nostálgicos

 

El día de hoy no faltarán dos o tres atolondrados, de ésos que insisten en revivir aquel ente violento y acomodaticio; mercenario y variopinto, denominado Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO) que, en 2006, bajo una supuesta lucha social para deponer al ex gobernador Ulises Ruiz, desató una escalada de violencia en la cual, la principal víctima fue el pueblo oaxaqueño. Luego de cinco meses de vivir en un estado cuasi de excepción, con barricadas, incendios, secuestro de autobuses, robos, asesinatos, etc., finalmente el ex presidente Vicente Fox, que vio la asonada como una perversa oportunidad de deshacerse de un enemigo político emanado del PRI, envió a las Fuerzas Federales de Apoyo a restablecer el Estado de Derecho en la entidad, particularmente en la capital. Este día, pero en 2006, se libró un enfrentamiento entre policías federales y células radicales que anunciaban que Oaxaca vivía la primera insurrección del Siglo XXI.

A este enfrentamiento que arrinconó materialmente a los rijosos y falsos luchadores sociales, con gases lacrimógenos y persecución policial, le llamaron la “Batalla de Todos Santos”. Hay que recordar que muchas personas que acudieron al panteón general de San Miguel, tuvieron que resguardarse ante la agresividad de grupos pseudo radicales que, con cohetones y bombas Molotov, pretendieron detener la acción de las Fuerzas Federales de Apoyo. Sin embargo, en esa acción y sin mesura alguna pusieron en medio a mujeres, niños, personas de la tercera edad que lo único que habían hecho es haber acudido a visitar las tumbas de sus seres queridos. Este enfrentamiento, del que como siempre se acusó al Estado, fue la premisa para restablecer en la capital el orden y la gobernabilidad.

Como siempre ha ocurrido, los violentos se visten de víctimas, es decir, los carniceros devienen en indefensas reses. Tuvieron que venir hechos tan deleznables como el incendio del edificio del Tribunal Superior de Justicia, de casas particulares y muchos ilícitos más, para que finalmente, el 25 de noviembre se pusiera bajo la mira de la ley a los responsables, que los hubo y hoy gozan de cabal salud haciendo lo mismo. La historia del movimiento político y social del 2006 está por escribirse. Sin visiones tendenciosas ni sesgadas, porque lo que es cierto es que a quienes promovieron esta violencia de la que el pueblo oaxaqueño fue víctima, no deben quedar impunes, aunque se sigan diciendo reprimidos.