Evitar abusos
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Editorial

Evitar abusos

 


Uno de los factores que más influyen para ahuyentar al turismo son los abusos de parte de quienes, se presume, son los principales beneficiarios del mismo. Nos referimos a propietarios de restaurantes, hoteles, agencias de viaje, taxistas, tiendas de artesanías y otros. Quienes al llegar la temporada vacacional se afilan las uñas, de manera literal, son los taxistas que, si el cobro mínimo por dejada es de 60 pesos, ellos lo incrementan a 100 o más. No existen mecanismos de vigilancia o quejas para que el visitante exprese su inconformidad, pues todo se queda en la simple molestia. Es aberrante, por ejemplo, que en las fondas de los mercados del Centro Histórico o de otros rumbos de la ciudad, como el mercado de La Merced, los alimentos estén cotizados en precio, por arriba de algunos de los mejores restaurantes de la capital. Se presume que, por su misma naturaleza, son más económicos.

En los últimos tiempos, con el auge de la gastronomía oaxaqueña en el entorno internacional, ciertos lugares de venta de alimentos se han convertido en sitios inaccesibles para los simples mortales. Los cobros son excesivos. Algunos de ellos afirman practicar la cocina tradicional, pero en el fondo no son más que productos sofisticados o la llamada cocina fusión que está muy lejos de lo que preparaban las cocineras antiguas. Hay un restaurante en Teotitlán del Valle, en donde las propietarias presumen elaborar cocina prehispánica, pero cuyo precio está por arriba de los restaurantes más reconocidos de la capital del país. Más aún si los clientes consumen una o dos copas de mezcal, ya cotizado no como la “bebida de los Dioses” o del populacho, sino de los más caros, ubicándose en precios como si viviéramos en Europa. Es increíble que una copa de agave espadín, calificado como uno de los mezcales más económicos, se cotice en uno de los hoteles más caros de la capital en 755 pesos la copa. Es decir, muy por encima de cualquier otra bebida.

Lamentablemente la supervisión de precios y calidad de los servicios ha salido de las manos de las áreas de turismo que, anteriormente, sancionaban o imponían castigos a los prestadores de servicios abusivos. Cada cobro excesivo, cada mal servicio, no pasa de una queja de quien lo padece y ahí se queda. Es decir, en muchos sentidos parece haber un empeño perverso en matar a la gallina de los huevos de oro.

Un panorama difícil

Sin duda alguna, lo que tiene enfrente el presidente electo de la capital oaxaqueña, Francisco Martínez Neri no es algo simple. Recibirá el próximo primero de enero, una administración municipal en números rojos, incapaz de hacer frente a los compromisos básicos de pagar a los empleados u otorgar los insumos para que cada trabajador, en el área en donde se desempeña, pueda cumplir con su cometido hacia la sociedad que sirve. Desde hace un par de semanas, el citado edil electo reconoció que la situación es grave y que, en principio, pondrá en marcha una política de austeridad, que incluye bajar el salario desde el presidente municipal, pasando por síndicos y regidores. Hace unos días, como invitado del llamado Congreso Ciudadano del Agua, organizado por grupos civiles y la participación de diputados (as), para analizar la problemática del agua en la capital, se refirió de nuevo a esta situación preocupante del gobierno de la capital.

En efecto, no es tarea fácil para quién ganó el voto popular y se prepara para poner en marcha su proyecto de gobierno y su plan de desarrollo municipal, tener ante sí una situación caótica, como la que ha vivido la capital y la que se anticipa para días futuros. Es evidente que recibirás las arcas municipales vacías, sin siquiera un superávit, como decimos antes, al menos para hacer frente a las obligaciones inmediatas. Son al menos cincuenta millones de pesos los que se deben pagar ya, para que pueda sostenerse la recolección de basura y el cumplimiento de las obligaciones patronales con los trabajadores sindicalizados. La pregunta es, de dónde podrá sacarlos el edil en funciones, con esa imagen tan lamentable que se ha labrado a lo largo de su trienio.

Y es evidente que el gobierno estatal ha asumido su papel: no es su responsabilidad, sino del gobierno local que, de la misma manera, ha querido echarle la bolita de sus torpezas al estatal. El mejor ejemplo lo tenemos en el problema de los comerciantes en la vía pública. Intentó ordenarlos, pero fracasó, entonces quiso endosarle la factura al gobierno de Alejandro Murat, el mismo que, en un intento de paliar los problemas hace al menos un mes, se vio obligado a suministrar al gobierno de la ciudad 20 millones de pesos. Pero ello sólo fue un paliativo. El edil se sentó en sus laureles y no ha movido un solo dedo para paliar los problemas que él mismo ha creado y multiplicado.