Fuera de la realidad
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Editorial

Fuera de la realidad

 


Sería un absurdo criticar o descalificar los esfuerzos del gobierno estatal para mostrarle al mundo, en este caso a los norteamericanos, el rico potencial de nuestro estado en diversos rubros. Nos referimos al evento denominado “El mes de Oaxaca en los Estados Unidos”. Asimismo, la instalación de dos alebrijes gigantes en el Rockefeller Center en Nueva York. Los diversos eventos e inauguración de muestras de folklore, gastronomía, obras artísticas y reuniones en la capital federal, Washington, D.C. Siempre será un mérito mostrar la cara bonita; la faceta opuesta de una entidad sumergida de manera cotidiana en conflictos sociales, exigencias, líos agrarios y la práctica común del chantaje. Un constante dolor de cabeza para sus autoridades. Y es que Oaxaca no es el remanso de paz que a veces quisiéramos, sino un estado perpetuamente convulsionado. Mientras se mostraban en la Unión Americana las bondades oaxaqueñas, aquí los problemas jamás cesaron.

El desabasto ominoso en el Hospital Civil “Aurelio Valdivieso” y el Centro de Transfusión Sanguínea, que muestra la apatía para resolver cuestiones elementales. Los bloqueos carreteros en el Istmo; los enfrentamientos entre comunidades, como es el caso de San Esteban Atatlahuca o el conato de violencia entre comerciantes ambulantes y la Policía Estatal en la capital oaxaqueña, luego de que los primeros fueron desalojados del Centro Histórico. Ello, justo cuando los prestadores de servicios turísticos veían un poco de luz al final del túnel. Es cierto, somos un pueblo con una gran cultura y potencial de recursos naturales. Un estado que, en otras circunstancias, podría ser un atractivo para grandes inversiones. Pero también, una entidad en la que se protesta por todo. Lo mismo por la construcción de un Centro Gastronómico que por los parques eólicos; igual por una obra clave como es el Proyecto de Símbolos Patrios que por la puesta en marcha del llamado Citybus. Es decir, el oaxaqueño -es obvio que no todos- es opositor a todo cambio por sistema.

En el resto del país y allende las fronteras, nuestro terruño es único y excepcional. Pero no todo es belleza, tradición, pueblos originarios, Guelaguetza, Día de Muertos o Noche de Rábanos. La inconformidad tiene raíces profundas. Quien no lo entienda así maquilla la realidad. Sin pesimismo alguno, ¿qué tanto podemos esperar del famoso “Mes de Oaxaca” en Estados Unidos? Supongo que muy poco. Es similar a las ferias turísticas de España o Alemania. No más que viajes de placer para algunos o más bien, turismo institucional. 

La guerra de lodo

Cuando aún faltan al menos dos meses para la definición de los candidatos a la gubernatura, por parte de los partidos políticos contendientes, han empezado a aflorar de manera evidente, los visos de descalificación y guerra sucia. Nada extraño en nuestro ambiente oaxaqueño, en donde los procesos electorales se viven con una intensidad inédita a la de otras entidades del país. Las patadas debajo de la mesa, los gritos y sombrerazos, son parte de este teatro sexenal. Hace poco más de dos semanas, la senadora del Movimiento de Regeneración Nacional, Susana Harp, acusó ser receptora de hechos que calificó como violencia política. La madurez y la civilidad siguen siendo especies raras en la contienda interna de dicho partido, en la que se siguen moviendo al menos siete aspirantes. Salvo uno o dos mesurados de aquellos que han levantado la mano para reconocer su legítima aspiración, el resto está ya desatado cual si fuera la campaña política formal.

Y lucen en espectaculares o promoviéndose en redes sociales, incurriendo, seguramente, en lo que la ley electoral califica como actos anticipados. La política devenida una guerra de baja intensidad. Ya desde fines del Siglo 18 y principios del 19, el militar prusiano Karl von Clausewitz, advirtió que la guerra es la continuación de la política por otros medios, sentencia que tiene validez hasta nuestros días. Y la disputa habrá de arreciar, en tanto se acercan los tiempos de definición. Las muestras evidentes de jaloneos se dan sólo en Morena, no en el resto de partidos. Con aquello de que han barrido a sus opositores en los dos pasados procesos electorales, hay un exceso de confianza en que Oaxaca se pintará de color marrón. Es decir, así pongan al peor, ganará por la marca del partido y por el ascendiente que tiene entre los votantes potenciales el presidente de México. El problema es que entre los oaxaqueños que comulgan y no con dicho partido, hay temor de que seamos motivo de un experimento político.

Entre los y las aspirantes hay de todo. Desde quienes tienen una reconocida trayectoria política, académica y laboral, hasta quienes no tienen ni una ni otras. Ojalá que dicho partido se incline por la civilidad y su mejor opción, más allá de encuestas engañosas o dedazos simulados. Una cosa es ganar elecciones, otra, muy distinta gobernar. Y jamás se podrá hacerlo soslayando una realidad tan compleja como la oaxaqueña ni de espaldas al pueblo. El noble pueblo oaxaqueño cuyo estoicismo es único. Lo mismo soporta sismos y tragedias, que malas administraciones, corrupción y saqueo.