Los fieles difuntos
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Editorial

Los fieles difuntos

 


Este dos de noviembre, como el día anterior, no será otra fecha más. Es día de convivir con nuestros muertos, con los fieles difuntos. Sin embargo, como ya hemos dicho, para aquellos que acudían al panteón a dejar flores, veladoras, incluso a llevar tríos musicales o mariachis, este año habrá restricciones para hacerlo. Tendremos que conformarnos con poner en la ofrenda, los tamales, el chocolate, el pan de yema y el mezcal, para el disfrute de las ánimas que, según aprendimos de nuestros ancestros, llegan a la tierra, en esas creencias que mucho tienen que ver con el sincretismo religioso de nuestra cultura indígena y la religión judeo-cristiana. En ningún país como el nuestro se celebra a la muerte y hasta se bromea sobre ella, con apelativos como la Catrina, la Huesuda, la Calaca, la Parca y otros más, que el ingenio popular ha convertido en una especie de arte.

A diferencia de otros años pues, no habrá venta de antojitos afuera de los panteones ni romerías ni ferias para el disfrute de los niños. Así lo han instruido las autoridades sanitarias y constitucionales, sin embargo, en algunos municipios conurbados, cuyos ediles han desoído dichas instrucciones se dará la apertura de los cementerios, tal es el caso de Santa Cruz Xoxocotlán o Santa María Atzompa. En algunas poblaciones como San Pablo, Guadalupe o Soledad, pertenecientes a la Villa de Etla, en donde son tradicionales las llamadas “Muerteadas”, todo implica que seguirán las restricciones. Hay que recordar que esta celebración es única en su género y que no faltarán vecinos que, a riesgo de desobedecer a la autoridad municipal, insistan en llevar a cabo su tradición.

Este día, en la capital oaxaqueña, no faltarán los nostálgicos que pretendan montar bloqueos o realizar mítines o marchas, en conmemoración a aquel 2 de noviembre de 2006, cuando la tristemente célebre Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), encabezada por Flavio Sosa Villavicencio, fue replegada por las Fuerzas Federales de Apoyo que llegaron a Oaxaca a restablecer la paz social, la tranquilidad y el Estado de Derecho. Este episodio fue calificado por aquellos dirigentes de dicho fracasado movimiento, como “La batalla de Todos Santos”. Es importante subrayar que, en menos de tres semanas, aquel movimiento que de manera torpe habría sido calificado como “la primera insurrección del Siglo XXI”, fue prácticamente desmantelado.

Periodistas: ¿otro más?

Los periodistas mexicanos, como ya hemos comentado en este mismo espacio, no sólo siguen como el deporte favorito del gobierno de la Cuarta Transformación, para descalificar su labor, denostarlos y estigmatizarlos, sino, además, como víctimas perpetuas de grupos criminales, gobernantes de piel sensible o de bandas comunes de delincuentes. México –y no lo decimos nosotros- sino diversos organismos no gubernamentales como “Reporteros sin Fronteras” o “Capítulo 19”, entre otros, es uno de los países que, sin estar en guerra, es un peligro para el ejercicio de este noble oficio. Hay organizaciones que han catalogado a nuestro país, a la altura de Siria o Afganistán, antes del retiro de las tropas de los Estados Unidos, al comparar los índices de violencia.

El pasado 28 de octubre, el periodista Fredy López Arévalo fue asesinado, a pocos días del “Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra los periodistas”, que se conmemorará el 2 de noviembre. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) condenó y lamentó el octavo asesinato ocurrido este año en el país. Un sujeto que viajaba en una motocicleta le disparó en la cabeza a López Arévalo, frente a su residencia en San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas. El fallecido era director de la Revista Jovel y conductor de noticias en XERA-Radio Uno, de Chiapas. Anteriormente trabajó en la agencia de noticias Notimex, el diario El Universal y las revistas Proceso y Panorama, entre otros medios. Fue colaborador de Los Angeles Times.

Cabe subrayar que, en la Asamblea General de la SIP, celebrada hace un par de semanas, se consignó en una resolución que “México continúa siendo uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo” y en el que “prevalece un alto índice de impunidad”. Y reporta que este año también fueron asesinados: Manuel González Reyes, 28 de septiembre, en Morelos; Jacinto Romero Flores, 19 de agosto, en Veracruz; Ricardo Domínguez López, 22 de julio, en Sonora; Abraham Mendoza, 19 de julio, en Michoacán; Saúl Tijerina Rentería, 22 de junio, en Coahuila; Gustavo Sánchez Cabrera, 16 de junio, en Oaxaca; y Benjamín Morales, 3 de mayo, en Sonora. Además de que Pablo Romero Chávez, de Sonora, permanece desaparecido desde el 25 de marzo. Lo más preocupante es que ni el gobierno de López Obrador, mucho menos los gobiernos estatales dan resultados en las indagatorias para detener y castigar a los criminales.