El encono comunitario
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Editorial

El encono comunitario

 


Uno de los factores prioritarios de la pobreza oaxaqueña, se encuentra en los añejos conflictos agrarios. Comunidades miserables, sin recursos, que habitan en terrenos secos e improductivos, luchan a muerte con sus vecinos, reclamando una, diez o cien hectáreas de tierra que, según lo han aprendido de sus ancestros, les pertenecen. Los fallos de los tribunales agrarios, los títulos de propiedad que muestren los legítimos propietarios, los tienen sin cuidado. Las celadas, emboscadas y vendettas son el corolario de estas disputas que, sólo en los últimos años, han dejado decenas de muertos y heridos. Ahí están los ejemplos de San Juan Mixtepec y Santo Domingo Yosoñama; de Santa María Ecatepec y San Lucas Ixcotepec y muchos más. Pese a los famosos acuerdos de paz y las mesas de diálogo para conciliar, es más fuerte el odio que cualquier propósito gubernamental.

Así, el pasado 23 de octubre, en la localidad de Guerrero Grande, municipio de San Esteban Atatlahuca, en la región de la Mixteca, se dieron hechos graves de violencia cuando vecinos de dicha agencia de policía fueron atacados por sujetos armados, quienes, además, incendiaron al menos 24 viviendas, lo que motivó un serio desplazamiento de los pobladores de Guerrero Grande. Fue necesaria la entrada de la Policía Estatal, la Guardia Nacional, de elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, de Secretaría General de Gobierno y la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca, para poder restablecer la paz y proceder a realizar las investigaciones correspondientes. Aunque se habló de muertos, las autoridades tuvieron conocimiento de una persona lesionado por arma de fuego.

En los últimos tiempos se han desatado de manera irracional los conflictos entre comunidades. Si bien es cierto que el ámbito de competencia del gobierno estatal muchas veces es rebasado para solucionar diferendos agrarios que llevan decenas o centenas de años, compete a las autoridades deslindar responsabilidades y consignar al juez a todos aquellos que, por los motivos ya descritos, cometan acciones criminales. Siempre lo hemos dicho: los acuerdos de paz y conciliación no podrán avanzar en tanto se siga actuando con temor para aplicar la ley. Acciones como las que señalamos antes, deben tasarse con el rasero de la norma. Quemar viviendas y crear un escenario de terror, no deben dejarse pasar, así como así.

AEI: Urge código disciplinario

El fin de semana pasado, tal como se difundió de inmediato en redes sociales y, posteriormente en los medios impresos, se dio un incidente entre elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) que, debe ser investigado a fondo por los jefes superiores e incluso, por el mismo Fiscal General del Estado, Arturo de Jesús Peimbert Calvo, habida cuenta de que deja muy mal parada a la institución que procura justicia. Un elemento de dicha corporación fue herido con arma de fuego, cuando éste le reclamó a uno de sus compañeros, el por qué salía con su esposa y la llevaba a comer a sitios públicos. Lo que se advierte aquí es un caso de infidelidad que no es motivo de comentarios, sin embargo, el desenlace de la disputa sí conlleva a la crítica en virtud de que los actores de este drama violento son servidores públicos que, sin duda alguna, deberán rendir cuentas ante su corporación.

Hay que subrayar que no es la primera vez que hechos como éste ocurren en la citada agencia estatal, cuyo Coordinador, José Alfredo Álvarez, es uno de esos funcionarios policiales que jamás da la cara, mucho menos a los medios de comunicación. Hace poco más de dos meses, uno de los directores de la AEI, de apellido Bohórquez, también se vio involucrado en un lío de faldas. Quien lo agredió le robó el arma de cargo. Hace al menos una década, en la Mixteca oaxaqueña, quien se desempeñaba como comandante regional de la citada corporación quedó en evidencia cuando fue video-grabado bailando arriba de una mesa de cantina, la melodía “Juguito de piña”. Al día siguiente se reportó que en completo estado de ebriedad le habían robado el arma de cargo y un arma larga. A mediados de octubre trascendió que el citado comandante, ahora con otras tareas, habría vuelto a las andadas. 

En tanto no haya un código disciplinario, de ética y valores, los excesos, el mal ejemplo y la falta de castigo habrá de abrir la puerta para que se sigan cometiendo este tipo de ilícitos. Desconocemos si existe un área de procesos internos que aplique la norma en aquellos que no sólo no cumplen con su trabajo, sino que, evidencian a la institución, cuya tarea es delicada. Se han dado casos de elementos que han sido detenidos por colaborar con grupos delictivos; que han participado en asaltos, robos, consumo de estupefacientes y cobro de extorsiones y que, lejos de ser castigados siguen laborando en la referida corporación quitados de la pena.