Alentado el encono
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Opinión

Editorial

Alentado el encono

 


La semana pasada se puso en marcha en las sofocantes mañaneras a las que convoca el presidente de México, para sus soliloquios, una sección en la que se dirá lo que dicen y mienten periodistas, diarios y medios electrónicos. Se trata de una especie de Tribunal del Santo Oficio, en el que cualquier disenso sobre lo que pontifica el primer mandatario, recibirá descalificación y escarnio público. Puso al frente de la controvertida “sección”, a una pseudo periodista poblana, a la que no se le conoce trayectoria, mucho menos méritos. La idea de López Obrador es seguir descalificando a los medios de comunicación, con el ardid de que mienten, cuando análisis y estudios sobre su participación diaria en el foro del Salón de la Tesorería, muestran con datos, pelos y señales, que el mandatario miente de manera recurrente e impune. Pero trata de poner una cortina de humo. 

Además de calificarse como una ocurrencia desafortunada, analistas del oficio presidencial la han ubicado como una simulación para ocultar los yerros, los deslices, el autoritarismo y las posturas protagónicas –que no de Jefe de Estado- de Obrador. Si bien es cierto que su figura está en el ánimo ciudadano, razón por la que el país se pintó de color marrón, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en la pasada jornada electoral del 6 de junio, tampoco hay que ignorar que recibió duros reveses. Lo anterior significa que ni el presidente ni su partido la tienen todas consigo o que su mandato sea eterno. La forma burda y ruin de culpar a los medios de comunicación, a las clases medias “aspiracionistas”, los conservadores y neoliberales de todos los males del país, pintan a un presidente ávido de venganza y revancha, algo con lo que no comulga el común de la ciudadanía mexicana.

Millones de mexicanos que aún hace un mes votaron por Morena, antes del discurso de encono en contra de las clases medias, están arrepentidos. Nadie puede negar en este país que el derecho a construir un mejor futuro personal, subyace en la conciencia colectiva de la mayoría de los mexicanos. El discurso de AMLO, plagado de veneno, sólo ha dividido, fracturado y enconado al país, sin justificación alguna que valide las descalificaciones o su recurrencia de echar la cinta atrás para culpar a los demás de las torpezas presidenciales. El problema de la falta de abasto de medicinas para los niños enfermos de cáncer y la forma tan ruin en la que sus personeros la han calificado, como un embate de los conservadores, puede ser el principio del fin de este gobierno autócrata.

Obras versus tiempo

A la administración de Alejandro Murat le queda un año y cinco meses para que concluya. Si bien es cierto que, como lo hemos comentado en este segmento editorial, su gestión ha estado permeada por la tragedia y los siniestros, también es cierto que sus adversarios y críticos la califican de falta de obras relevantes a nivel estatal. Sólo un ingenuo y obtuso puede negar que desde el inicio del gobierno muratista, se ha notado lo que califican como un mal fario. Desde su arribo a la gubernatura e iniciando su primer año de gestión, los golpes de la naturaleza se volcaron sobre el estado. En 2017, sequías, luego tormentas y sismos, como los de septiembre, que devastaron decenas de poblaciones istmeñas, dieron de lleno con los proyectos gubernamentales. En 2018 fue el año de la reconstrucción y también de sismos y tragedias. En 2020, cuando todos pensamos que sería el despegue final del gobierno de Murat, se nos vino encima la pandemia con su lastre de contagios, muertes, crisis económica, etc.

No existen hasta el momento y de ello se ha dado cuenta en los informes de gobierno, más que obras menores, calificadas como de medio pelo, pero ninguna de relevancia que pudiera considerarse como emblemática. En pocas palabras, Murat ha ido remontando la corriente en sentido contrario. Amén de ello, ha confiado ciegamente en el gobierno federal para poder cristalizar las obras carreteras más soñadas por los oaxaqueños, pero que, desafortunadamente, han sido hasta hoy sólo una ilusión. En efecto, la Carretera a la Costa que se presumía estaría terminada en marzo de 2022, lo será –según el anuncio presidencial- hasta julio de ese año, en tanto que la del Istmo, que lleva cerca de 20 años sin concluirse, será terminada hasta el primer semestre de 2023, es decir, cuando el actual ejecutivo estatal ya concluyó su gestión.

Por ello llama la atención que se haya propuesto llevar a cabo y concretar un ambicioso programa de obras, como es la construcción de ocho carriles en la Avenida “Símbolos Patrios”, la edificación del Centro Cultural “Álvaro Carrillo” o el Centro de Convenciones en la Bahía de Chahué, en Huatulco, entre otras, como ya ha anunciado el titular de SINFRA, Javier Lazcano. Esperamos que el tiempo sea el propicio para concluir dichas obras y que no sea sólo parte del discurso de prometer, al que no terminamos de resignarnos los oaxaqueños.