Esperanza de recuperación
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Editorial

Esperanza de recuperación

 


Si las cosas caminan como hasta hoy, con una reducción de contagios, muertes y nivel de hospitalización, en el mes de julio podría celebrarse, cumpliendo con las recomendaciones sanitarias, nuestra tradicional Guelaguetza. Así lo dio a conocer Secretaría de Turismo, al presentar la imagen de nuestra fiesta máxima. Como lo hemos abordado en este mismo espacio editorial, uno de los sectores más afectados durante este largo lapso de pandemia ha sido, sin duda alguna, el turismo. Los prestadores de servicios, llámense hoteles, restaurantes, agencias de viaje, transportadoras, destinos de playa, etc., han visto mermadas sustancialmente sus ganacias por la falta de visitantes. Uno de los ejes de dicha debacle es el Aeropuerto de Santa Cruz Xoxocotlán, que en sus mejores momentos, hace poco menos de dos años, sumaba más de un millón de pasajeros al año.

Las temporadas de alta afluencia se han reducido a lo mínimo, como por ejemplo diciembre o los llamados fines de semana largos. La derrama económica ha sido tan pobre que miles y miles de empleados del sector turismo han sido echados materialmente a la calle. A poco de iniciar la pandemia se vio con crudeza el impacto de la crisis que se venía encima. Sólo en la capital cientos de negocios han cerrado, al estar sus dueños en insolvencia total para pagar rentas, salarios y prestaciones. Muy pocos han sobrevivido. Y ha sido –insistimos- el sector turismo el más afectado. Hace poco se abrieron las zonas arqueológicas y la playas han operado con restricciones. El temor a los contagios ha sido brutal. La gente ha permanecido en sus hogares. Los promedios de ocupación hotelera y derrama económica han sido irrisorios. Hay en efecto, una exigencia generalizada de que las cosas vuelvan a la normalidad.

He ahí pues que el anuncio de la posible realización de nuestra fiesta folklórica y todo lo que ello conlleva, ha vuelto el optimismo a artesanos, hoteleros, propietarios de restaurantes, etc. Julio, todo mundo lo sabe, es una de las temporadas de mayor afluencia de visitantes del país y el extranjero. Es, además, todo un mes de actividades culturales que el visitante busca. Esperamos que el retorno a la nueva normalidad, así sea paulatino, traiga consigo nuevas expectativas de recuperación. La pandemia y sus efectos han sido inéditos y lacerantes. Y han golpeado con singular fuerza a todos los sectores sociales. A unos más que otros, entre ellos, al turismo, como ya hemos dicho.

Encuestas y sus claroscuros

Si bien las campañas políticas concluyeron de acuerdo al calendario electoral vigente, esta semana tuvimos que tolerar el bombardeo de encuestas, que ponían a uno u otro; una u otra, en la preferencia de los votantes. Se trata de una situación común que refleja, por un lado, el nerviosismo de quienes esperan ser los favorecidos y los primeros que impugnarán los resultados del próximo domingo. Cada proceso electoral es común la difusión de encuestas, sin embargo, en años recientes la regulación para la publicación de las mismas, no es tarea simple. Las casas encuestadoras debe estar registradas ante los órganos electorales. Para publicar una es necesario que con antelación se envíe la información al árbitro. Sin embargo, la falta de regulación en las redes sociales ha permitido su difusión sin control alguno. En el pasado era común que cada candidato mandara hacer las suyas, para que lo ubicaran en primerísimo lugar. 

En la jerga política se decía que quien resultara ganador es quien pagaba las encuestas. La mayoría era a modo y conveniencia de partidos y dirigentes que las encargaban. Las cosas, presumimos, han cambiado hoy en día. La ciudadanía se ha vuelto menos ingenua y, como se dice vulgarmente, no se va con la finta. Sabe que dichas encuestas no reflejan al cien por ciento las posibilidades de triunfo o derrota de determinado candidato (a) y que, amén de ser un indicador de la ruta que lleva, sobre todo ascendente, las condiciones el día de la votación pueden cambiar de manera radical ubicando al puntero, en último lugar. Es decir, los resultados de sondeos de opinión, vía telefónica o personal, siempre son relativos. Hay que recordar que la realidad de las urnas ha echado por tierra, no una sino varias veces, las famosas encuestas.

Por fortuna, estamos ya en período de veda publicitaria para partidos y candidatos. Un obligado período de silencio. Habremos de esperar al menos un año para que volvamos a vivir esta parafernalia electoral, pues en 2022 se habrá de elegir gobernador del Estado. Por lo pronto, el próximo domingo será el desenlace de este proceso que inició a finales de 2020. Podemos tener la certeza de que la participación ciudadana estará en función de las inconformidades. Luego de las urnas vendrán las impugnaciones y aquellos a quienes las encuestas ubicaban en los primeros lugares, pueden tener sorpresas muy desagradables.