Feminicidios y desapariciones
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Opinión

Editorial

Feminicidios y desapariciones

 


La desaparición de mujeres, uno de los ilícitos que se ha exacerbado en los últimos tiempos, sigue en Oaxaca como si nada. Es evidente que detrás de una adolescente o mujer de mediana edad desaparecida asoma la amenaza de la trata de personas, delito que no se ha combatido con éxito de parte de las autoridades. Los diarios muestran en sus páginas cotidianas fotos y denuncias de parte de los familiares, pues el secuestro, perpetrado la mayoría de las veces por grupos criminales, son hoy en día uno de los negocios más rentables para quienes caminan al filo de la ley. Es importante subrayar que en ese sentido, hombres y mujeres se convierten en un jugoso botín. En los últimos años, Oaxaca ha ocupado un lugar preponderante en feminicidios. De hecho, las protestas de feministas, algunas de ellas violentas, han sido en parte porque hay crímenes de mujeres que no han sido esclarecidos. Hay otros que no han sido calificados como tales, cuando han llegado al juez e inclusive, son reclasificados.

La semana anterior se dio la desaparición de un ingeniero y constructor en los rumbos de Guadalupe Hidalgo, Etla. Hasta el momento de redactar este segmento editorial, nada se sabía de la víctima. Su familia exigió a la Fiscalía General del Estado proceder a su búsqueda y aplicar los mismos protocolos que se han dado para encontrar a la ciudadana Claudia Uruchurtu, desaparecida en Asunción Nochixtlán, hace al menos tres semanas. Éste no es el único caso que se ha dado en Oaxaca en lo que va del año. Hay evidencias de que no menos de una decena de mujeres han desaparecido sin que haya indicios de su paradero. En Huajuapan de León, por ejemplo, se dio todo un movimiento para encontrar a las mujeres que de un día para otro dejaron de comunicarse con sus familiares. 

Se entiende que la inseguridad es un fenómeno nacional; que los grupos criminales actúan con brutalidad e impunidad ante una política gubernamental, de abrazos y no balazos, que ha demostrado con creces su inoperancia y mediocridad. Nada, absolutamente nada, salvo todo el peso de la ley a quien delinque, le devolverá al pueblo de México la tranquilidad perdida. No será con llamados o buenos propósitos, apelando a la moral o a la religión, como el país entre en la civilidad y la paz. Está demostrado que el reto de la delincuencia organizada a la Federación y los gobiernos estatales no es un juego de vencidas, sino de desafío al gobierno establecido.    

Ambulantaje desenfrenado

Nuestro Centro Histórico luce hoy en día, los síntomas graves de la invasión casi total de sus calles y parques, por parte del comercio en la vía pública. Es impresionante la forma tan burda en la que este mal social ha crecido en los dos últimos años, ante la mirada complaciente de las autoridades locales. No sólo son los comerciantes que lideran algunas promotoras favoritas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sino de diversos grupos que, a través de presiones y chantaje, se han ido avecindando en los espacios públicos, situación que, en cualquier parte de México hubieran tenido una respuesta enérgica de parte del Estado, menos aquí. En nuestra entidad, todos lo sabemos, hay miedo para aplicar la ley. Es decir, la actitud de las autoridades es laxa, situación que han aprovechado dirigentes y líderes sin escrúpulos que sin recato venden los espacios públicos al mejor postor.

Un paseo por el corazón de nuestra capital no da una imagen de tristeza y dolor, al ver pasillos, calles, banquetas y aún los rincones del zócalo, invadidos de puestos, alambres, mantas, tiras de plástico, etc. No hay un solo lugar libre. Las jardineras que antes lucían flores de temporada se han convertido en terregales inmundos, en donde tienen sus nidos las ratas y demás fauna nociva. Los pocos árboles que se han mantenido en pie, están en franco deterioro. No es fortuita la campaña que promueve El Mejor diario de Oaxaca en sus páginas, para crear consciencia sobre ese patrimonio natural que amenaza con desaparecer. El comercio establecido en el centro de nuestra capital ha elevado protestas y llamados a las autoridades para detener esa burda invasión de los espacios públicos, pero sólo han tenido como respuesta la abulia, el miedo o la complicidad.

En este espacio editorial, en lo que va de este 2021 hemos abordado el tema al menos una decena de veces. Es increíble la forma tan superficial con la que tanto el gobierno estatal como el municipal han tomado las cosas. Nuestras autoridades, como se dice vulgarmente, ni sufren ni se acongojan. Simplemente dejan hacer, dejan pasar. Nada las mueve en su nicho de confort para resolver esta problemática que aqueja a la ciudadanía de la capital y ha influido negativamente en el cierre de centenas de pequeñas empresas del comercio establecido, ante la invasión del comercio informal y su competencia desleal.