¿Blindaje o negocio?
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Opinión

Editorial

¿Blindaje o negocio?

 


Durante la pasada visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Oaxaca, el fin de semana pasado, hizo un anuncio importante: el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), que es un proyecto emblemático de la Cuarta Transformación, quedará blindado, es decir, contará con un marco jurídico para beneficiar a los estados de Oaxaca, Chiapas y Veracruz. Sin embargo, a decir de observadores del mismo, dicho proyecto, a diferencia de otros como el Tren Maya, el Aeropuerto de Santa Lucía o la Refinería de Dos Bocas, sencillamente no avanza. Mucho tiene que ver, aunque el tema se soslaye, la exacerbada protesta social entre las comunidades que se ubican en la Carretera Transístmica, sean mixes, zapotecas o zoques, cuyas expresiones constantes de inconformidad son un verdadero descalabro para transportistas y automovilistas. En efecto, salvo la renovación de las viejas vías del tren, no se observan otras mejoras.   

Pero hay otros factores que inciden en esta lentitud. Un diario nacional publicó un comentario respecto a la posible venta de candidaturas a las presidencias municipales de la zona istmeña, por parte del senador Salomón Jara Cruz y del dirigente estatal, Sesul Bolaños López. Es la razón del retraso de la definición en las mismas. Según el diario, las citadas candidaturas se estarían cotizando respecto al impacto que tendría en la economía el CIIT, lo que implica que más allá de tratarse de un proyecto prioritario para desarrollar la zona del Istmo de Tehuantepec, lo que se busca es el beneficio a quienes hoy detentan cargos de elección popular, convertidos en viles mercenarios de un añejo anhelo de los istmeños. 

Visto en perspectiva pues, el citado proyecto está entrampado entre el sueño de los oaxaqueños que en 1903 hizo realidad don Porfirio Díaz y los propósitos del presidente López Obrador; del interés por hacer lentos los trabajos y el negocio en puerta de mercachifles de la política como es el caso del senador Jara Cruz. Lo que preocupa a muchos oaxaqueños es que el multicitado proyecto sea una vez más, una tomada de pelo como otras que se han dado en los últimos treinta años o más. El rico potencial de la región istmeña se ha ido desaprovechando, por una parte, gracias a la demagogia oficial y por la otra, a la permanente movilización de grupos y organizaciones, cuyos dirigentes sólo buscan su beneficio personal. Y ello puede abortar el multicitado CIIT.

Anarquía y transporte

La semana pasada publicamos en nuestra nota principal de El Mejor diario de Oaxaca, la situación que prevalece en el transporte público de pasajeros en la capital oaxaqueña. Autobuses viejos, sin placas y sin la mínima comodidad para los pasajeros. La pregunta es: ¿por qué se ha permitido que el pulpo camionero siga prestando el servicio con unidades de más de veinte años de uso, contaminantes y que no hayan cumplido con las mínimas condiciones comprometidas con sus propietarios para brindar un mejor servicio? Cada vez que hay una revisión de tarifas los permisionarios prometen cambiar el parque vehicular. Nunca lo hacen. Ponen de pretexto que no cuentan con los recursos necesarios para hacerlo o que las refacciones al igual que el diésel están muy caros. Son ya constantes los accidentes que ocasionan, incluyendo homicidios culposos, pues los operadores utilizan las calles como si fueran pistas de carreras.

Otra vertiente de esta problemática la representan los taxis foráneos. Por más que se ha insistido en el daño que ocasionan al medio ambiente y al tránsito vehicular, miles de miles de unidades entran y salen de la ciudad a diario. Es impresionante la movilización de estas pequeñas unidades, sobre todo en aquellos lugares en donde hacen base: en las inmediaciones del Mercado de Abasto y la Central Camionera de Segunda Clase. Hay zonas en las que el tránsito se colapsa por completo en ciertas horas del día, como por ejemplo las Riberas del Río Atoyac o el Periférico, viniendo de la zona de Tlacolula, Etla, Ocotlán o Zimatlán. Se advierte que ni la Secretaría de Movilidad (Semovi) ni, mucho menos el ayuntamiento de la capital, han actuado para que los concesionarios de este tipo de unidades, construyan o renten un espacio amplio para ocuparlo como paradero.

El asunto del transporte tiene que verse bajo la perspectiva del caos y la anarquía, pero también en el de la indolencia y la apatía de parte de las autoridades. Nuestra capital, a diferencia de otras ciudades intermedias, exhibe los síntomas propios de las grandes urbes. Contaminación, desorden, tráfico anárquico, etc. Muchos nos preguntamos: ¿qué ha llevado a las autoridades tanto estatales como municipales a permitir que se sigan usando esas pequeñas unidades para el transporte de pasajeros, cuando pueden usarse unidades de mayor capacidad y confort? Una vez más, el miedo para aplicar la ley.