Antros sin control
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Editorial

Antros sin control

 


Como comentamos el pasado martes, hay una exigencia generalizada de los trabajadores sanitarios de Oaxaca, en el sentido de que pasemos ya al semáforo epidemiológico rojo. Ello implica serias medidas de confinamiento, restricciones, horarios y en general, de libre circulación. Para nadie es un secreto que la pandemia ha traído consigo severos problemas económicos. Miles y miles de trabajadores han sido puestos en la calle sin más. Pocos patrones y empresarios han podido sortear con éxito esta crisis. La mayoría han resentido gravísimas pérdidas. A la tragedia sanitaria pues, se ha unido, la económica. No ha sido una tarea simple obligar a quienes viven al día a quedarse en casa. En términos llanos, mujeres y hombres han dicho que, o mueren de Covid-19 o de hambre. Y no les hace falta razón.  

Un retorno a semáforo rojo implica el cierre de negocios no esenciales. Sin embargo, pese a los llamados de las autoridades sanitarias y del mismo ejecutivo estatal, hay un rubro al que parece no importarle mucho el crecimiento en los contagios y decesos. Y son los antros, sitios de esparcimiento en donde se expenden bebidas alcohólicas o hay espectáculos de variedad, con mujeres desnudas y hasta actos sexuales al público. Tal parece que mientras las autoridades aprietan al resto de negocios, éstos van viento en popa. En ciertas populosas colonias de la capital oaxaqueña, como la Reforma, por ejemplo, algunos antros se mantienen abiertos hasta la madrugada. Con música estridente y sin cuidar la sana distancia entre los parroquianos, su permanencia se ha interpretado como un acto de complicidad o connivencia con las autoridades municipales.

No se trata de descalificar dichos lugares que, para muchos, representan un aliciente en su vida. Relax o esparcimiento, sino de poner en tela de juicio que, siendo sitios no esenciales, lucran con las disposiciones oficiales para seguir operando pese a la contingencia sanitaria que vivimos. Es más, no son pocos los incidentes violentos que se siguen dando, como golpes y catorrazos y hasta balaceras. Con todos los llamados a quedarse en casa, a operar con restricciones y medidas sanitarias, los antros siguen operando en la capital oaxaqueña sin control alguno. ¿No es tiempo ya de que las autoridades municipales impongan normas estrictas para meter orden y acotar, al menos en lo que pasa la emergencia, su funcionamiento?

Costa porosa

La semana pasada, efectivos de la Secretaría de Marina/Armada de México, en su papel de Guardia Costera, detuvieron frente a la zona de Huatulco, una embarcación semisumergible, con cuatro motores fuera de borda, transportando paquetes presuntamente con cocaína. En la acción fueron detenidas cuatro personas de origen colombiano. No es la primera vez que se lleva a cabo un aseguramiento de esa naturaleza. Se han dado al menos diez casos en los últimos años, lo que implica que la costa oaxaqueña es más que porosa, y en nuestro litoral pasan como si nada embarcaciones como la que describimos, sin que sean detectadas. No son pocas las advertencias de operaciones ilícitas a lo largo de nuestros casi 600 kilómetros de litoral y la colusión de grupos delictivos que están en abierta complicidad con quienes operan el trasiego o transporte de droga.

No es un secreto que, desde los límites con Chiapas hasta Guerrero, desde hace mucho tiempo se sabe de operaciones delictivas. En las poblaciones que se sitúan en dicha franja la vigilancia policial es limitada. Hay una serie de delitos que pasan desapercibidos para las autoridades. Es más, fuentes ciudadanas revelan operación de pistas clandestinas en la zona istmeña, las cuales permiten el descenso de aeronaves, la descarga de droga y la desaparición inmediata de toda huella, al meter tractores que simulan terrenos de cultivo. En el litoral, hay personas que antes se dedicaban a la pesca, pero ahora han buscado cosas más rentables, equipando sus lanchas con motor fuera de borda, con aparatos de GPS. No es fortuito que lo que antes no ocurría, ahora sea motivo de escándalo: la desaparición de lanchas de pesca que salen del territorio a donde acudían para obtener el producto del mar.

Si bien es cierto que las corporaciones policiales estatales y municipales están prácticamente imposibilitadas para cumplir con la encomienda de vigilancia de nuestros litorales, el aseguramiento de la embarcación semisumergible de que hablamos al principio, debe ser una llamada de alerta para el gobierno de la llamada Cuarta Transformación. Es necesario fortalecer los mecanismos de vigilancia y prevención de la Secretaría de Marina y la Guardia Nacional. Hay que recordar que además de ser un sitio privilegiado de paso de la droga, Oaxaca ya es un sitio de producción y trasiego. Y eso no es un secreto. Lo saben las autoridades que cuentan con equipos de inteligencia.