Industrias en crisis
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Editorial

Industrias en crisis

 


La pandemia de Covid-19, ya lo hemos dicho, ha tenido efectos colaterales graves en el aspecto económico. No ha sido fortuita nuestra insistencia en la crisis que azota hoy al turismo que, no obstante, la labor del gobierno estatal para mantener los estándares de ocupación, sigue con niveles bajos. Muchos prestadores de servicios, entre ellos, propietarios de hoteles y hostales, restaurantes, arrendadoras y transportadoras, guías, agencias de viajes, etc., que veían el mes de diciembre con optimismo, hoy están con la angustia reflejada en el rostro, pues las expectativas no son las mejores. Simplemente la suspensión de los festejos de este fin de año y el llamado de las autoridades a extremar cuidados, han dado al traste con cualquier intento de mejoría. 

Otra de las industrias que están en completa crisis es la construcción. La semana pasada, el dirigente de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), Felipe Palacios Sibaja, sostuvo que 70 empresas constructoras han cerrado ante el Covid-19 y al menos otras 40 están en vías de hacerlo. Sin embargo, creemos que hay esperanzas de recuperación pues según fuentes oficiales, este quinto año de gobierno la administración estatal que encabeza Alejandro Murat Hinojosa, tiene el propósito de lanzar un programa de obras, habida cuenta de que el tiempo apremia y hay muchos pendientes. Se dice que luego de trabajar en siete regiones del estado, tiene como prioridad atender las necesidades en materia de obra pública en los Valles Centrales. Es posible pues, que la industria de la construcción, que ha carecido de trabajo, pueda resarcirse un tanto de las pérdidas padecidas durante estos nueve meses de contingencia.

Sólo mencionamos a dos, sin embargo, los efectos económicos han sido demoledores en otros rubros, como el comercio, por ejemplo. Sólo hay que darse una vuelta por el Centro Histórico para percatarse de los letreros de locales en renta y el cierre de pequeños y medianos negocios. Con sus contadas excepciones, no han podido sobrevivir al pago de nómina, prestaciones, seguridad social y, particularmente, al pago de renta. No es un secreto que la capital oaxaqueña es una ciudad cara en extremo. Tampoco lo es que, según los pronósticos que hemos comentado en este mismo espacio editorial, tal vez durante todo el año 2021, sigamos arrastrando esta pesada carga. 

Patrimonio cultural: Apatía institucional

La semana pasada, con bombo y platillos se celebraron los 33 años de que la Ciudad de Oaxaca y la Zona Arqueológica de Monte Albán fueron inscritos en la lista del Patrimonio Cultural de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Fue en 1987 cuando el Comité del Patrimonio Mundial del citado organismo internacional aprobó la inclusión de dichos sitios, además del Conjunto Conventual Dominico de Cuilapan de Guerrero, en dicha distinción. Obviamente no fue un trabajo sencillo. Fue una extraordinaria labor que incluyó el trabajo de especialistas, historiadores, diplomáticos, entre otros. En Oaxaca, uno de los impulsores de esta distinción fue el arquitecto Rafael Vergara, que recién falleció, aunque el trabajo fue interinstitucional o multifacético, pues hubo muchas manos que colaboraron para tal fin.

Sin embargo, a 33 años de distancia, a diferencia de otras capitales y sitios que son asimismo Patrimonio Cultural de la Humanidad, la ciudad capital ha ido en franco deterioro. Ha sido en parte la apatía de las autoridades al permitir que grupos y organizaciones como el magisterio u otros, hayan contribuido a la destrucción de edificios históricos, como fue en el 2006, cuando con marros o barretas destrozaron las viejas canteras de casonas y monumentos de los Siglos XVII, XVIII y XIX, para obtener proyectiles y lanzarlos a las corporaciones policiales. Más aún, se han permitido remodelaciones que han roto el entorno histórico o la evidente mala imagen del Centro Histórico abarrotado de comerciantes en la vía pública o indígenas supuestamente cautelados, que desde hace diez años se apropiaron del emblemático edificio del Palacio de Gobierno.

Llamó la atención pues la remembranza del pasado viernes 11 de diciembre, pues no ha existido un compromiso tácito tanto del gobierno estatal como municipal para salvaguardar y proteger ese legado histórico que nos dejaron nuestros ancestros. Adicionalmente, poco puede hablarse de reconocimientos internacionales a la conservación de nuestra capital, para mantener con orgullo el reconocimiento del citado organismo internacional, sino todo lo contrario. Una abierta crítica al abandono y el deterioro que ha padecido en esas más de tres décadas de haber recibido tan notable distinción. A la apatía institucional hay que sumar asimismo la conformidad y el desinterés de la sociedad civil.