Oaxaca en el Gran Premio
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Opinión

Editorial

Oaxaca en el Gran Premio

 


Importante, sin duda alguna, la presencia de Oaxaca en Fórmula 1, Gran Premio de México, 2019. La presentación de nuestra tradicional Guelaguetza y eventos como la exposición “Todos los caminos llevan al inframundo”, representa –crítica aparte- un evento inédito. Ello permitirá que nuestros bailes y folklore se conozcan en todo el mundo, en donde existen fanáticos del automovilismo, pues según los organizadores, la transmisión de este importante evento mundial fue a través de diversos canales en muchos países, se estima que fue visto en al menos 90 millones de personas.
La riqueza cultural oaxaqueña es, simplemente indiscutible. Es cierto, hace falta promoción para que el mundo conozca todo lo que hay en nuestro terruño, lamentablemente ni por parte del gobierno estatal, mucho menos del federal, y sobre todo hoy mismo, se ha valorado en su exacta dimensión lo que representa para nuestra economía. No fue una noticia agradable que le hayan quitado el subsidio a las tareas de promoción en el Presupuesto 2019 ni que se haya omitido cualquier apoyo al programa de “Pueblos Mágicos”. Y eso es parte de la falta de visión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y de la mayoría de la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en el Congreso de la Unión.
La torpeza e ignorancia de legisladores (as) federales ha contribuido a que cada estado busque sus propios métodos para promocionar lo suyo, como es el caso de Oaxaca. La participación en el Gran Premio debe considerarse un buen propósito, que no debe ser el único para mostrar a México y al mundo, la parte más elemental de nuestra riqueza pluriétnica y multicultural. Porque además de todo ello, tenemos un impresionante acervo cultural y una riqueza de recursos naturales que sólo los obtusos se empeñan en negar u obstaculizar. Ello sin contar con nuestro litoral en el Pacífico de más de 600 kilómetros, en donde están ubicados nuestros destinos de playa, reconocidos a nivel mundial.
Hasta el sexenio pasado se sabía de la existencia de un impuesto al hospedaje, lo cual permitía tener recursos frescos para promover ante el turismo nacional y extranjero, nuestros destinos culturales o de playa. Lo cierto es que hoy, lamentablemente, poco se sabe del resultado de la asistencia de la delegación oaxaqueña, en eventos de carácter nacional ointernacional, ferias, tianguis, etc., que contribuyan a dar nuevos aires a nuestra industria sin chimeneas.

 

Carestía asoma a la puerta

 

Un festejo tan tradicional para los oaxaqueños, así sean los más humildes, es la fiesta del Día de Muertos. Pueblos de los Valles Centrales viven de esta temporada. De la Villa de Zaachila llegan las nueces, las jícamas y el cacahuate, entre otras. De San Antonino Castillo Velasco, la flor de muerto, la borla u otras especies. De Tlacolula o Etla, llega el pan, el chocolate y diversos productos a los que los citadinos nos hemos acostumbrado tanto, que es difícil poder equipararlos con los que se producen en otras partes.
Sin embargo, las medidas que ha adoptado el actual gobierno, pese a que las mediciones económicas dicen otra cosa, impactará de manera negativa en estos festejos. La espiral de carestía es más que evidente. Si antes un altar de muertos podía vestirse con al menos mil pesos, ahora es mucho más. Ello implica que habrá hogares en donde se habrá de privilegiar la austeridad y no el dispendio de antes, cuando la comida tradicional había que compartirla con los vecinos, familiares, compadres o amistades. Es decir, en cierto sentido la tradición sufre modificaciones y se trastoca el espíritu de temporada, tan usual en algunas poblaciones en donde ya es típico “regalar los muertos”.
Hace algunos años los mercados de la capital oaxaqueña lucían a reventar. Hoy no. Habrá familias que no tendrán para dicha tradición más que lo necesario ante la carestía que ya se hace evidente. Es más, el pan de muerto de tamaño regular no baja de 50 o más pesos. Por lo tanto, el mole y el chocolate, cada vez se hacen prohibitivos para las familias de medianos o escasos recursos. Cuestión de ver cómo la pasarán aquellos que apenas sobreviven con el salario mínimo o con una pequeña cantidad, apenas necesaria para poder sobrevivir. Porque en Oaxaca, pese a las estadísticas que nos presentan las autoridades, hay mucha pobreza y ésta no se ha reducido un ápice.
Hay que reconocer que como nunca en la historia política del estado, se insiste tanto en ciertas cuestiones que, en la realidad, no son como nos las pintan. Es el caso de la pobreza y la seguridad. Una y otra vez se dice que aquí se ha reducido la pobreza, cuando en los hechos, la realidad es otra. El mismo caso es el de la seguridad. Se ha insistido en que Oaxaca es una de las diez entidades más seguras del país. Por supuesto que no lo es. Sólo un ejemplo: al menos diez ejecuciones entre el viernes por la noche al sábado en la mañana, es decir, en sólo ocho horas, nada tienen que ver con esa entidad imaginaria que tiene los que mantienen el poder.