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Debates y Deslindes

Los lectores

 


 

Los lectores de libros son difíciles de encontrar en este cuarto de siglo. Personas que compran libros, buscan libros, piden libros prestados a los amigos, a las bibliotecas y les importan los últimos lanzamientos editoriales son cada vez más limitados y difíciles de conocer. En los últimos años han disminuido los lectores porque los medios audiovisuales han apabullado y saturado de información a los ciudadanos medianamente informados que constituían la masa crítica de lectores universales. Estos formaban un grupo importante de inteligencias en el siglo XVIII, XIX y XX cuando no había televisión. Ahora ante la saturación de información audiovisual algunos de los nuevos posibles lectores prefieren atender las distintas opciones que existen en la tierra para ilustrarse en lugar de comprar y leer un libro, porque les resulta económicamente más barato y más fácil aprehender.

La mayoría de las notas literarias van ya procesadas, de manera que no representa un gran dilema, digerir los grandes temas de una nota literaria o un nuevo texto publicado. Además, sería imposible estar atento a toda la producción editorial que existe no sólo en México, sino en América Latina, en los Estados Unidos donde cada vez cuentan más ediciones en español, o en Francia e Inglaterra, donde siempre se han preocupado por convertirse en maestros de la humanidad y tienen una importante producción de libros en español.

Escribo esto, porque no hay nada que me dé más alegría que encontrar un lector fanático de libros que no pueda vivir sin leer unas páginas cada día y conozca a los escritores, sus publicaciones, su historia, y que tenga como hobby, vicio o virtud la lectura permanente de los textos. Es difícil y maravilloso porque estos personajes no andan anunciando en la calle: “Leo libros”, “Compro textos”, “Tengo una biblioteca de literatura contemporánea latinoamericana”, etcétera. Son más bien reservados, se les ve en ocasiones en las librerías, en las presentaciones de libros o en los coloquios intelectuales. En los siglos XIX y XX la lectura era indispensable. Quien no leía los libros casi no existía. Una élite de lectores y editores salvaron la cultura literaria que se produjo en ese tiempo y actualmente podemos disfrutar a los autores favoritos de los lectores del XIX y XX y en gran medida desde que se inventó la escritura. En el museo de Pergamón, Berlín existen algunas tablillas con los primeros signos que hizo el ser humano.

Ahora con la avalancha de los medios electrónicos, aunque los lectores de libros han aumentado, proporcionalmente han disminuido. En relación con la población debería haber más lectores. Hay programas en los medios electrónicos que se titulan “Platícame un libro”, “Cuéntame una historia”, etcétera, basado en los textos que se han dado a conocer en diferentes etapas y que se han adaptado a la vida moderna para su divulgación.

Aunque es difícil encontrar un lector permanente de libros, decía, al principio de esta nota, es muy gratificante encontrar a una persona o varias que viven con los libros, que los disfrutan que, incluso, acarician sus portadas como amantes silenciosos. Afortunadamente, los hay y guardan sus textos y notas que se publican, que las muestran de vez en cuanto y que disfrutan la lectura como uno de los placeres más antiguos de la humanidad, desde que se inventó la escritura y los primeros autores empezaron a plasmar sus ideas y a transcribirlas. Larga vida a esos lectores acuciosos, amantes del papel y la tinta impresa, que siempre se guarden sus tesoros que han costado cientos de años, de sabiduría y cuidado. Para que las generaciones posteriores disfruten de esos tesoros productos de la inteligencia y la imaginación humana y nosotros nos maravillemos de encontrar alguna de esos lectores apasionados que aman el papel y la tinta impresa donde se concentra la inteligencia humana. Escribo esta nota porque conocí una nueva faceta del doctor Marco Antonio Corres Ezeta, que además de ser un excelente radiólogo ama los libros con igual o más pasión que yo y en una consulta entre fotografías de mis órganos internos me fue comentando esa pasión que lo domina, el amor a la literatura y que afortunadamente compartimos. Fin.