Vivimos en otro país
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Vivimos en otro país

 


Ortega y Gasset decía que una generación tiene 20 años. Los tiempos han cambiado y seguramente los alimentadores informativos y el desarrollo han acortado el tiempo de vida de una generación. No sé si ahora podemos, arbitrariamente, decir que una generación tiene una vida de 10 años o menos. La vida tiene una velocidad insospechada y como siempre, depende de dónde y cómo viven las personas. Para saber sus tiempos y capacidades. Lo que es cierto es que cada generación tiene sus pasiones, tiempos, objetivos y anécdotas que las marcan y las identifican. Una de las generaciones más importantes en la vida de México fue sin duda la de Reforma que encabezó don Benito Juárez, otra importante es la de los escritores y poetas de la guerra civil española donde se asesinó la poesía y la inteligencia, Ninguna como ésa sufrió las atrocidades de la guerra y la fuerza brutal del fascismo que quería acabar con la inteligencia representada por la poesía y la literatura. En México recordamos a la generación del 68, la cual incluye a personajes de diversas edades y a un gobierno que para solucionar los problemas inmediatos utilizó la represión y la violencia.  

Cada generación tiene sus propias consignas, objetivos y métodos de expresión, algunas de ellas marcan para siempre los años en que viven sus protagonistas y los hechos en que participan, otras se integran a los tiempos de los cuales son contemporáneos y sus características se incorporan a la historia colectiva. En Oaxaca tenemos a grupos de paisanos que por tratan de imponer sus pretensiones por la buena y por la mala marcan no sólo una generación sino a todo un pueblo, en el largo plazo, tienen más de 80 años violando la ley, un pueblo que por mucho tiempo se ha calificado como un estado rijoso y pendenciero; que atropella los derechos de los ciudadanos y a la menor provocación, cierra calles, detiene la circulación y pasa por el derecho de miles y miles de ciudadanos que no tienen más culpa que vivir en Oaxaca y no haberse organizado para protestar en serio y terminar con tanta arbitrariedad que comete cualquier grupo y con el menor pretexto.

Hace cuatro años, eran los maestros que como una maldita herencia nos enseñaron esa práctica destructiva y arbitraria a la que nos hemos acostumbrado de bloquear las calles sin importar los daños que causan a las personas, a la economía y a la expresión pública que la ciudad. Gobernadores van y gobernadores vienen, presidentes municipales pasan y nadie, nadie en el último siglo ha podido detener la ruptura del orden constitucional que representan las manifestaciones públicas injustificadas, bloqueado de las calles y la instalación de vendedores ambulantes en donde ellos quieren, pero principalmente en la plaza principal y calles aledañas. Es verdaderamente increíble cómo pueden instalarse en forma permanente en un espacio público y nadie dice nada, nadie los molesta.

Parece ser que no existe una autoridad, que no hay reglamentos, que no hay un plan de desarrollo de la ciudad, no hay una constitución, leyes y reglamentos. Vivimos en la absoluta arbitrariedad. Lo más grave es que nadie dice nada. Todos aceptamos esa arbitraria violación de los derechos. Los infractores tienen el rollo muy bien puesto, alegan que sólo bloqueando las calles y actuando en esa forma, les hacen caso a sus necesidades y problemas, no les importa afectar a miles de personas. La autoridad que debería garantizar los derechos de todos no aparece, al menos no se ve, ni se siente su presencia. Lo más trágico es que tanto infractores como sufridos habitantes de Oaxaca ya nos acostumbramos a vivir en el salvajismo urbano.   

Doscientos doce años  

Los festejos de este año de la independencia de México por primera vez en el último siglo se celebran en un auténtico clima de libertad, respeto a la ciudadanía, a nuestra independencia y soberanía. No hay presos políticos, existe una prensa absolutamente libre del poder público, se respeta la soberanía de los países y exigimos respeto a la nuestra. Los mexicanos son libres y se ha terminado ese clima de represión, amenaza e incertidumbre en que vivíamos. Existe la amenaza de los criminales organizados que han tomado carta de naturalización en el país y que según mi leal saber y entender obedecen a los enemigos del régimen, quienes los utilizan para golpear a AMLO y sus políticas.  Todo parece indicar que un grupo anda sembrando el terror por diversas zonas del país dentro de un plan para desestabilizar las políticas del gobierno de la Cuarta Transformación.  

Hacía mucho tiempo que no existía esta sensación de libertad de la ciudadanía, la reunión en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México para presenciar la ceremonia del grito y disfrutar a los Tigres del Norte, fue un espectáculo sorprendente por su espontaneidad y alegría. La solemnidad que imprimió el presidente a la ceremonia y el grupo de personalidades que invitó, todos representantes o familiares de luchadores por la libertad fue uno de los momentos más solemnes que ha vivido la república.  

A cuatro años de gobierno las medidas y políticas que ha implementado el presidente y su equipo, el estilo personal de gobernar se siente ya en el país. La acción de gobierno es inacabable siempre porque surgen nuevos problemas que requieren solución inmediata.  Pero es evidente que hay una serie de políticas generales que se aplican dentro de normas éticas y morales que le dan otro nivel a la vida de la república.  

Por otra parte, la solución que se le ha dado al caso de los cuarenta y tres Estudiantes de Ayotzinapa ha devuelto la confianza a miles de personas en que el presidente cumple las promesas que hizo. El hecho de que estén detenidas autoridades militares y civiles de un nivel tan importante nos reafirma la confianza que se ha depositado en este gobierno. El tema de los cuarenta y tres estudiantes era uno de los crímenes más graves cometidos en este país que se mantenían impunes. Hoy parece que vivimos en otro país.