La rapacidad del comercio
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La rapacidad del comercio

 


En los indicadores de desarrollo nacional estamos en el penúltimo lugar solo nos gana Chiapas o Guerrero en índices de pobreza. La situación de subdesarrollo que vivimos, se ha mantenido así porque tenemos una clase política ignorante y repiñuda que llega a los puestos públicos a enriquecerse y una sociedad empresarial sin ninguna conciencia social, cuyo único objetivo es enriquecerse, para eso venden caro y son ineficientes. Desde que tengo memoria las diferentes farmacias de la ciudad daban las medicinas al precio máximo que se marcaba en los envases, mientras que en otros estados se aplicar descuentos hasta de un treinta por ciento. Tuvieron que llegar las grandes cadenas hace pocos años para que empezaran a aplicar descuentos en el precio de los medicamentos, esto ocurría aún en la época en que había control de precio en los artículos de primera necesidad.

El subdesarrollo parece no preocupar a los gobernantes y a la clase dirigente. La situación en que vivimos no es una maldición divina, se debe básicamente al estilo de gobernar de los gobiernos que hemos tenido y a una falta de conciencia de la sociedad civil, cuyas movilizaciones se realizan para fines particularísimos de los gremios o de sus dirigentes. Pocos gobiernos he visto con el deseo de establecer mecanismos de desarrollo que realmente propicien que Oaxaca deje de ser tan pobre.

De todos los gobiernos que he conocido creo que fue el de Diódoro Carrasco quien trato de crear condiciones para propiciar un desarrollo en las diversas regiones. Recuerdo el establecimiento de una serie de pequeños parques industriales en Etla. Se estableció una fábrica de bicicletas, se trabajó inteligentemente para que los organismos internacionales se fijaran en Oaxaca y aplicaran recursos para reparar templos, jardines y calles.

Fue un trabajo serio que aplicaron un grupo de economistas que encabezaba Armando Labra y desde mi punto de vista se trató en serio de crear las bases de un incipiente desarrollo industrial. Lamentablemente, de muchos de esos trabajos, solo queda el recuerdo seguimos en los penúltimos lugares del subdesarrollo.

Nunca como ahora se ha visto cuán abandonado está el ciudadano de Oaxaca ante los fenómenos y crisis económicas. La voracidad de la clase empresarial ha encontrado el pretexto perfecto para aumentar exageradamente los precios de todos los productos. Nacionalmente tuvimos un 7,6 por ciento de inflación, en Oaxaca se llega a niveles insospechados de aumento de precios alegando que es una ciudad turística.

Si bien es cierto que uno de los problemas que ha traído la pandemia es la falta de producción de productos de consumo básico lo que ha provocado escasez de artículos de consumo básico y esto trae como consecuencia un aumento automático en el precio en México y en Oaxaca nos hemos ido al baño. Esa realidad que ocurre en todo el mundo. En Oaxaca se han disparado los precios sin ninguna proporción real. Los comerciantes y fabricantes han decidido recuperar las ganancias que dejaron de tener durante la pandemia y al aumento que provoca la escasez, se han ido contra el consumidor. Los precios llegan a ser abusos insospechados. En los precios de los alimentos se han sentido con claridad la ambición desmedida de una clase empresarial ausente de ética comercial.

Las trampas para ganar más son diversas, además del aumento desmesurado se ha renunciado aceptar el pago con tarjetas de débito o de crédito que es un gancho importante de venta, porque los bancos cobran una comisión. Oaxaca es la ciudad donde más se cobra la comisión del 3.5 por ciento al consumidor si uno paga con tarjeta. Imagínese. Ellos contratan el servicio de las instituciones financieras como un gancho para aumentar sus ventas aceptando pagos con tarjetas y cuando el consumidor cierra su compra y paga con ellas, le cobran un tres, punto cinco mas por ciento por el uso de tarjetas. No hay peor despojo y atraco en despoblado y público, que es cuando se cerró la operación de compra y venta, se le aumente el precio. Eso es un acto de corrupción que nadie condena.

El mecanismo de no aceptar la tarjeta tiene varias ventajas para el comerciante por una parte no paga esa comisión que él ya incluyo en el precio de venta y por otro puede manejar su contabilidad a su antojo y dejar de pagar impuesto, no existe ese mecanismo que finamente indica pare del monto de las ventas y de los impuestos que debe de pagar. Hay vendedores que sin poca ni más vergüenza le dicen a un que si paga en efectivo ellos no tienen que pagar impuestos. El pago con tarjeta es un gancho de compra, el cliente, aunque no tenga dinero en efectivo si lo tiene en las tarjetas puede adquirir los bienes que quieren, pero ahora en lugar de que la tarjeta sea una facilidad para adquirir se convierte en un obstáculo, no todos están decididos a que al monto de la compra los suban tres puntos cinco por ciento.

La inflación me tiene preocupado, porque además de los estragos que causa por sí misma, se está usando como un arma política para atacar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, afirmando que no sabe gobernar. Se olvidan que fueron los gobiernos neoliberales los que le quitaron al estado toda la capacidad para establecer precios y proteger al consumidor. La economía de libre mercado deja a las fuerzas de la oferta y la demanda la fijación de precios, lo cual es una injusticia porque como ahora ocurre entra la ambición del comercio final que se aprovecha de estas situaciones para lucrar sin medida. Fin.