La militancia política
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La militancia política

 


Uno de los problemas que tienen las organizaciones de cualquier tipo es el de la militancia política, la lealtad y la adhesión a sus principios objetivos y tareas de los miembros que la conforman. Durante muchos siglos la lealtad ha sido la columna vertebral y piedra de toque de las organizaciones. El siglo pasado en México que fue más una etapa de caudillos que de instituciones, demostró cuán válidos son esos principios cuando se toman como columna vertebral de un grupo u organización. Muchas veces se tiene cerca de un líder a una serie de personas no muy inteligentes, pero leales. Son pocos los líderes y las organizaciones que no tienen como un principio básico de su funcionamiento la lealtad.
El Estado Mexicano actual está conformado por la más completa diversidad de actores de distinto signo político, antiguamente se les perdió durante 60 años la lealtad y el voto por el PRI, llegó Fox y Calderón e inundaron las nóminas de seguidores panistas, volvió el PRI y nuevamente los simpatizantes y amigos de ese partido recobraron el poder que habían perdido por dos sexenios. Ahora las cosas son más sencillas, estás con la Cuatro T, o estás contra la cuatro T.
Las simpatías del gobierno de don Andrés López Obrador, están muy ubicadas en los grupos de menos ingresos. Todos aquellos que se beneficiaban con las modalidades injustas que les ofrecía un régimen laxo con la corrupción en el sector público están contra AMLO. Su política de cero corrupciones ha tocado demasiados intereses que manifiestan sus insatisfacciones en formas que llegan al insulto personal y público. Por otra parte, no solo están en contra de él los corruptos, hay grupos económicos, o ideológicamente distintos que no concuerdan con su ideología, o su estilo personal de gobernar y quisieran otro presidente acorde con su forma de ser o de una corriente política afín a ellos. Finalmente tenemos que aceptar que la democracia implica diversidad y pluralidad y que ésta se da en diversas manifestaciones.
Pero de estas manifestaciones plurales y democráticas a tener en el Servicio Exterior Mexicano a representantes diversamente opuestos y contrarios, hay una gran diferencia Quienes están en el extranjero representando al país, cobran uno de los mejores sueldos que existen actualmente y cumplen su sueño de estar en el extranjero en mejores condiciones de vida, representan no solo al Estado Mexicano sino a la administración y sus políticas actuales. Había antiguamente numerosos representantes de dictaduras y de gobiernos fascistas que, en la medida en que ha democratizado el mundo han tenido que cambiar físicamente. Nadie puede representar a un gobierno con el que personalmente está en contra.
Ese es el asunto que ahora nos ocupa. Las consejerías de Europa, son sin duda las más codiciadas por los trabajadores del Servicio Exterior y por todos aquellos intelectuales, académicos y personas que desean vivir en el extranjero. Estar en Paris, Roma, España, con un buen sueldo, representando a su país y con todos los privilegios que esto implica, es un sueño de un buen número de mexicanos. Yo entre ellos.
Con la llegada de AMLO a la presidencia, el Servicio Exterior cambió sus directivas y políticas, pero no así sus funcionarios de carrera. De manera que quedaron una extraña mezcla de funcionarios de segundo o tercer nivel que no comulgan muy bien con la ideología del régimen y que tienen sus propias reglas de juego. Nada que rompa con la armonía, se siguen las reglas del juego y todos contentos. Hay personajes en el Servicio Exterior no solo de México sino de todo el mundo completamente desarraigados de su país. Pero de eso a que salgan a la calle a gritar sus diferencias en la radio, la televisión o la prensa con el gobierno que representan, hay una gran diferencia, por lo menos les falta buen gusto y lealtad a quien lo emplea para que lo represente.
Así pasó con Jorge F. Hernández, que fue cesado el pasado 8 de agosto, dos días después de publicar una columna crítica con un funcionario de la Administración de Andrés Manuel López Obrador, aunque la Secretaría de Relaciones Exteriores atribuyó su salida a “comportamientos poco dignos”, relacionados a supuestos comentarios machistas y misóginos.
Como todos los que se equivocan Jorge en su defensa esgrimió que se atacaba a la libertad en la cultura. Nada más alejado de la realidad. Afirma que “cayó en el enrevesado caldero de la politiquería un asunto esencialmente cultural, es decir, nuestra literatura, pintura, escultura, gastronomía, danza, teatro y un largo etcétera están por encima de Gobierno, burocracia o sectarismos. La cultura y las artes no florecen si no se respetan su libertad de expresión, su independencia de vuelos o miras, su diversidad estética o su sentido común”. Se olvida que lo cesan de un puesto de presentación del gobierno de México, no como intelectual. Ésa es la diferencia. Él como persona puede hablar defender y exigir a los gobiernos, pero como funcionario tiene que respetar los lineamientos administrativos y políticos y entre ellos no está criticar públicamente al gobierno que representa.