• Cortés, un farsante • La pérdida del tiempo
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Debates y Deslindes

• Cortés, un farsante • La pérdida del tiempo

 


El 13 de agosto se conmemoran en México, 500 años desde la caída del imperio azteca en 1521 y, para conmemorarlo, el presidente de México envió hace unos meses una carta al rey de España para que se disculpen los españoles por las atrocidades cometidas por los conquistadores. A partir de esa manifestación presidencial se despertaron una serie de inquietudes por esa guerra de conquista y en los últimos años hay un impulso continental por cuestionar la credibilidad de la historia oficial que conocemos. De esos españoles y del mismo Cortés que narraron, según su conveniencia, sesgadamente y equivocadamente la “victoria” de los españoles sobre los indígenas mesoamericanos. Esa historia que los gobiernos de México compraron esa falsa versión que nos vendieron los españoles para denigrar a los indígenas y exaltar a los conquistadores. Afortunadamente han aparecido en las librerías una serie de estudios y nuevos descubrimientos que explican el porqué de una historia oficial falsa, esa historia oficial que conocemos y nos enseñaron en las escuelas donde los españoles resultan los grandes estrategas y vencedores.
Un primer texto es el de Luis Fernando Granados, Relación de 1520, historiador de la Universidad Veracruzana, quien crítica sobre el que fue considerado como el gran narrador de ese día: Hernán Cortés. En Relación de 1520 (editorial Grano de Sal), Granados cuestiona la credibilidad de las cartas que el conquistador le envió a la Corona entre 1519 y 1526, y que por siglos fueron tomadas como historia oficial. Sin embargo, dice Granados, no existe el manuscrito original de Cortés —existe una transcripción hecha años después por un escribano—, hubo cartas elaboradas por distintas manos, y eran documentos políticos a la reina más que un cuidadoso relato histórico. “Dejar de considerarlas como la crónica madre del pasado mexicano puede tener un efecto tan refrescante en lo historiográfico como profundo en lo propiamente histórico”.
Otro libro interesante sobre la poca credibilidad de Cortés ha sido ¿Quién conquistó México?, del historiador Federico Navarrete, publicado por Debate en 2019. “Este libro plantea respuestas diferentes a la pregunta ¿quién conquistó México?”. Y se afirma: “Fue la Malinche, fueron los indígenas conquistadores”. Cortés, en realidad, tenía un ejército minúsculo cuando cayó el imperio mexica y los verdaderos vencedores en agosto de 1521 fueron sus aliados, los enemigos mesoamericanos del imperio: guerreros indígenas de Cempoala, Tlaxcala, Cholula, Texcoco y Chalco. “La idea de la victoria absoluta de los españoles en 1521 no es más que una versión parcial e interesada, inventada por el propio Hernán Cortés, para ensalzar y exagerar su propio papel en los eventos”, añade el libro. El tema es tan importante e interesante que debemos de seguir. Cuestionando, investigando y divulgando.
El tiempo perdido
Uno de los problemas a que se enfrenta el ciudadano común y corriente es la falta de respeto que oficinas, instituciones, comercios y en general la sociedad tienen con su tiempo. En todos lados le exigen que haga cola, que se espere, que en un momento lo atienden, que se siente y espere. Que tome su turno, que falta diez personas etcétera. Ahora con la pandemia no solo le piden que haga una cola inmensa y que espere, sino que lo haga en la calle, como ocurre en los bancos, las tiendas que venden servicios telefónicos. Las colas se hacen para todo. Para hacer una compra, para pagar en una caja, para inscribirse en cualquier cosa, para entrar al mercado, al banco, a la oficina de CFE, en todos lados la espera por tiempo indefinido se ha vuelto una constante.
Lo que nadie parece entender es que esa espera en colas interminables, ese espacio perdido de espera, soportar parado o sentado a pleno sol es vida, que uno pierde inútilmente. Los minutos, horas, días que las personas se pasan en espera son latidos del corazón, son ilusiones, son posibilidades de trabajo, de creación que uno pierde lastimosamente, mientras espera su turno.
Parece que este grito desesperado sobre la pérdida de tiempo a que nos tienen sometidos la sociedad actual, el exceso de población, la falta de servicios y de atención, es un grito inútil, porque nadie repara en el tiempo perdido, nadie exige que los servicios sean suficientes para que el usuario no pierda pedazos de su vida en esperas inútiles que solo demuestran la ineficiencia a la que se enfrenta la sociedad. Nadie habla de que haya un trato más humano y menos costoso en tiempo y vida para los que tenemos que esperar tiempos indefinidos por la falta de servicios oportunos.
No deje parte de su vida en la espera de una fila para que lo atiendan para hacer un trámite. Hay que protestar y exigir que haya rapidez y un servicio eficiente. Las ganancias de los bancos, los negocios de celulares, las gasolineras tienen ganancias excesivas y bien pueden pagar más cajeros o recepcionistas que aceleran la atención al público. La buena atención depende de quién presta los servicios y ahora con la pandemia la entrada a las oficinas y negocios se han convertido en un verdadero tormento, una serie de personas disfrazadas de policías toman atribuciones que no les corresponden y en forma autoritaria empujan a las personas para tomen su lugar en la fila. La pandemia nos ha deshumanizado, los sapos les tiran a las escopetas y se transformar las costumbres para mal. Nadie tiene los cuidados suficientes, ni guarda las medidas de seguridad recomendadas. Ojalá este no sea el grito inútil que pienso y en algún lugar cambien las reglas y se respete el tiempo de las personas.