¿Tradición o negocio?
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Opinión

De Paradojas y Utopías

¿Tradición o negocio?

 


1).- ¿Cuál homenaje racial?

Hoy, como en gobiernos pasados, persiste una realidad contundente. Aunque se diga lo contrario, la mística de los festejos de julio, particularmente La Guelaguetza son, y han sido, un negocio. Si bien el gobernador Salomón Jara se ha propuesto hacer una fiesta para el pueblo, en los hechos y su entorno, los traspiés y metidas de pata de la titular de Turismo, Saymi Pineda y otros, han dejado más dudas que certezas. Un apunte histórico revela que, en 1932, un grupo de oaxaqueños quiso realizar un reconocimiento a nuestra riqueza multiétnica y pluriculural y promovió la celebración del “Homenaje Racial”. De ahí devinieron los “Lunes del Cerro” y, finalmente, “La Guelaguetza”. Ríos de tinta han corrido al respecto.

2).- ¿Transgresión o modernidad?

Hasta los años 70 del Siglo XX, para nuestros ancestros y citadinos era un ritual subir las escaleras de El Fortín a desayunar: empanadas de amarillo, enchiladas de coloradito, memelitas, tacos de barbacoa, etc. Además del pan de yema, chocolate-atole o champurrado. En los 80, en el horario de los bailes, algunos jóvenes realizaban juegos frente al Observatorio y el Planetario. Era común llevarse su six de chelas desde las escaleras. Chupar era complemento indiscutible de la “fiesta máxima”. Después fue prohibitivo. Si no, fueran zafarranchos como en la “fiesta popular” de la Sección 22.

Antes de 1972, cuando el ex gobernador Víctor Bravo Ahuja tuvo la iniciativa de construir el Auditorio “Guelaguetza”, los paisanos sólo podíamos disfrutar de los bailes que presentaba el Grupo Folklórico Universitario, en la Rotonda de la Azucena, arriba de los árboles de guaje o colándose por los cercos de carrizo que rodeaban dicho templete. En estos años, el Lunes del Cerro tuvo un agregado: la celebración del “Bani Stui Gulal” y “Donají, la leyenda”. Ambas coreografías y espectáculos de luz y sonido. Más invenciones artísticas que de rigor histórico.

El primero, decían sus promotores, significaba “remembranza de la antigüedad”; el segundo, “el sacrificio de la princesa zapoteca”. Aquella dejó de presentarse; ésta aún sigue vigente. Todo ello, en el marco del festejo de la Virgen del Carmen. Pero vinieron las mutaciones, caprichos y supuestas innovaciones. En el gobierno de Ulises Ruiz (2004-2010), ya no sólo se celebró La Guelaguetza y su octava, sino que de dos se hicieron cuatro. ¿El argumento? Más turistas podrían disfrutarla, en horario matutino y vespertino. El fin pecuniario era indiscutible. Los boletos de acceso por las nubes.

3).- Ferias, moles y demás

Por ahí de fines de los 90 surgió la Feria del Mezcal. En sus inicios, una gigantesca cantina. Calles cercanas al Centro Histórico o El Llano convertidas en meaderos, luego de las “pruebitas”. Poco a poco se fue haciendo más elitista. El destilado aún era una bebida popular. Hoy, productores y maestros mezcaleros se asumen la reencarnación de Johnny Walker. Agaves como tobasiche, cirial, tepeztate, cuishe, madre-cuishe, papalométl, cerrudo, mexicano, jabalí, coyote, tobalá y el popular espadín se han convertido en una bebida de reyes. Ya hasta les inventaron ensambles y maridajes.

Hace poco alguien se sacó de la manga el “mezcal cuántico”. Además de las ferias artesanales, mezcladas con artículos chinos o de otras latitudes, que bien distribuye el comercio en la vía pública –hoy, negociazo del municipio- aparecieron las ferias gastronómicas. Llama la atención la de los moles. Ya no son siete, ahora se inventaron el de cacahuate, de nuez de la india, de cereza, ciruela, manzanilla y otras jaladas que, por creatividad no paramos.

4).- Y los que siguen

El festejo anual devino tal negocio que hasta los palcos “C” y “D”, siempre gratis para el populacho, se vendieron en el sexenio de Alejandro Murat. Este año retornaron a su estatus original. Pero nunca se le informó al pueblo bueno y sabio. Aunque lucieron vacíos el pasado lunes, no tardó “el relleno”. Ahora pende la amenaza de que sean nuevamente comercializados. Desapareció también el “Comité de Autenticidad”, una especie de junta de notables que, durante al menos 30 años, emitía fallos que sólo favorecía a unos en detrimento de otros.

Un espectáculo de bailes y danzas que fue derivando a bautizos, bodas, fiestas patronales y mayordomías. El aburrimiento ha sido el corolario. Hoy, como parte de la decisión de los comités comunitarios, el cambio en las delegaciones participantes es mínimo. Y en la originalidad también. Pero las mutaciones continúan. Se sacaron de la manga “La Feria del Antojo”, que maquillaron con el eufemístico nombre de: “Desde mis raíces con sus sabores”, la cabalgata y otros agregados.

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

— Fiestas de julio, han sido también festín de carteristas, ladrones de autopartes, cristaleros y demás fauna nociva. Asimismo, de abusos, cobros excesivos y malos servicios.

— La Primavera Oaxaqueña va a fondo para renovar el Tribunal de Justicia Administrativa de Oaxaca (TJAO). Con certeza habrá amparos, controversias y batalla legal. Al tiempo.

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