Enfermedades por gran altitud (primera parte)
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Comentario Pediátrico

Enfermedades por gran altitud (primera parte)

 


En cada periodo vacacional, la belleza y las oportunidades recreativas de las montañas atraen a muchos visitantes de tierras bajas a destinos de gran altitud (mayor de 2500m sobre el nivel del mar); y también, personas que normalmente viven en poblaciones de gran altitud se sienten atraídas a disfrutar de las playas. Para cada uno de estos destinos, se suele llegar en tiempos muy cortos, incluyendo a los niños que integran la familia, sin una evaluación o sugerencia específica solicitada al médico para su adaptación biológica. 

El ascenso rápido a una gran altitud expone siempre al niño no aclimatado, en riesgo de desarrollar manifestaciones de la enfermedad de gran altitud, que se notará con un pronóstico más grave si con anterioridad al viaje, el menor manifiesta un factor de riesgo adicional para este ambiente, que puede incluir arriesgar su vida durante su estancia (si viaja a una zona alta) o durante su retorno (de la playa a una altitud mayor).

El personal de salud, tiene el compromiso de ofrecer las advertencias necesarias al familiar cuando identifique las condiciones de viaje, a fin de prevenir estos cuadros. 

Cuando se acude a una población ubicada a una mayor altitud, a nivel ambiental se tiene una menor presión atmosférica, que en forma simple de comprender: puede ejercer menor presión a la entrada del oxígeno a los pulmones; generando así, menor concentración de oxígeno circulante en el cuerpo, que por deficiencia en los tejidos corporales proporciona menor cantidad de oxígeno para las funciones celulares; y de acuerdo al órgano involucrado, se podrán tener alteraciones variadas. 

Por deficiencia a la oxigenación en todos los tejidos se tendrán alteraciones generales conocidas como: mal de montaña. Si las condiciones son más severas, la deficiencia de oxígeno a nivel cerebral, podrá generar alteraciones neurológicas específicas por el cuadro de edema cerebral de gran altitud y, cuando la deficiencia importante de oxígeno afecta la función pulmonar, se podrá presentar como edema pulmonar de gran altitud.

Cuando no se identifican las manifestaciones iniciales o el familiar no está anticipado sobre ellas, es muy posible que el cuadro pueda complicarse con las inflamaciones específicas, que en caso de no ser manejadas de forma apropiada, podrán causar la muerte en el paciente y con mayor posibilidad si se contaban con factores de riesgo previos. 

De factores de riesgo, se pueden establecer en primer lugar los factores comunes que aplican a los niños y personas de edad avanzada, que incluyen la velocidad rápida de ascenso, altitud máxima lograda, esfuerzo físico y el clima frío. De forma específica en los niños, existen condiciones especiales que pueden establecer un deterioro o daño más rápido ante el cambio de altitud, que incluyen: enfermedad aguda (menos de cinco días) con infección del tracto respiratorio, enfermedad cardiopulmonar congénita, síndrome de Down, enfermedades que comprometan la función respiratoria (displasia pulmonar, fibrosis quística, anemia falciforme, escoliosis, apnea obstructiva del sueño, problemas neuromusculares), recién nacidos de menos de seis semanas, bebés con antecedente de problemas respiratorios al nacimiento. 

El mal de montaña agudo es la enfermedad de altitud más común. Su riesgo depende de la susceptibilidad individual, la elevación alcanzada y la velocidad de su ascenso. Es poco común por debajo de los dos mil metros sobre el nivel del mar, pero puede presentarse en poblaciones entre dos mil y tres mil metros. A mayores altitudes puede ocurrir con mayor frecuencia en niños y adolescentes que en adultos. Con ascenso en pocas horas (en retornos) desde el nivel del mar hasta elevaciones superiores a tres mil quinientos metros.