¡Usted disculpe!
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Opinión

Carpe Diem

¡Usted disculpe!

 


Los tiempos van evolucionando. Antes bloqueaban sin tomarse siquiera la molestia de ofrecer una disculpa. La pérdida de legitimidad ante este tipo de “lucha” los ha obligado a decir “usted disculpe” ya sean maestros, sindicalizados o habitantes de cualquier colonia o comunidad. Curarse en salud es la forma en que buscan apoyo. Pero el apoyo social hace mucho que mira en otra dirección.

La táctica de bloquear para acabar con la ciudadanía y su economía, que es la violencia psicológica previa a la violencia física, podría considerarse ya uno de los usos y costumbres oaxaqueños, como el mole, chocolate o mezcal. La mediatización de 50 años de la Sección 22 y su discurso reivindicador de todas las causas justas e injustas, una especie de San Judas Tadeo magisterial, ha hecho creer a muchos oaxaqueños que la auto victimización es motivo suficiente para elevar cualquier problema particular a uno de interés y afectación general. En Oaxaca se bloquea como se respira.

Cualquier bloqueo se asume como lucha social de la izquierda. Toman las imágenes simbólicas de la hoz y el martillo, la estrella roja o un Che Guevara e inmediatamente asumen la superioridad moral sobre nosotros los mortales y pueden cometer toda clase de abusos en nombre de viejos agravios que no los dañaron a ellos o que carecen de trascendencia como para provocar un daño tan grande.

La lucha social de los años 60, surgida de los libros de la generación de filósofos franceses que inspiró a los jóvenes del 68 llegó para quedarse y crecer en tierra fértil tropical como lo es Oaxaca. De la lucha contra el colonialismo de los años 50 surgió la postmodernidad y la tendencia a renegar de todo lo que fuera occidental.

De esos jóvenes idealistas, soñadores y rebeldes, salieron algunos vivillos que se convirtieron en porros profesionales y se vendieron al poder. Luis Echeverría reclutó a muchos y, al menos en Oaxaca, dos de ellos llegaron a ser gobernadores.

Fueron más allá de la lucha social, que en aquellos años estaba perfectamente legitimada y arropada por la esperanza que la revolución cubana había traído a un continente gobernado por autócratas. En lugar de reivindicar las graves carencias las han profundizado al grado que hoy, esos dos exgobernadores son personas con mucha riqueza patrimonial, pero sus representados, por quienes supuestamente lucharon, siguen en el extremo de la desigualdad.

La lucha social derivó en porrismo y este fenómeno ha provocado una terrible erosión social en los estados del sur del país: Oaxaca, Guerrero y Chiapas. No se limita a nuestra geografía, va más allá, pero son tres estados representativos del discurso y acciones simplistas y reduccionistas que, en aras de algún miserable pretexto son capaces de destrozar a todos.

Los oaxaqueños nos estamos autodestruyendo. Hay una conducta de masas que nos lleva al abismo. Nada ni nadie puede crecer en medio de la inestabilidad permanente y en algún momento la gente debe darse cuenta del círculo vicioso en el que estamos. No hay Estado de Derecho, no hay gobernabilidad, no hay inversión, no hay crecimiento económico ni felicidad más que en la imaginación del gobernador. La respuesta a la disparidad entre el bajío y norte con el sur de México está en la mente de sus habitantes. Todos tenemos problemas, la diferencia estriba en la forma en que los enfrentamos. Es mentira que todo pueda reducirse al simplismo con el que, quienes se han radicalizado, piden soluciones. 

Acabar con esta costumbre ahora tan arraigada entre los oaxaqueños va a necesitar tiempo y educación. El tiempo no será problema porque siempre corre de forma inevitable. El problema será la educación mientras esté en poder de esos marxistas aburguesados de la Sección 22. Hay que dejar atrás un nacionalismo ramplón, un victimismo chocante y una superioridad moral que no tienen.

La oaxaqueñización de las inconformidades nos conduce al surgimiento de líderes mesiánicos que ofrecen, vía discursos cargados de mentiras, las soluciones simples que quieran escuchar: rápidas e inmediatas.

Vivir en democracia significa tener instituciones y conducir los problemas a través de esas instancias. La erosión social nos conduce a la erosión democrática y a la consecuente llegada y permanencia de un autócrata en el poder.

Los bloqueos como estrategia de lucha se han convertido en abierto chantaje. Existen verdaderas causas sociales que se deben atender, como el desabasto de medicamentos, la violencia contra la mujer o los abusos constantes contra grupos vulnerables. Bloquear carreteras o ciudades dañando a miles de personas directa o indirectamente no se justifica por una obra de drenaje ni por adeudos entre gobierno y sus sindicatos, siendo que los sindicalizados de gobierno siempre tienen quincena y prestaciones aseguradas.

Protestar y destruir a los demás mientras se tiene la seguridad de que cobrarás en la quincena no es lucha social, es chantaje político.

Twitter @nestoryuri